Capítulo XVI. Aceptación

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Si tenía mi mente hecha un lío, ahora estaba un lío al cuadrado.
Y juraba que explotaría de la rabia.
Esto sin dudas me dolió. No me lo esperaba, pensé que él saldría con Alice en mis narices o algo así pero en lugar de eso, viene aquí a pedirme "perdón" y a hacer todo un drama de arrepentimiento. Que bajeza! Con esa estúpida excusa me saca del medio.
Pero bien... Me iré por la mañana no aguantó estar aquí ni un momento más.

Tomé una maleta enorme que había en un costado del armario, y comencé a empacar mis cosas. No podía controlar mi ira y cada tanto me encontraba murmurando maldiciendo el día que comencé a sentir cariño por Baker. Idiota!

Una vez guardado todo lo que llevaría, la dejé al costado de la puerta, dejaria muchísimas cosas, no sabia que tenía tanta ropa y zapatos.

Cansada ya de tanto pensar en mi desgracia, tomé uno de los pijamas que dejé sin empacar y me lo puse no sin antes darme una ducha.
Había dormido en la tarde pero la verdad, dormir era lo único que me haría olvidar de todo esto, así que sin pensarlo me metí en la cama y sin percatarme, poco a poco el sueño llegó y me dormí.

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Un vaivén de pasos en el pasillo y murmullos me despertó, con la luz de mi habitación apagada, podía ver el vislumbre de la luz del pasillo, por debajo de la puerta y sombras de personas que pasaban. Esto no era normal, me levanté, tomé mi bata y salí a ver que era aquello. Abrí la puerta y volteé hacia donde escuchaba esas voces. Venían de la habitación de Baker.
Me dirigí hacia allá y me topé con Maria que justo iba de salida.

-¿Que está pasando?- pregunté aturdida.

-Oh mi niña no es nada, vuelva a dormir tranquila- respondió la anciana.

-¿Pero que es lo que ocurre? ¿Pasó algo con Alejandro?- insistí curiosa.

Maria estaba a punto de respondeme cuando se abrió la puerta de la habitación de Baker y salió un médico de bata celeste.

-Señora Maria- dijo llamando a la anciana.

Ella se dirigió hacia él y yo me acerqué lo suficiente para oír.

-Tomamos muestra de su sangre, aun esta inconsciente y delira por la fiebre pero esperemos se ponga mejor con la medicación que le suministré- dijo el doctor informándole acerca del estado de Baker.

No aguanté, me acerqué a ellos y volví a insistir.

-¿Que sucede? ¿Por qué tiene fiebre?- pregunté con cara de "si no me dicen los mato".

-¿Disculpe usted es?- preguntó el doctor dudoso.

-Soy su esposa, que es lo que tiene?- respondí con seguridad. Maria me miraba incrédula de mi respuesta.

-Oh lo siento señora Baker, lo sabremos con un análisis en la mañana, pero se pondrá bien con la medicación. Solo ponganle compresas de agua fría en la frente para ayudarle a bajar la fiebre. Si me necesitan me llaman. Permiso- contestó el hombre de bata celeste marchándose.

-Iré a verlo- dije a Maria y abrí la puerta de su habitación. Era mas pequeña que la mía, o mejor dicho "nuestra" y allí estaba él, sudado moviendo cada tanto su cabeza de un lado a otro y movía sus labios pronunciando alguna frase muy bajito casi sin aliento. Me puso mal verlo así, se veía tan indefenso y frágil, no era el hombre serio y prepotente que siempre conocí.

-Trae una fuente con agua fría y las compresas, yo lo cuidaré- dije a Maria que estaba detrás de mi.

-Si señora ya se las traigo- respondió saliendo de la habitación.

EncadenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora