Sucesos de excesos

13 0 1
                                    

- Tomas como viejo- dijo mi tío
- Espero algún día escribir como uno- respondí.
Me hallaba en la sala de mi casa. Las únicas personas a mi alrededor eran mi tío y un primo con los cuales consumía plácidamente una botella de whisky algo cara pero que estaba solo a medio tomar. ¿Por qué? Pues en noches anteriores y sin la vista de algún ser en contra de mis deseos, abrí esa botella y en mi soledad tome hasta conciliar el sueño varias veces. No tomaba mucho, o eso solía decir, últimamente he alcanzado una capacidad para beber excepcional. Era capaz de tomar whisky o vodka puro y era muy placentero. Regresando a la noche en la que me situaba inicialmente, mi tío se decidió por tomar un poco en compañía de nosotros. A pesar de esto, mi primo Leo parecía ser una entidad externa al ambiente por su vicio mayor hacia los juegos bélicos en línea. Yo por mi parte ocultaba de mi tío Humberto las ganas que tenía de tomar uno de esos cigarros y fumarlos. No por necesidad, sino porque el tenerlo a mi lado con ellos y sentir su humo entrando por mis fosas nasales llegaba a ser desagradable por no tener uno entre mis dedos y mis labios.
La música estaba en todo lo alto, habían colocado el computador con el equipo de sonido causando grandes estruendos que junto al alcohol ensamblaban un delicioso éxtasis. De pronto se levanta mi abuela que se encontraba supuestamente dormida en su habitación. Se levantó y nos miró con una cara mezcla de decepción, asombro y ciertamente un aire de querernos mandar al diablo por encontrarnos bebiendo y por su extraña concepción de que somos muy jóvenes, mi primo y yo, para tomar. Quizás esté en lo cierto porque tengo 17 años y por ende soy menor de edad. Pero mi primo ya tiene 18 y aun así ella ha armado griteríos avasallantes a pedir de boca por alcohol u otros males de esta gloriosa vida terrenal. Pero no, se limitó a vernos en su camino al baño sin decir una sola palabra pero con toda esa expresión en la mirada. Nos dejó extrañados pero al fin y al cabo, contentos y listos para la siguiente ronda de alcohol. El tiempo pasaba y en mi mente pasaba todo tipo de pensamientos, la mayoría absurdos. La recordé a ella y a mí en ese entonces, recordé otros momentos en los cuales me encontré alcoholizado y es muy posible que haya esbozado alguna risilla por ello. Los cachorros que teníamos en ese entonces jugueteaban con todo a su paso. Nos mordían los dedos esos incomprensibles animales. Dolía, pero mucho menos que cuando estábamos sobrios pero sobrios los habríamos de aguantar algún rato más que ahora.
Mi tío me pidió que fuera por más hielo al refrigerador. No estaba muy ebrio para no poder con aquella tarea pero sentirme tambaleante y con poco control de los movimientos es muy placentero. Sentirse plenamente en la verga, nada como ello. Llegar al refrigerador después de esa experiencia me dejó "papelito" para tomar los cubos de hielos. Abro el refri y tomo los hielos como puedo pero al hacerlo noto cierto cosquilleo en las manos por el cambio de temperatura. De un momento a otro OOOOOOOOUCH, siento la mano derecha tan helada y tan falta de movilidad que no hago más que agitarla como y aullar de dolor. ¿Qué vivo no? Es estúpido y todo aunque eso no le quita lo excitante que es vivir y lo divertido que es sentirte vivo mientras te crees con las facultades motoras de un infante que apenas entiende cómo mover su cuerpo. Recordar de alguna forma el ser un muchacho y sentimentalmente recordar al menos que en aquel entonces no teníamos tantas cosas que pensar es sencillamente una de mis razones para volver a este deplorable estado. Y suena por los parlantes The Keane y canto y canto como si fuese un maldito cantante profesional. No importa que me escuchen, no importa si me gritan o si se de lleno que soy un asco para cantar. No canto para agradar. Canto porque se la canción y porque un chingado me importa despertar a alguien, me siento fresco y vivo y casi todo lo que hago es involuntario como el hecho de que mi mente me diga que no debería cantar. Cuantas canciones, cuantos sentimientos y cuantas cosas que se quieren decir entre melodía y nada que entender al fin y al cabo cuando es alguna en inglés, en francés (porque sí, de vez en cuando alguna en francés también se escucha) o en el mismo idioma en el que escribo pero que en resumen me importa menos que una mierda lo que decía la canción pues ya creía saberlo y sobre todo las ganas y la melodía eran lo más valorado en esta clase de noches. De momento a otro, cuando la noche no era más que alcohol, música deliciosa y uno que otro recuerdo (y exactamente aludiendo a esos repentinos recuerdos) le escribo a quien me aseguraba las madrugadas eran sus moradas temporales, una amiga que, por grupo conocía pero más no personalmente. De esas personas que crees conocer solo porque es parte de tu grupo social y que de un momento a otro notas que sabes lo mínimo de aquellos y esto te resuelve a indagar más y más con el mas egoísta fin de conocer como simple gusto y sin importar lo que se vaya a saber. Conocer porque se quiere o más bien, conocer porque se da la gana de ellos. Soy un viajero de amistades. Muy pocas veces mantengo amigos, soy de los de poca coherencia que dicen secretos, que encaman a morir a la gente o simplemente dejo morir relaciones. Soy un péndulo. Hoy estoy aquí, otro día estaré del otro extremo oscilando de par en par, de costa en costa. Buscando... buscando qué se dirán y soy uno de los que se hace esa pregunta a cada instante, capaz de zafarse de toda felicidad momentánea para recaer en esta pregunta ¿Qué busco? ¿Qué soy? Soy un péndulo, no estoy definido a algo (y que nadie me venga con mierdas de que no se mi sexualidad porque si de algo estoy seguro es de mi fracasado y nauseabundo gusto por esos viles seres llamados mujeres {y decirles viles a todas ellas es como el decir de ella que todos somos iguales cuando no, cuando hay tantas otras chicas buenas y atentas o que simplemente no juegan con uno porque sí}). Como sea de ser, le hable a cierta nueva amiga a la cual es válida tanta cosa que dije antes y que ciertamente tiene mi aprecio. ¿Cómo no apreciar a quien también degusta de tus vicios? Ella se llama Verónica, y ahora sé, gracias al corrector, que su nombre lleva tilde (cuanto se aprende de alguien de la nada ¿eh?), una chica x de tantas que vez al llegar a tu curso y que por varios meses no te importa ni un sucre, ja ja... la gracia poco hace porque la vida después se vive en circunstancias y por ultima, suerte. ​¿Qué lastima vivir dependiendo del azar y de la nada que nos pueda llegar? Qué asco de vida aquella. Pues viendo que el cigarro la llamaba me atreví a méteme con ella de modo de pana como siempre pero, como todo hombre, con la mal llamada "malicia" de vacilártela de un momento a otro, pero que va, eso es lo que menos importa. Mas importa encontrar gente en quien confiar, con quien hablar, con quien identificarse y con ello no sentirse un maldito alien como cuando padezco sentado junto al teléfono esperando a que alguien crea conveniente en su vida acudir a un diablo como yo solo para alegrarse el día. Pues que ingrato es el mundo cuando la gente te habla para sentirse bien con ellos mismos y uno creyendo que tiene cierta importancia en otras vidas cuando es no mas que la mera causalidad de escribir por aburrimiento por que eres de tipo que tan poco le importa el mismo que es capaz de hablarte de sus penas y para solo ser más hijo de puta consigo mismo, se satiriza y ríe desdichadamente creyendo que así su agonía se ira (y no sé cuántas veces he escrito "así"). Pero no, eres de esos que mejoran a otros sacando de la manga algún chiste o anécdota "graciosa" de mal de amores, de alguna herida o siquiera de mera causalidad encriptada en gracia por no caer en llanto. Puede que por ello le escriba a Verónica hace unos instantes y que quiera probar así lo que me ha dicho hace algunos días ¿no? Pues quizás le hable esperando ello o quizás entre copas perdí el hilo de mí propia historia, ella lo sabrá juzgar al leerlo pues eso me ha dicho que hará y que eso me anima a seguir dándole de alguna forma esto. Es una amiga en potencia, anda encrucijada en su imaginativo amorío con un tal Héctor, que no me puedo quejar, tiene lo suyo, y tiene una novia Shirley se llama aunque creo que en Facebook ha de tener su segundo nombre pues así la encontré alguna vez. Y es realmente guapa y sexy. Claro que sus fotos en la red no son lo que yo he dicho, para nada. En si fue que ella era muy apegada a Josep o quizás a Ezequiel y ello me hacía verla y desearla como cualquier hombre ha deseado a alguna mujer aun sin siquiera conocer cosas tan primitivas como su voz o su ser o su cuerpo tan excitante para uno como Héctor (aunque le duela a Vero) , ha de conocer como yo soñaría hacer y se de antemano lo asqueroso que suena esto a primera vista y lo ebrio que he de estar en estos momentos pero eso no quita lo verosímil a todo lo que acabo de decir y quizás hay mucho que le quisiera decir a tanta gente aunque hoy no esté aquí para escucharlo y menos para sentirlo como uno aquí aun en sus peores tramos de la vida cuando la vida para nada favorece.
Termine llamando a mi ex novia María Gabriela por estas llamadas de WhatsApp, no sé con qué fin. De lo que me acuerdo fue haberle dicho que estaba borracho y que la extrañaba y que de ser otra nuestras realidades, le aseguré, estaría con ella. Yo sé que aún le gusto, lo sé, y ella a mi igual (aunque haya escrito a otra chica por la que sentí mucho). Quizás fueron unos 20 minutos, no lo sé. Hablé y hablé y escuchaba las risillas de ella por las tonterías que me salían de la boca sin siquiera pensarlas. También reí. Creí que podría quedarme ahí en el suelo hablando con ella por horas pero eso no estaba en los planes de ella que de un momento a otro me colgó. ¿Dije algo malo? Puede que haya dicho mil pero seguí sin saber que pasó. Me quede allí pensando lo que le dije que por menos es algo que recuerdo ahora. Me hizo gracia que repetía una y otra vez que no crea que era simplemente que por ebrio la llamaba (y es muy probable que sí) pero no lo quería aceptar. Creo que dormí después. Cuando me desperté y fui al baño por unas tremendas ganas de orinar olfateé un aroma tan nauseabundo y al levantar la tapa del retrete observe vomito. No sé cuándo vomite pero allí había vomito. ¿Qué idiota no baja la válvula? Yo, felizmente yo. Pues hice lo que quería hacer y volví a caer. Caer con una sonrisa tonta en la cara.

Una que otra mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora