4. Efecto negativo.

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      Karina recorrió con nerviosismo cada aspecto de su perfil, seguía teniendo esas pestañas largas tan hipnóticas, y su atractivo no había desaparecido a lo largo de los años, sino que se había acentuado aún más por la madurez y dureza que había adoptado su rostro.

      ―Definitivamente no soy la persona que estás buscando ―rio ésta con disimulo e intentó zafarse por el lateral que quedaba libre, pero Erickson colocó su otro brazo en el camino, impidiéndole el paso.

      ―Tus ojos y tus labios no han cambiado ―aseguró él, paseando despacio la mirada de unos a otros.

      Karina giró la cabeza hacia un lado evitando el contacto visual entre ambos.

      ―Karina… ―lo oyó decir con un atisbo de súplica en su voz, guardando silencio tras haber pronunciado su nombre.

      Se giró para mirarlo, sus ojos la observaban sin detenerse en ningún punto en concreto, como si quisiera devorar todo de ella y no saber por donde comenzar. Antes de darse cuenta de ello ya se había decido por sus labios que por segunda vez en mucho tiempo se encontraban pegados a los suyos, sin ningún tipo de consentimiento, besándola con avidez. Alzó las manos y comenzó a golpear su pecho con fuerza, pero no consiguió apartarlo ni un solo milímetro de ella.

      Las puertas se abrieron.

      ―Render ―una voz irrumpió, provocando que se separara de inmediato haciendo una mueca de disgusto, mirándola fijamente.

      Karina tenía el puño apretado, pero no se había atrevido a darle una bofetada aquella vez en el pasado, y tampoco había sido capaz de dársela entonces. Erickson miró su puño y una mueca de satisfacción asomó en su rostro.

      ―Al menos esta vez no has huido ―dijo cerca de su oído, haciéndola temblar de la impotencia. Después se volvió hacia la voz, apartándose de ella y dejándola al descubierto ante la sorprendida mirada de Alex―. Ha sido un placer Maxwell ―musitó dirigiéndose a éste, cogiendo su maletín y saliendo del ascensor.

      El fuerte portazo que proporcionó la puerta de la calle cuando salió por ella la hizo salir del estado de aturdimiento en el que se había quedado. Elevó con suavidad la cabeza y se encontró con los ojos de Alex que la miraban con curiosidad. Dio algunos pasos al frente con inseguridad para salir del pequeño cubículo que la estaba atosigando, pero se detuvo al darse cuenta que él no se había apartado de la salida.

      ―¿Os conocíais? ―La miró con interés esperando una respuesta.

      ―Yo…no se…―algunas palabras sueltas salieron a trompicones de su boca. No sabía que decirle, tampoco sabía con exactitud cómo había sucedido.

      ―¿No sabes si os conocíais? —el sarcasmo se integró en el tono de su voz.

      ―No lo conozco —respondió con dureza por la burla que percibió.

      ―No lo conoces —repitió con voz monótona.

      ―Eso he dicho ―concluyó con nerviosismo.

      ―¿Sabes? No sé por qué, pero no te acabo de creer.

      ―Te he dicho que no lo conozco ―arrugó la frente.

      Aquella situación la estaba molestando, parecía que no había tenido suficiente con haberse encontrado con aquel indeseable, sino que además debía de lidiar con ese entrometido vigilante.

      ―Cualquiera lo diría —la observó con molestia.

      ―Bueno, tampoco te estoy pidiendo que me creas, ¿puedo salir ya? —lo retó con la mirada.

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