El día.

176 7 3
                                    

"Vamos, vamos niña no seas mala.
Vamos, vamos niña no seas pagana.
Vamos, vamos niña que te atrapo.
Vamos, vamos niña que ya eres mía."

Una y otra vez esos versos se escuchaban en lo mas alto de las montañas, en lo mas alto de lo alto, en donde todo lo material era insignificante y las estrellas inalcanzables.

Sarah era esa niña atrapada en el credo, atrapada en la religión que su mamá le forzaba a alabar, un Dios que le forzaban a amar.

— ¡Callate! ¡Callate! — dijo Sarah golpeando la alarma que apuntaba las seis en punto.
Por su cabeza pasaban muchas cosas, hoy era el día en el que el futuro de su vida se definiría, o eso decía su madre.

Hora de levantarse, Sarah.- Se dijo a si misma agarrando ropa del ropero viejo de su madre, alcanzo la biblia que estaba en el cajón de su escritorio y lo puso en su mochila.

Se puso unos jens sueltos y una polera que no le favoreció, pero qué más da, así se sentía más cómoda. Salió de su cuarto rápidamente dando pasos largo, típico. Mientras las escaleras rechinaban, una Sarah bajaba.

— Pero... ¿¡¡¡QUE ES ESO!!!? — dijo la hermana Ángela botando el plato que tenia en la mano. —Ponte el vestido que te puse en tu puerta, tu solo quieres avergonzarme enfrente de las otras monjas ¿No? Yendo vestida así... Que mala madre soy. ¡Cámbiate de inmediato, Sarah!

Y lo hizo, sin decir nada, obedeció porque eso es lo que se hacía en aquella casa, no se le pedían opiniones, simplemente obedecer, la hermana Ángela no podía equivocarse, como si no fuera humana y cada palabra que daba venia directo del cielo, pero Sarah sabía que la ropa formal o digamos "bonita'' a un Dios humilde, como decía ser, no le importaba, de seguro ¿No?.

Subió renegando las escaleras, cerró la puerta y vio un vestido blanco, demasiado anticuado Pero... ¿Qué podía hacer? No podía enfrentar a su mamá, no claro que no la mandaría al infierno. Se puso aquel vestido y se miró al espejo, comenzó a llorar, pero al instante se los seco.

Bajo por las escaleras, de nuevo.

— ¡Que linda! — dijo la madre mientras se agarraba las manos.

— Gracias, madre. — dijo sin ganas.

La hermana Ángela vestía un habito, una vestimenta común en las monjas, ella era una ''hermana'' pero quería alcanzar a dar la consagración para que se pueda volver ''madre'', la hermana Ángela todos los días le renegaba a su hija Sarah las razones porque todavía no era madre de la iglesia en la que pertenecía, absolutamente todos los día.

Subieron al primer bus que vino. Y para su comodidad, habían un par de asientos.

Se escucharon risas de la parte de atrás, unas tres chicas vestidas de la manera más vulgar posible, se estaban riendo y señalando tímidamente a Sarah.

— Mamá se están burlando, como la otra vez. — dijo avergonzada.

— Ja! ¿Tú crees que la gente se va a tomar el tiempo en ver a una sin vergüenza? ¿A una cualquiera como tú? No lo creo, hija — dijo tocando el hombro a Sarah.

Sarah bajo la cabeza.

Al pasar unos buenos minutos después.

— Llegamos — dijo volteando su cabeza — ¡Andando!

Hoy día era el primer día de catequesis para la confirmación de Sarah. Un día especial como decía su mamá, el día en que va a comenzar a enriquecer una fortaleza especial del Espíritu Santo y que se va a integrar de forma plena como miembros de la comunidad.

— Buena suerte, hija mía — dijo la hermana besando a Sarah en la frente.

''Hipócrita" Pensó.

Con miedo y fortaleza ingreso a aquella iglesia local, no tan grande, ni tan chica. Tamaño promedio supuso.

Trato de buscar por ella misma la sala en donde le pertenecía estar, ya que no le quería hablar a ninguna de las que estaban ahí. Al seguir caminando sobre aquel piso de madera, vio al final del pasadizo un papel pegado en una puerta que, en letra Arial con negrita, estaba escrito bien grande ''Catequesis para jóvenes".

Pensó en no pasar sobre esa puerta, se quedó pensando un rato, ¿Y si era el destino? ¿Ustedes no creen? Si entra de repente, solo de repente su vida cambiaba. Y si no entra, ¿Va a seguir igual? Nadie lo sabe.

Sarah se dio la vuelta pero sin abrir los ojos, su cara choco con el cuerpo de un chico. Alzo la cara, y vio aquellos ojos azules, con cabellos negros, rasgos hermosos, y en ese momento solo pudo pensar "Oh Dios acá si hiciste un buen trabajo".

— Hey! ¿Vas algún lado niña? — dijo el chico de ojos azules alzando los brazos.

— Si... — dijo embobada.

Entro en razón.

— ¿¡Pero.. quee... que mierda!? ¿¡A quien le dices niña!? — dijo poniéndose colorada.

— ¿Lo siento? Es que... Como... estas vestida con esa ropa pues... Yo pensé que bueno... eras una ¿Niña? — dijo nervioso.

El chico de cabellos negro lo miro de pies a cabeza y se escuchó un "Ohm" y se puso los dedos en el mentón.

— Tienes razón, no eres una niña, apuesto a que debajo de ese trapo hay una casi mujer, digámoslo así — dijo pícaramente.

Sarah se molestó tanto que estaba a punto de reventarle la cara, pero ella misma sabía que no iba a ser capaz de borrarle aquella sonrisa de esa cara hermosa.

— ¿Y Ustedes van a entrar a la catequesis? — dijo un señor abriendo la puerta de la clase donde Sarah pertenecía.

Los dos voltearon rápidamente y acertaron moviendo la cabeza. Se miraron el uno al otro y Sarah no pudo evitar sonreir.

Si era el destino.















Un viaje a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora