Ella
Lentamente Marcos fue descendiendo con sus manos, hasta colocarlas sobre mi cintura acercándome aún más hacia él. Al principio estaba tensa por lo que estaba sucediendo, pero lentamente fui relajándome decidida a disfrutarlo.
Nos dirigimos a la enorme y mullida cama, donde me recosté suavemente de espaldas y Marcos, luego de haber apagado un par de luces para que la habitación quedara con una iluminación tenue, se colocó sobre mí depositando suaves y delicados besos a lo largo de todo mi torso, haciendo que un fuerte escalofrío brotara en todo mi cuerpo. Continuó acariciándome y abriéndose el paso por todo mi cuerpo. Lentamente comenzó a levantar mi blusa, hasta quitármela por completo y siguió con mi pantalón, dejándome sólo en ropa interior; me contempló unos segundos y continuó con sus besos a lo largo y a lo ancho de todo mi cuerpo, como si se tratara de una especie de ritual del cual me estaba volviendo adicta.
Él se incorporó para quitarse el polo negro que vestía y desprender la bragueta de su pantalón, inclinándose nuevamente hacia mí y besando mis labios, acariciando mis muslos simultáneamente e indicándome que los abriera, para poder ubicarse entre mis piernas. Mi corazón latía a mil por segundo y nuestras respiraciones agitadas sonaban en la habitación.
-Estás temblando ¿estás bien?- me susurró al oído, seguido de un beso en el cuello.
-Sí- contesté en un hilo de voz.
Temblaba, sí, pero no de miedo. Temblaba por la emoción, la excitación y la curiosidad de saber qué era lo que iba a sentir a continuación, temblaba por la sensación de tener junto a mí a la persona que más quieres en el mundo. Temblaba porque él me hacía temblar y en un segundo podía convertirme en el ser más vulnerable de la Tierra.
Se apartó unos segundos de mí y se dirigió hacia su bolso que estaba ubicado en un sofá a unos metros de la cama, de donde sacó un pequeño paquete plateado. Volvió hacia mí y lo abrió; giré la cabeza de inmediato pues no superaba la vergüenza del todo y no quería observar lo que estaba haciendo, pues sabía muy bien de qué se trataba. Se recostó nuevamente sobre mí, besándome como lo había hecho desde un principio, abrió mis piernas y quitó mis bragas.
-Podemos parar cuando quieras, sólo dilo- me susurró al oído -.Hazme saber si te hago daño.
-Sólo hazlo- contesté suavemente, preparándome para lo siguiente.
Un dolor punzante me atravesó y lágrimas brotaron de mis ojos, pero luego todo cesó. El dolor se transformó en placer y comencé a disfrutarlo; una mezcla de emociones comenzaron a surgir y simplemente lo disfruté. Marcos no paraba de besarme y decirme lo mucho que me amaba, no paraba de ser cariñoso y hacerme sentir especial, simplemente no paraba de hacerme feliz.
***
Me encontraba acostada boca abajo y Marcos acariciaba mi espalda desnuda, recostado de lado junto a mí, mientras me observaba fijamente.
-¿Qué te sucede?- preguntaba -¿Te hice daño?
Quité la almohada con la que cubría mi rostro y lo observé.
-No. Es que...siento pavor por lo que acabamos de hacer- Marcos reía -No te rías. Pienso en lo que diría mi madre si se enterara o mi padre y muero de vergüenza y culpa.
-No seas tonta, no debes pensar en eso. Veamos, te lo explicaré como a los niños: cuando un hombre ama mucho a una mujer, ellos...- me trataba como a una niña, pero lo interrumpí con un golpe en el hombro mientras ambos reíamos -¿Tan mal estuvo?
-No- reí y cubrí mi rostro -Fue tan...malditamente perfecto, que siento culpa.
-No debes sentir culpa si amas a la persona con la que sucedió ¿sabes? Y yo te amo.
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Amor prohibido
Teen FictionCamila Garcia jamás se imaginó todo lo que podía llegar a sucederle tan solo con 15 años. Una historia con mezcla de amor, celos, detalles de la vida cotidiana, amistad, desencuentros, etc. *No prometo el tipo de redacción al que están acostumbrados...