Todo resuena y chilla, las cortinas se han abierto, la luz entra bañando todo a su paso; mientras el sol se pone en su punto más alto un grupo de personas corren de un lado a otro, hay brillantina y colores pasteles por los pasillos, ahora no son los vestidos de la princesa quienes dan color al lugar. Cuando suenan las últimas campanadas una melodiosa voz resuena por los pasillos y otra gruñe tratando de deshacerse de la sonrisa colgando de sus bigotes blancos.
—feliz cumpleaños, Candy. —el hombre de barba blanca y traje azul se endereza y deja un ramo de rosas violeta sobre la cama, la joven de largos rizos vuelve a gritar y salta sobre su padre de manera brusca.
—¡Candy! —exclama deteniéndola antes de que llegue a él, Candy rueda los ojos, se incorporada y salta sobre su padre desprevenido, ella ríe mientras él la abraza sin decir palabras.
"Es igual a ella" piensa cuando Candy se aleja y toma las rosas para olerlas.
—mis favoritas. —susurra y emboza una sonrisa con los ojos cerrados.
—traídas desde el exterior. —Candy mira a su padre con ensañamiento, esté acomoda su traje, luce impecable. Ella debe lucir desastrosa con todo su cabello sobre su cara y ni hablar de la marca de la almohada sobre su mejilla, sabe que está ahí aunque no la vea.
—tienes dieseis. —murmura su padre, Candy no lo nota pero luce preocupado, se aleja un poco y ve a la chica a un lado, esta asiente y sale del cuarto.
—Candy... —antes de que hable, Candy lo interrumpe— conozco las reglas, papá. —confirma, su padre conoce lo suficiente a Candy para saber que esta noche le dará dolores de cabeza, pero se lo había prometido y ya no podía mantenerla más alejada.
—papá. —llama Candy cuando su padre está por salir— recuerdas... —Candy cruza sus dedos para que su padre asienta.
—si, recuerdo lo que te he prometido, después de este día, tu cuarto cambiara. — Candy sonríe hasta que se da cuenta de las sus últimas palabras ¿su cuarto? Se desilusiona.
—habías prometido más... —murmura ronca, quería llorar, estaba tan ansiosa por este día, por lo que cambiaría y ya había perdido algo.
—Candy, te dije que lo pensaría, he cedido en tu habitación, no me presiones. —contesta su padre saliendo, Candy se desploma en la cama, suspira pesadamente y despeina más su cabello.
¿No se supone que una princesa obtiene lo que quiere? Niega, ella no era una princesa normal.
—Candy, tengo algo para ti. — la joven de hace minutos vuelve, lleva un vestido verde acorde a la dama de una princesa, impecable. Su cabello recogido en un moño sin un cabello fuera de lugar, esa era Amelia. Candy se levanta, Amelia niega cuando ve lo que ha hecho con su cabello, era un nido de pájaros.
—¿es lo que estoy pensando? —interroga Candy levantándose de la cama, Amelia sonríe complacida, le gustaba ver a Candy feliz, sus grandes ojos brillan tanto que parecen estrellas en el cielo, luce tan inocente como siempre. Candy era un ser que no había sido aún tocado por la maldad y el trabajo de Amelia era mantenerla de esa forma.
—tu vestido. —confirma Amelia dejando caer la manta que cubría el maniquí.
La fina y risueña figura de Candy danza por la habitación; Amelia no le niega este pequeño momento y la deja seguir hasta que se cansa y vuelve la vista al vestido.

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Rosas de cristal
Любовные романыEn el reino futurista de lenevia, el rey celebra los dulces dieciséis de su preciosa Candy, todos hablan de la belleza de la princesa, la dulzura de su voz, su piel tensa y vibrantes ojos azules; en un castillo con pasillos de cristal, donde todo se...