II

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Amelia

—¿están listos los aperitivos? Recuerden que todo debe estar en orden a las siete. —explica Amelia entrando a la espaciosa cocina, con estantes blancos que se corrían con un simple tacto. Huele a azúcar y condimentos, todos en el lugar parecen pequeñas hormigas moviéndose de manera coordinada.

—¿dónde está la niña? —interroga la vieja Agata, decorando unas galletas en la bandeja de oro.

Amelia desarruga su vestido y alza la vista a Agata que ahora prueba una espesa sustancia morada. Agata lleva años sirviendo al castillo, no hay nadie que no la conozca, la gruñona y amargada Agata, su delantal blanco está sucio de demasiadas cosas para saber que ha hecho.

—en su habitación, ansiosa, alegre. —comenta Amelia cansada, bosteza y Agata se detiene con los ojos entrecerrados y la cuchara de manera en su dirección.

—cuida donde esa niña mete sus narices, tanta curiosidad terminara matándote. —gruñe Agata, y vuelve a su trabajo, por un momento todos se detiene, los platos dejan de rechinar, todos se detienen y vuelven hacia ella.

—en tus manos están las cabezas de todos, no permitas que haga algo. —el joven robusto lleno de harina se acerca más Agata y la toma por los hombros, huele a pan recién horneado, eso la hace sonreír; le recuerda a su hogar.

—sé que la quieres pero ella... ¡Dios! Ella es...

—el demonio. —termina Esmeralda, la rubia con cara de haber olido algo podrido como su corazón, que nunca puede callarse la boca.

—el demonio. —repite él joven, un quejido sale de sus labios y se voltea a ver a la causante, quien aprieta los labios con las manos en jarra, Esmeralda soba su brazo mirando mal a Agata.

—¿han olvidado que estas paredes tienen oídos? Idiota, el horno te ha consumido el poco cerebro que tenias y tú también —vuelve a darle a Esmeralda— tu asqueroso culo saldrá echando llamas de aquí si no te callas y trabajas. —los reprende Agata, las arrugas de su cara se ciñen más, su largo cabello blanco es muestra de los años que lleva encima.

—ella solo es... —Amelia se detiene pensando— especial. —termina Amelia recordando todas las travesuras de las que ha tenido que sacar a Candy, era cierto que era un imán para los problemas, pero ella la quería tanto como una hermana.

—te apuesto que algo arderá, ¿recuerdan el día que incendio la cocina? ¡Pensé que Agata la mataría y nos libraríamos de ella!  —otro golpe termina en el hombro del musculoso chico de ojos rayados.

—¿qué? ¡El día que rompió el candelabro! Aún me pregunto cómo logró hacerlo. —Amelia ríe sin poder evitarlo.

—Iván, te recuerdo ella también te salvó el pellejo aquel día con el pan quemado. —le recuerda Amelia, todos alrededor han vuelto a trabajar menos ellos.

—¡yo no queme ese pan! ¡Otro signo de su locura! ¡A ella le gusto! Dios, un pan quemado. —réplica Iván negando, su mandíbula ancha y varonil se inclina hacia Amelia.

—quizás ella misma lo quemo, quién sabe. —añade convencido de su idea, Amelia lo golpea pero él ni se inmuta ante el golpe, le lleva más de tres píes a Amelia, fácilmente podría aplastarla.

—¿quién quiere apostar que quema algo? Ofrezco 10 dólares. —declara Iván sacando un billete de su delantal, el polvo sobre él se levanta y Amelia tose negando, Iván la mira con signo de disculpa escondiéndose entre sus hombros.

Todos comienzan a murmurar de lo que podría pasar esta noche, desde un incendio hasta la muerte de alguien en manos de Candy.

—¡desaparecerá! Doy 20 dólares, ese demonio disfrazado de niña irá a lo grande. —salta Esmeralda, su vestido opaco y viejo le da una apariencia vieja cuando tiene unos escasos diecisiete, Agata abre los ojos y lleva sus manos a su pecho mientras Iván ríe sonoramente. 

—¡Oh dios nos salve! porque nuestras cabezas y las del resto rodarán. —Agata se toca el pecho con su normal voz ronca y niega pidiéndole algo a Dios, que nadie escucha.

—¿se están escuchando? Solo es una niña, denle algo de crédito, hoy se portara muy bien, sabe que podría perder la oportunidad que su padre le ha dado. —comenta Amelia ahora contra el mesón, toma una uva y se la lleva a la boca.

—¿el cuarto? En eso compadezco a esa pobre chica, ¿cómo puede vivir sin privacidad? —se une a la platica la pequeña Megan, su delgado cabello cubre su rostro que al igual que su hermano, está lleno de harina.

—como si alguno de nosotros la tuviese. —susurra Agata meneando una salsa, Amelia hace una mueca ante lo dicho.

—¿compadecerla? ¡Es una princesa! Una muy molesta princesa pero princesa, ¡su desayuno vale más que todos los vestidos de mi vida! —réplica Esmeralda con desagrado, Amelia recuerda la discordia que siempre ha habido entre ellas, incluso antes de nacer la hubo entre sus madres.

>>> Esmeralda era hija de una de las antiguas damas de la reina, en ese tiempo ella también era candidata a ser la dama de la futura princesa pero el rey no lo quiso, apartó a Esmeralda de Candy cuando ella solo era una bebe de dos meses, trajo a Amelia quien también había sido educada para servir como dama, desde entonces Esmeralda guardaba rencor, sus miradas largas sobre ella solo destilan rabia e ira. 

Ella quería estar cerca del trono.

Amelia sonríe agradecida porque no hubiese sido así, Esmeralda hubiese destruido la inocencia de Candy, el rey también lo sabía, con esa boca sucia y la envidia que destila al hablar, no iba a ser la mejor para su dulce hija, Esmeralda solo ha querido una cosa en toda su vida y era tener poder.

—¡Amelia! —la aludida enfoca su mirada en Iván quien rasca su cabello— ¿adónde has ido? Te han llamado por las bocinas, el rey pide verte.

Antes de que Amelia logre salir Iván se adelanta y toma su brazo.

—cuídate ¿si? — Amelia asiente y emboza una sonrisa, Iván siempre ha sido su mejor amigo después de Candy, también lo conocía desde niños.

—está bien. —contesta Amelia saliendo al encuentro con el rey.

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2015 ⏰

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