Capítulo 1
Camino cerrado.
No era tan excitante como me lo había imaginado.
Era la sexta vez que salía en una cacería ese mes, y el tanque era un auténtico horno con ruedas.
No había mejor nombre para nuestro transporte del día. Una camioneta Hummer agigantada, con ametralladoras de gran calibre postradas en dos puntos estratégicos, además de un lanza misiles y armadura blindada casi impenetrable. Construido además, para que viaje cómodamente un grupo de seis personas. Vaya juguetito.
Aun así, esperaba un poco de acción aquel día. No había soportado horas de consejos, recomendaciones y frases tipo "recuerda siempre..." sólo para chocar de frente con una farsa más.
Recibimos información de un posible nido de nocturnis justo en los bordes del desierto. Pero no habíamos tenido suerte los últimos meses.
Éramos ya pocos en el mundo que luchábamos por un ideal que al principio, era casi una iniciativa popular. Un mundo libre de vampiros, o como los llamábamos despectivamente: "los nocturnis", por el simple hecho de que eran unos seres casi indestructibles, pero tenían, por decirlo de alguna manera, piel sensible.
Se les conocían pocas debilidades. Eran más rápidos, más fuertes (definitivamente más estéticos) más ágiles y más regenerativos que el humano promedio... perdón, mi error, que el humano en su totalidad... punto. Sin embargo, los rayos UV eran mortales para las mencionadas bestias. También podías arrancarles la cabeza o atravesarles el pecho. Son pocos los que podían hacer eso, por supuesto.
Así que dormían en el día, convirtiendo ese momento, en el mejor para tomar una despiadada venganza.
Por otro lado, había quienes decidieron adaptarse a ese modus vivendis, e incluso aprovecharon la situación para obtener poder mal habido, en base al miedo de las personas.
A cambio de protección debías pagar una cuota. Una gran cuota.
Sin embargo, los nocturnis eran sólo parte del problema. Con su llegada, hacía ya varios años, cientos de seres demoníacos habían poblado la tierra. Todos, al parecer, bajo el mando de los amantes del plasma humano.
Es por eso que enfocábamos nuestra atención en los chupa sangre. No quitaba, de ninguna manera, el hecho de tener que prepararnos para enfrentar criaturas igual de temibles.
En el Tanque, viajábamos los seis de siempre.
Marco De la Torre: líder de nuestro modesto grupo; cazador desde los inicios del nuevo holocausto humano; treinta y cinco años de edad. Experto cazador; siempre mantiene la calma cuando los demás perdemos los estribos.
Se unió a un grupo de rebeldes cuando las milicias habían fallado o desertado. Ex marine, curtido en todos sus acabados, y fornido como un toro. Además, medía casi 1.90 de estatura. Cabello corto (estilo militar, por supuesto) rostro duro y cuadrado; con una barba tan gruesa, que bromeábamos al respecto: ¿Ya vas al aserradero por una rasurada?
Su pareja en todos los aspectos: Marie Richards, iba en el asiento del copiloto navegando con suma precisión. Piel morena, no tan alta como Marco, cabello negro y siempre bien sujetado. La conciliadora del grupo, y psicóloga en muchas formas; era casi una madre para nosotros.
Utilizaba un mapa GPS, instalado en el tablero del Tanque, además de manejar a la perfección los métodos tradicionales, como mapa y brújula.
En los asientos laterales, y a cargo de las metralletas, estaban los gemelos fantásticos: (respetando derechos de autor por supuesto) Lois y Jessica Van Hommel. Los encontramos en un refugio en uno de nuestros viajes (cacerías) a Europa. Francotiradores natos; su padre era un experto en armas, ellos habían heredado conocimientos muy útiles. Contaban con 25 años de edad.
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El diario de esa noche: La espada de Salomón
VampirosEl mundo ya no es lo que solía ser. Los humanos ya no son la cima de la cadena alimenticia, hoy más que nunca, el instinto de supervivencia es primordial, y sólo los más fuertes, serán capaces de ver un nuevo amanecer.