Capítulo 2

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Se vistió rápido, cogió la cámara, el bolso del portátil y salió del hotel. Tardó cinco minutos en llegar a la playa en la que ya empezaba la gente a plantar su sombrilla en primera fila, ella en cambio no tenia intención de quedarse para tomar el sol, ni tampoco bañarse, había ido para hacer fotos.Llevaba en la playa mas de media hora cuando se dio cuenta de las miradas que tenía encima, supuso que sería por como iba vestida,pero su vestido negro no le parecía motivo para esas miradas, los ignoró otro rato más y luego se dirigió hacia el centro, hizo unas cuantas fotografías allí también, entonces decidió entrar en la cafetería del chico sonriente, aunque no lo vio en el local. Se sentó en una de las sillas de y tecleó el número de su posible casero.

- Diga- parecía distraído.

- Soy la chica del anuncio,¿lo has pensado mejor?

- Eso debería de preguntarte yo. ¿Piensas pagarme esa cantidad?

- No, pero pienso en tu exmujer.

- ¿Cómo?

- Con la mente.

- ¿Cómo sabes lo de mi ...ella?

- Sé muchas cosas, también sé que tu mujer no sabe sobre ella y tampoco sobre él, te lo pregunto otra vez. ¿lo has pensado mejor?

- ¿Quieres vivir gratis ahí, o quieres dinero? Te puedo pagar.

- Venga ya hombre, si sé lo de tu mujer también sé que tienes dinero suficiente como para no tener el piso ese en alquiler, y no soy de esas personas que viven a expensas de alguien. Te voy a pagar. Pero lo que vale, no lo que pides.

Badia estaba callado,parecía estar pensándose la propuesta. Sara estaba paciente, no tenía prisa porque sabía que él iba a aceptar, no pensaba decirle nada a su mujer, pero el hecho de decirle convertía el farol en una amenaza.

- Bien, ¿donde te veo?

- Estoy en la calle Septiembre, en la cafetería de la esquina. Estaré aquí hasta launa de la tarde. Tienes quince minutos.

Colgó.

Volvió la atención a su portátil, entró en la pagina de empleo y ojeó las ofertas para luego enviar su cv a todos en los que se había interesado. Luego cambió su búsqueda por cursos de fotografía, porque nunca le venía mal aprender las nuevas técnicas. Solo encontró un lugar donde se impartían, había tres niveles, buscó el formulario y se apuntó en el grupo avanzado. Ya no tenía que hacer nada, solo tocaba esperar recibir el mensaje de ellos diciendo que había plaza,ya tendría algo que hacer aparte de fotografiar a gente vacía por dentro y a paisajes que ya nadie apreciaba.

- Aquí tienes- le tiró una carpeta en la mesa- están todos los papeles, falta poner el tiempo que te vas a quedar.

- Hola, el tiempo será un año, pero no te enfades hombre, no pienso dar mucho por culo.

- Ya- sacó un bolígrafo y apuntó el tiempo en una de las hojas de la carpeta- firma, yo ya lo tengo firmado.

- Bueno- ella cogió las hojas y empezó a leerlas.

- Está todo claro, y medas tu palabra de que no me molestarás para nada, tengo las llaves aquí- los sacó del bolsillo y las puso en la mesa- no quiero problemas, mi número de cuenta está apuntado ahí para el ingreso del dinero, para cualquier otro papeleo te acercas al ayuntamiento.

- Gracias

- Claro- se rió burlón y cruzó la calle corriendo.



Esa misma tarde Sara había recogido todas sus cosas de la habitación del hotel y se dirigió a su nuevo hogar. Lo primero que hizo fue abrir las grades ventanales, limpiar toda la casa a fondo y por último sacar el sofá mugriento, lo último le resultó bastante difícil ya que su peso no era lo suficiente para poder mover fácilmente el sofá, pero finalmente lo consiguió, aunque terminó con una mano morada y el meñique del pie rojo. Sacar el colchón le resultó mucho más fácil ya que no era muy grande y no pesaba casi nada. Después de ducharse, encargó un colchón por internet el cual llegaría, según la página, como mucho en dos días, hecho el encargo salió a comprar una pizza vegetariana y un zumo de melocotón para la cena y café de sobre y un paquete de azúcar para el desayuno. Estaba alegre y le apetecía comer con buenas vistas por lo que salió a la terraza, puso la silla del salón fuera y la pizza a su lado en el suelo, junto a la limonada. Con los pies en la valla de la terraza contemplaba las luces de la oscura noche, estaba feliz, por una vez en su vida se sentía completamente libre. Unos minutos después de estar contemplando las calles escuchó un ruido en la terraza del piso contiguo al suyo, que estaba separado con una pared a media altura, pero no se molestó en ponerse de pie para ver quién estaba al otro lado. Después de comerse el segundo trozo de la pizza cerró la caja y cogió el móvil para llamar a Joel.

El último pisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora