Juego de asesinos

Capítulo I: Los cuatro ases

En una vieja silla de madera estaba sentado un hombre de aspecto misterioso. Era algo pequeño y tenía un sombrero negro que le cubría gran parte del rostro. Estaba sentado al fondo de un cuarto mal iluminado, parecía una cantina, tallando un trozo de madera con un puñal, como si eso le diera tranquilidad y cuando vio unas botas blancas alzó la mirada.

—Es hora de irnos, Jack —dijo un muchacho mientras lo miraba fríamente. Era un joven algo alto, sus ojos eran rojos y llenos de fría rabia.

—¿Otra vez empezaron los problemas en Copitrédia? No tengo ánimos para ir con esos vejestorios, Albert —preguntó Jack sin alzar la mirada.

—En Copitrédia no, pero entre los ricos sí —hizo una pausa para tomar una silla y sentarse al lado de Jack—. Escuché que ofrecen una jugosa recompensa si hacemos bien el trabajo —susurró Albert al oído de Jack para no llamar la atención de otros agentes de Copitrédia.

En ese entonces Jack dejó de tallar la madera y vio a Albert, sus ojos negros brillaban por esa pequeña frase y sonrió de forma macabra. —¿Y qué esperamos? —preguntó levantándose mientras guardaba el pedazo de madera—. Debemos de apresurarnos antes de que cambien de opinión —dijo y comenzó a caminar.

Salieron de la habitación y un muchacho tomó del brazo de Jack. —Bien hecho Albert, atrapaste a Jack —exclamó una chica. El muchacho que tomó a Jack tenía ojos de un azul intenso, en cambio la chica era rubia y sus ojos verdes no tenían pupilas.

—No fue tan difícil Lily —dijo Albert y ella vio a Jack con una sonrisa.

—Si no lo hacíamos así jamás saldrías de ese hoyo negro, ¿no es así Arthur? —afirmó sonriendo y Jack observó enojado a Arthur.

—En todo caso, ¿para qué me sacaron? —cuestionó Jack algo enojado.

—Es sobre un asunto muy importante, y también tiene que ver con lo que te dijo Albert —afirmó Arthur y soltó a Jack.

—Aquí no es un lugar seguro en donde podamos hablar de eso, debemos de ir a la base central y salir de este sucio agujero —dijo Lily dando la vuelta y comenzó a caminar.

Los otros le siguieron algo confundidos, aunque estaban de acuerdo. Estaban en la base de las picas, un antiguo edificio muy sombrío. Cada vez que se cambiaba de as, el gusto de la decoración también se modificaba y a Jack le gustaba que estuviera algo a oscuras. De igual forma influyó su carácter de no pagarles a los empleados encargados de cuidar la base y por eso se había deteriorado.

Habían salido por la puerta principal de ese edificio y se veía que estaba un cochero con el carruaje esperándoles. Todos subieron al carruaje y el cochero arrancó indicándoles a los caballos que avanzaran.

—¿Misión importante? —preguntó Jack mientras veía el carruaje—. Por lo general mandan carruajes más adornados cuando son misiones importantes —afirmó con un tono de incredibilidad.

—Les dijimos que llevaría al fastidioso as de picas y nos dieron esto —contestó Albert y Jack le miró con rabia.

—No es hora de empezar una pelea, esto es algo importante y que incumbe a los cuatro —intervino Lily.

—Tiene razón—interrumpió Arthur—. Los agentes de Copitrédia han descubierto un gran flujo de kryuns saliendo de una caverna cerca de la costa oeste y se necesita mucho poder para erradicar con el problema—comentó Arthur.

—Ya mandaron a todos los 8 que tiene Copitrédia, sólo uno sobrevivió y apenas pudo balbucear algunas cosas antes de morir en la base central —agregó Albert y Jack miró hacia la ventana.

—Es algo que suena muy extraño, pero debemos de ir a contener la zona, si lo logramos seríamos leyendas como los primeros ases, o incluso más —dijo Lily.

—Además tendríamos mucho dinero, influencia y lo que más deseas, poder —dijo Albert y enseguida los ojos de Jack tomaron un brillo increíble.

—Está bien, les ayudaré a la misión de la que me dicen —aceptó sonriendo.

A Jack le gustaba el dinero y el poder, aunque muy pocas veces gastaba su dinero y solamente ejercía su poder como un as en Copitrédia, le gustaba trabajar solo ya que siempre que le ofrecían trabajar en equipo argumentaba «si alguien desea ayudarme, será mejor que no interfiera con mis objetivos», así que el hecho de que haya aceptado trabajar con los otros ases ha resultado algo inesperado para ellos.

Continuó el camino en el carruaje, algo aburrido ya que ninguno se dirigía la palabra, a veces algunas miradas furtivas escapaban de sus ojos. Hubo un momento en el cual el carruaje se detuvo y bajaron la gran base central, ubicada cerca del castillo real.

—Copitrédia, espantosa Copitrédia —dijo Jack al bajar del carruaje.

—Buen día, es un honor recibirles en la base central —dijo un joven con un uniforme blanco con verde—. El jefe les está esperando en su oficina —hizo una reverencia y acto seguido los ases pasaron.

La base central de Copitrédia era muy lujosa, llena de ventanales que alumbraban el lugar, jardines perfectamente cuidados, una limpieza impecable, muchos aspirantes a pactar con karpekas de cualquier clan estaban ahí entrenando, en la pared había retratos de los ases anteriores y de grandes héroes y villanos que nacieron de Copitrédia; era como un templo de devoción hacia aquellos que habían dejado una gran huella en la historia de la organización.

El chico les estaba guiando hacia la oficina del jefe, la autoridad que regía a toda la organización y tenía un rango más alto que los ases aunque no tenía una karpeka. Era un rango que se ganaba con el tiempo y sobre todo con mucho esfuerzo, cuando sé es jefe de Copitrédia influye también el dinero y poder que conseguiste siendo agente de la organización.

Se detuvieron al frente de una gran puerta que era custodiada por dos grandes guardias y abrieron la pesada puerta. En el interior del cuarto había un gran ventanal con un escritorio mediano y una silla de espalda alta, entonces ésta se recorrió un poco, de ahí se levantó un hombre.

Era alto, tenía el cabello gris y su semblante era muy serio. —Conde Austin, jefe de Copitrédia, ante usted los cuatro ases, Albert, Jack, Lily y Arthur —dijo el chico que los condujo hasta la oficina central y el Conde los vio con una sonrisa escalofriante.