Blood - First

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El horror que Heojun se había visto obligado a presenciar durante días no conocía palabras exactas para ser descrito. Introducido allí por su padre, fundador de aquella tétrica organización, el cual estaba convencido de que su hijo era el candidato perfecto para seguir con lo que él empezó, se había visto forzado a ver tantas cosas que incluso, algunas noches, cuestionaba su salud mental. Que si sacrificios, que si oraciones en idiomas antaño muertos; todo con tal de venerar a lo que consideraban "El Verdadero Señor del Universo"; al joven se le antojaba estúpido que cometieran semejantes atrocidades con la excusa de traer de vuelta a un ser cuya existencia desconocían. Y todo, absolutamente todo, envuelto en sumo misticismo, como si quisieran darle a sus atrocidades alguna especie de aura intrigante.

A vistas de todo lo que le rodeaba, si en cualquier momento se le hubiera presentado la opción de salir corriendo, no le habrían hecho falta más de dos segundos para esfumarse; pero dicho momento nunca llegaba, de hecho, más bien se alejaba poco a poco, pues cada día la situación se tornaba un tanto peor. Sobretodo cuando llegó aquel chico.

Jaeho.

Su entrada fue triunfal. Cayó rampa abajo dentro de un oxidado carro de compra y chocó contra el tope que significaba el fin de aquella travesía, volcándose el carro por semejante velocidad y cayendo el cuerpo endeble del chico al suelo de hormigón.

Fue entonces cuando aquel que se hacía llamar Buffy caminó hacia él con paso chulesco y le tomó del mentón con violencia, clavando su fría mirada en los ojos ajenos, que permanecían cerrados. -Te ves bien. Eres perfecto para ser el siguiente.- pseudo-halagó el rubio, dibujando una media sonrisa antes de golpear con su palma la mejilla ajena, que, gracias al tono pálido de piel que el chico poseía, dejó una marca rojiza en aquella zona.

Heojun sintió ganas casi incontrolables de acercarse al agresor, palmear con amabilidad su hombro desde su espalda y, en cuanto el otro se girara, incrustar su puño en la nariz ajena, asegurándose de que se la rompía. De hecho, incluso hizo el ademán de ir hacia él; pero las miradas ajenas, clavadas de forma amenazante en su nuca, le hicieron cambiar de opinión.

Porque recordó que, si pegaba a aquel chico, estaba muerto. Y, si él moría, nadie podría salvar al recién llegado.

Los ojos del nuevo se abrieron lentamente, despertando la curiosidad de muchos, y, no, no es que tuvieran ganas de saber de qué color eran los ojos del otro o cuanto de grandes eran; lo único que les interesaba era saber cómo reaccionaría aquel chico al encontrarse indefenso en semejante lugar.

Al principio se sintió completamente aturdido y con una extraña sensación de calidez en su mejilla. Conforme pasaron los segundos fue despertando y el mundo que le rodeaba se tornó más nítido. A unos cuantos minutos ya pudo ser capaz de entender la situación.

Había sido secuestrado, llevado a la fuerza, o como se quisiera llamarlo. Aquel grupo de locos, por algún motivo, había decidido tomarle. Había tenido la tan mala suerte de ser el "elegido".

Se sentó en el suelo con dificultad, mirando al pequeño grupo que le rodeaba con terror, suplicando ayuda. Se echó hacia atrás hasta que su espalda golpeó el tope. Fue a gritar, pero una mano tapó su boca. -Los chicos buenos no gritan- se burló Buffy, manteniendo su mano mientras que el otro movía su cabeza con violencia con tal de apartarla.

Imágenes borrosas de lo que pudo pasar antes se agolparon en su mente mientras forcejeaba. Recordó haber estado en un barrio oscuro, a una figura que pululaba entre las sombras y, de forma discreta, se acercaba a él; a su pareja, con la cual pasó algo de tiempo aquel día.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2015 ⏰

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