Hoy el día se despertó nublado, o como a mi me gusta decir, rebelde. Llegue a Lostland sobre las siete y entré en mi despacho. Me senté sobre la cómoda silla y medité un poco. Entonces, debido a mi capacidad y mi don de detectar anomalías, esas pequeñas cosas que salen del contexto, me fijé en que había un sobre en la mesa entre medio de millones de montones de papeles. Llamé a Lucy, y está apareció enseguida esbufegando un poco. Me preguntó hiziendo andemán de apartar el humo que salía de su caliente café:
- ¿ Necesitas algo, Kate? - me preguntó con su voz dulce y melodiosa- Y le dije:
- ¿ Sabes cómo ha llegado este sobre a mi mesa? Se supone que se tiene que dejar en el departamento de correo.
- No, la verdad. - dijo desconcertada- Ahora que lo pienso, hoy a venido un nuevo cartero, me dijó que se llamaba Paul, y me ha preguntado a que hora estarías, y si le podía dar tu dirección perosnal de tu piso apar entregar-lo allí. Era muy simpa...
- ¿No le habrás dado ninguna información personal, verdad? - La interrumpí precipitadamente-
- No, no, no soy tan desastrosa. Pero es verdad que no llevaba ningún papel ni nada del estilo. Que extraño- musitó con voz apagada.
¿De donde había salido ese extraño cartero? Eso no era una buena señal. A lo mejor era alguien cuyas intenciones no eran repartir un par de sobres. Fijé la mirada sobre el sobre, el qual no tenía remitente. Aún más extraño. Algunas sospechas empezaban a rondar por mi cabeza. Por dissipar mis dudas telefoneé al cartero, un viejo empleado el qual era conocido y respetado por todos aquí. Un pitido, dos pitidos, tres, cuatro, cinco pitidos. Nada. Lo intenté otra vez.
Todo aquello no tenía ninguna explicación. Lucy me miraba preocupada desde los asientos enfrente de mi mesa. Entonces Lucy rompió el hielo:
- ¿Escucha, Kate, no creeras que era, hum, ya sabes, ellos? - dijo mirandome con preocupación.
- No lo sé, Lucy, no lo sé...
Mi mirada se posó sobre el sobre de nuevo. Así que lo abrí, y lo que encontraría dentro me iría a traer muchos problemas...
