Aferrarse

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Cuando el problema es la solución y la enfermedad es la medicina, algo no está bien. Tal vez eso que nos llena por fuera nos destruye por dentro. Quizá esa sonrisa, en su interior, llora.
No nos damos cuenta que a veces las cosas y/o personas a las que más nos aferramos nos terminan lastimando por completo. Por eso no me aferro a nada ni a nadie, por el simple hecho de que sé que todo termina y nada es para siempre más que los recuerdos de aquellas cosas que, en su momento, nos hicieron creer que iban a ser eternas.
Ni siquiera me aferro a mi, porque se que hay momentos en los que me decepciono hasta de mi misma. Sólo me aferro a vivir, aunque en realidad no del todo porque sé que en un tiempo todo acabará.
No me aferro a nada más que a la fe porque, pese a que no lo creo del todo, sigo esperando que algún día las cosas sean diferentes; que las personas no desaparezcan de un día para el otro y que todas las promesas se cumplan.
Trato de no aferrarme a mentiras pero aún así lo estoy haciendo, porque el creer que esas cosas cambiarán es como pensar que la paz mundial se logrará algún día. No es ser pesimista sino realista.
No se aferren a nada, sean libres, porque nada ni nadie es para siempre. Todas las sogas se cortan y todas las manos se sueltan.
Aferrense a los sentimientos, que son los únicos que perduran a lo largo del tiempo.

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