Capítulo III: Aguas termales

314 27 2
                                    

Ahí estaba yo intentando explicar como era mi mundo, un tiempo en el que las casas se van transformando en edificios, la revolución del internet, globalización y tecnología. Un mundo en el que al fin las mujeres gobiernan países y son reconocidas por su trabajo, guerras nucleares, calentamiento global; tuve que terminar explicando que los humanos del futuro estamos destruyendo el planeta en el que vivimos.

Saito observaba exceptico mientras escuchaba sin emitir un sonido, cuando al fin termine mi explicación hubo un largo silencio antes de escuchar su voz.

-¿Por qué estás en este mundo?- Cuestionó.

-No lo sé, para mí es difícil creer que realmente estoy en el pasado hablando contigo, no sé si es real o perdí la cabeza.

-Es fácil creer que perdiste la cabeza...- Respondió el samurai.

¿Estaba burlándose de mi? ¿O estaba intentando ser... gracioso? Pensé confundida mientras me perdía en la profunda mirada del hombre frente a mí. Cuando por fin mis labios se atrevieron a moverse un agonizante susurro proveniente de la persona herida tomo el protagonismo en la habitación.

-¿Dónde estoy?- Preguntó Isami Kondo.

-Kondo-San, se encuentra dentro de los cuarteles del Shinsengumi- Respondió Saito.

-Parece que la fiebre ha cedido- Respiré aliviada.

Al pasar de los días la mejoría del líder del Shinsengumi fue notoria, los samurai realmente me tenían sorprendida. En una batalla podían mostrarte el camino mas rápido hacia la muerte con sus katanas, pero en su vida como comunidad eran amables, y hasta gentiles entre ellos; sonríen como cualquier otra persona e incluso llegan a mostrar cierta paz en sus miradas al ver flores de cerezo.

Después de haber salvado, contra todo pronostico la vida de Kondo-San había ganado su respeto y hasta podría decir amistad, a pesar de tener una posición bastante estresante y dura como líder siempre tenia una sonrisa que mostrarme o podía verse de buen ánimo junto a sus camaradas. Probablemente por ello era tan querido por todos.

No soy parte del Shinsengumi y no puedo vivir en los cuarteles con ellos, debido a que soy mujer. Un pensamiento machista pero bastante aceptado para la época. Kondo-San fue lo bastante amable como para darme una pequeña casa cerca a los cuarteles de la ciudad que patrullaban, siendo su única petición la de curar a los heridos. Aún así, encontré un trabajo en un restaurante y solía ver todos los días a los capitanes de las distintas divisiones que tiene el Shinsengumi.

En todo este tiempo al fin he aprendido como vestirme adecuadamente para la época, es todo un desafío caminar usando un kimono y es aún más difícil acostumbrarte a tenerle respeto y distancia a los machos alfa; es decir, a los hombres, en general. Una mujer en ésta época no puede discutir sus ideas, cuestionar, desobedecer órdenes, o incluso mirar a los ojos es algo totalmente prohibido, algo tan simple y natural como eso.

Una mañana en el restaurante donde trabajo recibí la visita de Heisuke y Shinpachi; capitanes de la octava y la segunda división respectivamente, quienes me invitaron a las aguas termales, no voy a negar que me sorprendió la invitación pero me asombre aun más al aceptarla cuando hay un detalle muy básico pero importante; soy mujer, ellos hombres. Agregando a ello un montón de agua caliente y sake no se a que resultado podría llevar tal combinación.

El atardecer avanzó y rápidamente me encontraba en el lugar señalado; al llegar pude observar a Heisuke, quien me saludaba animosamente mientras Shinpachi devoraba un trozo de sandía. Rápidamente me indicaron donde podía cambiar de ropa y usar una yukata. Ambos hombres fueron lo suficientemente amables como para crear una división en la piscina termal con algunas maderas, así podría desnudarme y disfrutar del agua caliente sin tener que preocuparme por ser observada.

El cielo se veía totalmente estrellado, sonreí con nostalgia mientras cerraba los ojos y lanzaba un suspiro; aún extraño mi vida con tecnología y fármacos para el resfriado. Un extraño ruido me saco de la profundidad de mis pensamientos.

-¿Quién es?- Cuestioné sin recibir respuesta.

Comencé a desnudarme rápidamente para envolver mi cuerpo con una toalla; ingresé a la piscina termal.
Heisuke había sido tan amable como para dejarme una bandeja con pequeños trozos de sandía; los cuales comencé a disfrutar.

-Este lado si es de mi agrado- Dijo la voz.

-Okita...- Murmuré sorprendida.

-¿Por qué pones esa cara?- Preguntó el hombre mientras le daba una morida al pedazo de sandia aún en mis manos.

-Este lado es sólo para el uso de mujeres- Respondí.

-Mejor aún; no somos unos niños para usar divisiones- Dijo Okita en tanto se acercaba aún más a mi rostro.

-Será mejor que salgas- Ordenó la voz masculina.

-¿Viniste a unirte Hajime?- Cuestionó Okita

-No.

-Que lástima; dejaremos nuestra conversación para después Chizuru- Sonrió el hombre mientras abandonaba el lugar.

-Gracias por ayudarme.

Alcé la mirada; la luz tenue de la luna reflejaba sobre los ojos azulados de Hajime; nos observamos por unos segundos hasta que mis mejillas enrojecieron.

-Será mejor que salgas y te vistas; te escoltare de regreso.

Perdida en Hakuouki: Memorias del ShinsengumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora