Danilo

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Desde que era niño, solía jugar en el parque y visitarlo hasta unas tres veces por semana.

Al crecer seguí frecuentándolo, pero ahora sólo para caminar o sentarme en una banca y observar el verde paisaje. Siempre me gusto la naturaleza y por cierto también ser creativo, de hecho, tenía mi propia forma de arte inusual, a veces me sentaba en una vieja banca de madera con la laptop sobre las piernas y otras, armado de papel y pluma para escribir o dibujar, aunque mis creaciones eran un tanto peculiares.

De igual forma, desde que era niño, me había llamado la atención aquel árbol solitario, tan apartado de los demás, como si este hubiera sido excluido del grupo.

Solía pensar que estaba triste y que buscaba atención. Quizá por eso me parecía que estaba llamándome con suaves susurros de viento.

Era un árbol viejo, su tronco debió haber sido café en otros tiempos, pero ahora luce descascarado y presenta retazos algo blanquecinos. Me recordó un poco a los "Arcianos", esos árboles deidades de los norteños en "Canción de hielo y fuego", sólo le faltaría que le tallasen la cara, pero, a decir verdad, este era un simple arce.

Sólo que yo nunca le vi nada de simple, había algo en él que capturaba mi atención, era como si hubiese algo viviendo en él, alguna clase de espíritu, lo sentía extrañamente cargado de energía.

Sí, sé que es una locura, además los arces son simples arboles simbólicos, hermosos y fuertes, cálidos y nostálgicos a la vez, no son como los robles que se dice que son puertas a otros mundos, ya sea para demonios u otras criaturas sobrenaturales, o como las ceibas que guardan a la mujer fantasmal, del pueblo maya.

No, los arces son arboles normales ¿verdad?

Pero entonces ¿porque cada vez que me acerco y toco su duro tronco, me invade una sensación electrizante y me lleno de ansiedad? pero al mismo tiempo, es adictivo y no puedo dejar de mirarlo y de tocarlo. Ejerce un inquietante hechizo en mí.

El espíritu del arce...

Sé que estas allí

Que tú también me observas, como yo lo hago contigo

Que tú me buscas, como yo te busco a ti

Que estamos conectados

Por el hilo rojo del destino.

Garabateo esas frases en mi libreta y en la hoja en blanco al lado, comienzo un dibujo, otro de mi obsesión, quedo absorto en mi creación sin darme cuenta del paso del tiempo.

Esta casi anocheciendo cuando me detengo, las luces del crepúsculo son tenues de no ser por ellas, estaría todo a oscuras, las luminarias del parque son escasas y en su mayoría están quemadas, emiten un muy débil resplandor de forma intermitente.

Comienzo a pasar uno a uno los dibujos de mi cuaderno, quedan pocas hojas en blanco, los dibujos más repetitivos son del árbol, pero todos son distintos aun cuando se trate del mismo, no son sólo las variaciones que sufre durante las estaciones, hay algo más, algo indefinible, es como si tratara de captar en él, ya sea en sus hojas, tronco o raíces, ese algo que me llama; además siempre he puesto dibujado a su lado diversos faes o espíritus, toda clase de criaturas que mi endeble imaginación sea capaz de creer que mora en él.




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