ABC: Otoño inefable

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Todo comenzó un día fresco y nublado; era esa época del año en que las hojas de los árboles están por caer casi en su totalidad, para dejar a estos, solo como trozos de leña.
Parecía un día normal, rutinario, ir a la escuela, bromear con mis compañeros y, a la hora de salida, ir al centro comercial que está a una corta distancia de la preparatoria. El camino fue algo melancólico, este sentimiento de melancolía es provocado por la época del año, la época que todos las personas rotas, profundas, frías y pensadoras, disfrutan más que cualquier otra. Y me hace pensar, que Dios hizo esa época, ese clima, esos paisajes, para que las personas disfrutaran más de la melancolía, del sufrimiento. Yo me incluyo entre todas esas personas que al estar más cerca de decirle adiós al año, dejamos salir un poco del sufrimiento y de las emociones negativas que llevamos dentro. Pero ese día, ese día ocurrió un milagro, por así llamarlo. Un momento de impacto. Una mensaje de Dios o del destino queriéndome decir:
-"Este fin de otoño e inicio de invierno, esta cuenta regresiva para despedirte del año no será como las otras."
¿Por qué te diría Dios o el destino estás palabras? Es la pregunta que de seguro te estás haciendo ahora mismo, lector. Pues déjame contarte lo que sucedió.
Llegamos mi compañero de aventuras, mi hermano de otra sangre, llamado Eduardo y el que escribe, a la plaza comercial y nos sentamos en una mesa de un restaurante de comida vegetariana. Estábamos sentados, platicando sobre asuntos que no puedo recordar, cuando llegó la hora de salida de la escuela secundaria que está junto a la plaza comercial.
Olas de alumnos entraron al lugar, y nosotros seguimos en lo nuestro. Después de unos minutos, me percaté de una niña que pasó corriendo junto a mí, y como al gato, que lo mató la curiosidad, a mi la curiosidad me asesinó y me revivió en el mismo momento al observar lo siguiente; la niña fue por una amiga suya, la recuerdo perfectamente, llevaba su uniforme que constaba de una falda gris y una blusa blanca, zapatos negros y calcetas blancas, y debido a la época del año llevaba puesto un suéter azul, un azul como el del cielo cuando no hay ninguna nube cerca, ella era de un tono de piel claro, ojos café, tan café como los granos de café recién tostados, cabello negro largo y una sonrisa que ilumanaba el al rededor.
Por más que intente describirla, las palabras nunca podrán ser suficiente para darte una imagen de tan impresionante belleza.
Ella simplemente era inefable.
Me quedé atónito, congelado, no me quedó más que admirar semejante obra de arte, porque eso era, era una obra de arte, muestra de que Dios existe, porque déjame decirte lector, que ella era tan bella que solo algo o alguien tan divino y perfecto como es Dios, pudo haber creado a tan bella mortal.
Ese día de fin de otoño, hizo que por lo menos en mi mundo, los árboles se llenaran de hojas y frutos, y que saliera sol, pero no un sol quemante, ardiente; sino un sol abrigador, tibio.
Y otra pregunta que de seguro te estás haciendo ahora, lector, ¿cómo es que una extraña puede causar eso en un individuo?
La única respuesta que puedo darte es que a veces, la vida nos tiene oportunidades, sorpresas, en el camino, sorpresas que nostros decidimos si las tomamos o las dejamos pasar.

Fin del primer capítulo.

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