Corazón de Melón, el fan-fic

MI RENACER

Siento que alguien me incorpora y apoya el peso de mi cuerpo en su regazo. De pronto mis sentidos comienzan a despertar y es entonces cuando me doy cuenta que hay demasiado ruido. Todo el mundo habla nervioso, parece ser que hay bastantes personas a mi alrededor y comienza a faltarme el aire. Abro los ojos y enfoco la vista. Lo primero que veo es el afilado rostro de Ken que es quien me sujeta. La luz que se filtra hace que sus gafas resplandezcan y apenas veo sus ojos. No es muy agraciado pero su sonrisa me transmite algo de fuerzas. Me siento cansada y me mantengo quieta. Tengo todo el cuerpo contusionado y el simple hecho de pestañear me molesta. Entonces desvio la vista a un lado y distingo entre los pies el bote de pastillas que en un desesperado intento me he tomado. No sé lo que pensaba pero en esos momentos me siento avergonzada... ¿he tratado de suicidarme?, ¿todo porque un par de chicas me hacía bullying?

-¿Lynn?- susurra Ken cuando se da cuenta que trato de incorporarme. -no te muevas.

Muevo la cabeza lentamente y me doy cuenta que estamos en el baño del instituto. El último lugar al que fui esta mañana después de que por enésima vez toda la clase se burlara de mí por culpa de Reena, la persona más arpía que podáis imaginar. De camino al baño me había colado en la enfermería para robar un par de medicamentos y mezclarlos en un cóctel que creía que sería mortífero. Al menos en las películas funciona. ¡Oh, Dios mío! Cuando mis padres se enteren voy a flipar. Reparo de pronto en que Ken está temblando y cuando lo vuelvo a mirar me percato que está llorando. Sus mejillas están húmedas y trata de mirar en otra dirección para que no lo vea. Levanto pesadamente la mano para evitar que llore pero alguien me la coge.

- Te harás daño. -me dice una suave voz. Es entonces cuando me doy cuenta que tengo una aguja metida en la vena. -Te hemos tenido que tratar aquí. Ahora te llevaremos al próximo hospital para hacerte un lavado de estómago.

La verdad que la idea resulta horrorosa pero dejo que me suban a la camilla y que me deslicen hasta la ambulancia que espera fuera del instituto. Algunos alumnos salen a cotillear pero mantengo mi vista mirando hacia el techo y luego hacia el cielo. No quiero ver a nadie, sólo quiero olvidar lo estúpida que he sido momentos atrás.