Descubriendo The Matrix

Pesadilla

Cuando los ojos empezaron a bajar todo se volvio más y más oscuro, los ceros y unos de paredes y ventanas eran ya apenas visibles pero yo seguía intentando ver mis manos, cuando estaban apunto de llegar a la altura de las manos, un flashazo blanco me cegó y me desperté, empapado de sudor, tumbado en mi cama boca abajo, encendí el móvil y mire la hora.
-!Buff! Las ocho...
Me levanté y fui a tientas a la puerta del cuarto, cuando la palpé empecé a deslizar la mano para llegar a la altura del pomo , lo sentí en mi mano, sentí ese frío de siempre,tan helado y tan extraño, lo gire y fui derecho al baño, iba apoyando las manos en las paredes para no chocarme con nada, era como si estuviera sedado después del sueño, al llegar al baño me lavé la cara y me mire al espejo, y desde allí me correspondía mi reflejo, volvía a ser el normal, el mismo chaval de 20 años que estudiaba hardware y sistema en la UCM(Universidad Complutense de Madrid), me quede ahí un rato, admirando si algo había cambiado, después de haber buscado no encontré nada fuera de la común.

      Volví a mi cuarto, tanteando el entorno, cuando llegue a mi cuarto, me tumbé, me di la vuelta e intente dormir, no se porque pero no podía dormir, entonces empecé a pensar en el sueño que había tenido, no estaba seguro pero creo que al chaval que vi en el reflejo en aquel sueño tan bizarro era yo mismo, con 5 años menos, pero era yo, cuando deje de pensar en el sueño, un adormecimiento tan intenso se apodero de mí y yo sucumbí a él, quedando así dormido.

Volví en mi ser,  miré a mi alrededor, no sabía donde estaba, pero aun así había algo que me resultaba familiar, no se si sería un olor, una panorámica del entorno en el que me hallaba, o una simple imaginación mía. 

El sitio estaba oscuro, pero no lo suficiente para no poder ver, parecía una sala, pero por más vueltas que le diera a mi mente, no lograba encontrar un atisbo, ni una explicación a mi sensación de familiaridad, en una esquina de la habitación se hallaba un sillón roñoso, capaz  de almacenar miles de generaciones de ácaros, y ya, casi carcomido, yacía inmóvil y frágil en su lugar de la habitación.Yo me hallaba tumbado, aun no sabía donde, pero eso si que podía saberlo, a mi alrededor, las paredes glaucomadas y resquebrajadas no daban un aire muy amigable, pero este lugar no me causaba ningún repelús, en una de las paredes, medio oculta entre el polvo y el moho, se hallaba una puerta que parecía haber permanecido cerrada durante años, y cuya solemnidad era eclipsada por la capa estratificada de musgos y polvos sobre ella.Me intente mover...-nada-, lo intente de nuevo...-nada-, parecía que no me podía mover, aunque la estancia no me fuera desagradable, aquella sensación de completa merced impropia me causaba cierta inquietud.

Pasaron lo que parecieron horas, pero de facto, todo ocurrió en varios momentos muy seguidos, aquella habitación en la que me hallaba restando empezó a zozobrar ligeramente, no era una turbación tal como para aumentar mi inquietud, así que seguí allí, yaciendo inmóvil en aquel lecho que me era irreconocible. Cesó de momento el ligero zozobre, y tras unos instantes milisecuenciales volvieron, esta vez con mayor fuerza incluso, volvió a cesar, y reiteró la agitación de la sala.

-Cesaba la agitación-

-Volvía la agitación-

Y así sucesivamente, durante varios instantes, hasta que las agitaciones tomaron un calibre nada envidiable a los más altos puntos de la escala Richter, el moho de las paredes y el polvo empezó a precipitar, con balbuceos y esputos breves trataba de quitarme estas partículas de la superficie de mis labios, los cuales ahora podía mover, pero en lo que no reparé en aquel momento. 

Mientras seguía lo suficientemente concentrado en mi misión de expulsar aquellos desmigajos de pared que estaban precipitando constantemente en mi cara, la puerta se abrió con un sigilo tal como los de los mejores ladrones de joyas de anteriores épocas, entró una figura,y, con el mismo carácter sigiloso con el que abrió la puerta, se deslizó sobre aquella sala hasta hallarse situada en el sillón roñoso, el cual ahora estaba a la par mía.