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El Sueño
No es fácil reconocer el amor, no es fácil diferenciar la atracción con el enamoramiento. Son tantos los factores que influyen en el sentimiento humano, que día con día, mezclados con el sudor de la rutina me vuelven loco.
Debo respirar hondo, de una forma profunda, que me relaja y me tranquiliza. Todas estas percepciones del amor quiero llegar a entender, pero por más alternativas que busco, sencillamente no puedo encontrarlas. Entonces, me entra ese miedo interno, ese suplicio que se siente en la cavidad de mi pecho y simplemente, me angustia de forma veraz. Me tiemblan las manos y comienza una fuerte migraña la cual soy incapaz de poder controlar. ¿Pero que hago? Si aquella musa no sale de mi cabeza, es justamente la divisa de la pureza y belleza, la dama de mi erotismo, ella es...perfecta. Sin embargo, ella tiene una pequeña carencia, no es real, no en este mundo.
Todo empezó un 12 de noviembre, cuando regresaba de la preparatoria. Había sido aquel día realmente agotador, al grado que podía sentir como, en representación de mi estrés, mis músculos se engarrotaban en mi espalda y lo único que deseaba en aquel momento era disfrutar de la majestuosa vista detrás del delicado ventanal de mi hogar, con la agradable compañía de una taza de té verde. Las tardes tras ese ventanal eran sumamente esplendidas, el cielo se teñía de una mezcla de colores que me resultaba abrasador. Pero durante esa tarde, entro en mi ser una sensación de nostalgia, del cuanto quizá extrañaba ser yo un niño, una inocente criatura sin preocupaciones. Vague un rato en mis reflexiones y luego de ello, opté por apresurarme en aquellas tareas que, por lo general, busco evadir con acciones realmente absurdas.
Luego de un rato, mi debilidad me ganó y opté por tomar reposo en mi cama, que en ese momento, pasaba a ser todo un trono celestial para mi descanso. Me recuesto, puedo sentir un peso agradable en mi espalda contra el colchón frío, mis músculos se relajan y la respiración de mi cuerpo reduce su velocidad, dejándome así a los pocos segundos profundamente dormido de un hermoso sueño terapéutico.
Aun lo recuerdo, el éxtasis tan intenso de ese sueño, el ambiente, el sentimiento que se esfuma a través de los pasillos ventajosos de mi mente. Me encontraba yo sentado, en aquella banca que a plena vista lucia estar elaborada con madera. Ahí estaba yo, solo, contemplando el infinito vacío blanco nubloso, como es característico de un sueño, que me rodeaba. Era aquel lugar, donde no tenía memoria, donde podía descansar, la utopía ideal para realizar mis proyectos de vida. En la lejanía infinita de aquel lugar, un par de amigas se acercaban, mientras risas juguetonas se proyectaban en sus bocas a través de sus susurros. Una en especial llamo por completo mi atención, lucia en el ejemplar de su persona una blusa blanca, como la luz y unos jeans de mezclilla obscura.
"Ella" Susurre en la voz de mi pensar. El ejemplar de su belleza era inigualable. El patrón a vista sociológica era sumamente "incorrecto" y no podría valer la pena, pero para mí, su belleza acaparo mi atención. Era perfectamente imperfecta. Cada hilo fino castaño de su larga cabellera, plasmaba la suavidad de la seda. Su semblante apiñonado, sus mejillas ruborizadas, sus ojos... ¡Oh sus ojos! Son lo más bello que la vida me ha permitido apreciar. Estos no eran verdes, como esmeraldas, ni tampoco azules, como un cielo despejado en verano, sus ojos, eran marrones, dos hermosas perlas que en cuestión de segundos dejaban a tu mente en un profundo cautiverio. Sus ojos brillaban con más intensidad que mil soles, eran colosales, tanto así que al ver a través de ellos, lograbas besar tu propia alma. La silueta de la hermosa mujer era perfecta, no era sumamente delgada, era proporcional a la talla de la perfección.
La contemple por unos instantes, hasta que con una sencilla sonrisa volteo, notando así mi presencia. Tímidamente opto por acercarse a mí, dejándome contemplar su esplendor más cerca.
