2 La pequeña gran vida de Ken

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La pequeña gran vida de Ken

Mi nombre es Ken Kogiso Hung, nací en el estado de Seúl, en Corea del Sur.

Mi madre, Kokona Hung y mi padre Jung Kogiso se conocieron cuando apenas tenían los 19 años de edad. Mi madre se encontraba en unas esplendidas vacaciones familiares, donde en un momento dado, decidió explorar la ciudad de Corea por su propia cuenta. Marcada la hora del té, mi madre se adentro a un establecimiento para merendar, donde un mesero joven, mi padre, la atendió con tal amabilidad que juraron volver a verse. Así pues cada vez que era la hora del té, mi madre se escabullía del calor familiar para tomar el té con mi padre. Pero la familia de mi madre, empezó a notar este extraño evento continuo por parte de su hija. Entonces un día, mis abuelos sorprendieron a mi madre con aquel mesero. Ella intento ablandar la situación explicando que era una honorable persona que trabaja para su familia, pero mi abuela no lo vio de igual forma, así que preocupada por su hija dio por cancelada esas vacaciones.

Cuando regresaron al hotel, de forma discreta mi madre hurto sus papeles más importantes que siempre cargaba con ella en caso de emergencia y huyó con su amado. Mi padre le propuso la idea de viajar a Japón y formar una nueva vida, pero mi madre se negó rotundamente debido a que había manchado el honor de la familia Hung. Tuvieron que idealizar muchas cosas debido al problema en el que se habían metido. No podían quedarse en Corea por que temían que mis abuelos de parte maternales, los buscaran para hacer justicia de su propia mano y tampoco podían huir a Japón por que seria una vergüenza y una deshonra para la familia Hung. Entonces, por motivos que desconozco hasta la fecha, planearon realizar una nueva vida en Kansas- Missouri, en los Estados Unidos. El viaje estaba perfectamente planificado, trabajaron unos meses en diferentes y pequeños oficios para acumular un ahorro un poco mayor a lo predeterminado, hasta que a mi madre le dieron la noticia de que estaba esperando un hijo. La situación en la que estaba no afectaba en ese entonces sus planes, pero a mi madre se le complico su embarazo por lo cual se torno de alto riesgo y tuvo que reposar en cama. Esto provocó que mi padre trabajara sin descanso, trabajaba en las mañanas, dormía en la tarde, seguía laborando de noche ¡Era un caos! Hasta que llegó el día esperado y mi madre dio a luz al muchacho que soy ahora. Fue en ese entonces cuando nos despedimos de Seúl y por fin llegamos a Kansas.

El establecimiento, la dispersión y adaptación fue sencillo. Mis padres consiguieron empleo de manera casi inmediata por lo cual pude llevar una vida normal.

Pero el problema no empezó realmente ahí, si no cuando crecí. Recuerdo que e n la escuela publica, me solían molestar mucho con típicas frases de "Miren, ahí esta el niño chino" "¡Oye! Yo también se hablar chino: Chun chang chu hai" "¿El chinito quiele aloz?" Y como solía ser un poco débil de carácter, me afectaba de tal manera que me odiaba al contemplar mi imagen frente a espejo. Atosigaba a mi madre con preguntas como "Mamá ¿Por qué soy diferente?" "¿Por qué somos diferentes?".

Mi madre y mi padre se preocuparon por mí y siempre me brindaron su apoyo. Mi padre, indago escuelas por toda la ciudad, hasta que encontró una pequeña escuela pluricultural donde, aparte del aprendizaje que se les brindaba a los estudiantes, se elaboraban distintas dinámicas donde se daba a conocer la cultural de los distintos alumnos en el plantel. Había de todo, chinos, tailandeses, musulmanes, árabes, japoneses y ¡claro! Yo. Pero el hecho de que hubiera personas físicamente como yo, no fue motivo para que yo me empalmara con personas iguales a mí, sin embargo fui aceptado con mucho cariño por mis compañeros.

Un día de vigorosa potencia solar mis compañeros organizaron un "picnic club" donde llevarían algunos refrigerios y jugarían soccer durante toda la tarde, donde por cordialidad, estaba invitado. Así que asistí llevando así algunos sándwiches y té para mis compañeros, a pesar de que permanecí sentado durante todo el juego de soccer.

De repente escuche en la cercanía de mi hombro una voz que me preguntaba "¿Eres chino?".

Otra vez esa fastidiosa y engorrosa pregunta burlona, salvo por un pequeño detalle, la persona que la elaboraba no parecía estarla diciendo en forma burlona, mas bien en un tono curioso. Cuando gire mi torso para contestar que no, me di cuenta de que era Nicholas, el niño más bufón y patán de la clase. Solía colocar en los barrotes del pupitre espejos para ver por debajo de las faldas de las niñas cuando saboreaban caramelos, así como de igual forma les jalaba el cabello. Con sus amigos era el patriarca del soccer y béisbol y se hacia respetar por ser uno de los mejores en la clase.

Pero conmigo, había tornado una actitud distinta, moría de curiosidad por que le contara sobre mi cultura y mi país de origen. Cuando se formaban espacios de incomodo silencio derivados de mi timidez, Nicholas me contaba que el era británico y que sus padres lo habían traído desde muy pequeño por un gran negocio de su padre, quien murió cuando teníamos tan solo 15 años. Él me defendió siempre cuando algún niño quería quitarme mi dinero durante el recreo y yo fui su hombro para llorar en sus momentos de amargura, prácticamente crecí con al compañía de ese niño creído, que se convirtió en mi mejor amigo.

Cuando regresábamos del viernes de películas en el cineclub de la escuela, observamos como unos niños amenazaban a una niña cubierta de negro con unas tijeras. Estos amenazaban con rasgar sus prendas para quitarle las pocas monedas que cargaba con ella. No dudamos ni un segundo y nos incorporamos a la riña contra aquella niña. Los amenazamos con que la dejaran en paz, pero nuestro reclamo fue en vano por lo cual la situación llego a los golpes, pellizcos e insultos hasta que por fin lograron alejarse, dándonos así la paliza de nuestras vidas. Pero si algo he de admitir, es que valió la pena por Zeynep, quien nos estuvo eternamente agradecida. Ella era una niña musulmana, proveniente de Turquía, que por la misma tradición del Islam, se veía obligada a vestir una gran burka que dejaba ligeramente al descubierto sus ojos y parte de las puntas de sus pies. Asistía a nuestro colegio, solo que nunca nos habíamos percatado de su presencia debido a que solía a esconderse detrás de las gradas del gimnasio. Ella no era como las demás niñas, no jugaba con muñecas o disfrutaba un programa de televisión, simplemente se pasaba leyendo libros de astrología, de su religión y haciéndonos platicas interesantes de su cultura, sin duda alguna era una niña muy especial.

Fueron 5 años de una hermosa y larga amistad con recuerdos únicos que siempre permanecerán en mi mente. Hasta que un día, a mitad del curso, Zeynep dejó la escuela. Se fue sin despedirse y nunca más, ni Nicholas ni yo volvimos a saber de ella, nunca pudimos conocer más allá de sus ojos, pero si más allá de su corazón.

Desde que no supimos más de Zeynep, Nicholas y yo hicimos un juramento, donde nos prometimos que nuestra amistad permanecería por años, así fuera en las buenas o en las malas y que jamás nos abandonaríamos, por suerte así ha sido hasta la fecha.

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Amor Surreal (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora