Mi padre nos controlaba cada tarea con detalle a mi hermano y a mí, no podíamos salir con la excusa común de una consulta pues en nuestro caso la biblioteca era mi padre, acabando nuestras tareas y dando la lección de lo aprendido podíamos salir a jugar en la vecindad.
Apresuraba yo todo el ritual por verlo, era el niño del frente, delgadito, de pelo claro y ojos extremadamente negros, habíamos aprendido a hablar con la mirada, así evitábamos la vergüenza de que alguien nos pusiera como novios y nos molestarían con esa repetida canción, esa que hacía que te ruborizabas como si realmente entendieras lo que te decían:-Marido y mujer saca la peseta...
Hasta que asomase una nueva víctima, y se olvidasen de ti, por lo que evitábamos hablar el uno muy cerca del otro, nos mirábamos y sonreíamos con cautela.
Cuando la adolescencia nos llego, mamá toda desvivida en atención ponía límites en las horas de entrada a casa, eso me complicaba mucho, pues mi tardía retención me quitaba mucho tiempo a la hora del estudio, todo ese maravilloso tiempo que yo podría mirarlo, antes que Anabela pudiese arrebatármelo, con ella todo era diferente, era más abierta su madre no tenia problema con que pasara hasta horas avanzadas conversando con la jorga del barrio, cuando la señora llegase a casa estaba bien que Anabela entrase, y casi siempre era muy tarde.
Ella era una buena amiga, el problema era mío, yo quería al mismo chico solo que no se lo decía, en cambio ella me lo dijo primero por lo que el hombre le pertenecía. Renato no parecía ser indiferente a las insinuaciones de ella, le seguía el juego y todo daba a entender que pronto serian novios; yo era la niña que aun creía que si te tragabas una pepita te crecería un árbol en la barriga y sus ramas saldrían por tus orejas y la nariz, como mamá me lo había dicho hace algún tiempo atrás, este pensamiento me despistaba a veces de mis tareas, pues había algo bueno si eso era verdad, ya que no tendría que levantarme al refrigerador para saciar mi estrés con alguna fruta, cada momento lo tendría ahí, en mis orejas, y no perdería dos minutos en levantarme e ir en su busca, dos minutos de la atención que me asía falta para poder salir disparada de casa, en esos momentos me arrepentía de no haberme tragado las suficientes semillas, como para tener mi propio árbol incluido a mi ser.
Anabela y yo hubiésemos querido ser compañeras de colegio pero no era así, ella estudiaba en un colegio mixto, y yo en un colegio femenino de monjitas donde trabajaba mi padre, eso me daba una desventaja descomunal, ella con todo su hermoso cuerpo desarrollado, era compañera de mi amado, y yo un año menor salía del colegio cogida del brazo de papá.
Todo se fue volviendo complicado a veces el corazón parecía que iba a reventar y todo junto a él, pero no estaba en mis convicciones hacer una locura, así que deje que el tiempo con su capricho y el destino con el suyo me dieran lo que era para mí cuando a ellos se les antojase; esto también lo aprendí de mamá, que nos sorprendía a mi hermano y a mí, hacer la tarea mirando el reloj,
-"tiempo al tiempo, todo llega cuando tiene que llegar ni antes ni después".
Renato y yo intercambiábamos miradas aun, como ayer que éramos niños, el fin de semana podía quedarme hasta más tarde fuera, y la pasaba bien siempre y cuando hubiese alguien en el barrio que no haya ido alguna matiné o fiesta. Un viernes que había tenido menos trabajos salí ya sin las esperanzas de que Renato sea mi novio, Anabela era la niña que los chicos querían y ahora era novia del chico que todas queríamos, pero ese viernes fue la continuación de lo que nunca había tenido inicio ni tampoco tubo final eso lo descubrí muchos años después.
Renato emocionado hablaba del deporte e invitó a todos a trotar temprano el sábado, éramos diez muchachos entre hombres y mujeres de aproximadamente la misma edad que la cigüeña había traído a esa misma ciudadela, unos no se inscribirían en esa aventura porque era el día en que dormían más y odiaban el esfuerzo físico, otros la aprobaron encantados, Anabela se disculpo tristemente pues su padre la venia a llevar los sábados y domingos puntualmente, desde hace diez años atrás que su madre lo había votado de casa. Renato se disculpo sobre manera por haber sido tan descortés con su novia reciente y la mimaba rosando su cabello con sus labios sin dejar de mirarme, ella encantada por su galantería quiso pasar de madura y comprensiva alentando a todos a ir; fui la ultima en aceptar, Renato parecía haberlo esperado con ansia tolerante que llegara mi turno, y cuando acepte soltó a Anabela impulsando su espalda asía atrás y llevando sus manos a sus piernas, se las frotaba como si todo le hubiese salido bien; dando un suspiro se levanto del circulo que habíamos formado en el suelo frente a su casa.
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EL DIARIO ROSA
Romancesabia que no me pertenecía, pero siempre sera mio, nadie me quitara lo que mi corazon es capaz de sentir.