Capítulo uno.

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Luego de dar su respuesta, Caprice se dio la vuelta y continuó su camino, Dominique estuvo allí parado unos minutos, realmente no esperaba una respuesta así. En realidad, no sabía que respuesta esperaba.

Se limitó a mirar a su alrededor, y luego a seguir el camino que había tomado la chica. Al llegar a su casa, observó en la casa de al frente, a través de la ventana, ahí estaba Caprice, en su bonito jardín de rosas, regando las mismas mientras les cantaba. Extraño si, pero era verdad, ella les cantaba.

Dominique no sabía tampoco como tomarse eso, pero era normal, nunca sabía que pensar o como tomarse todo lo que pasaba a su alrededor. Miró una última vez como la castaña se ponía de cuclillas para regar las raíces, luego dio media vuelta y se tiró en su cama a jugar juegos con su celular.
Era viernes y dentro de unas horas vendrían sus amigos para acompañarlos con los videojuegos, comer pizza, tal vez helado y quedarse a dormir allí.

Llegada la hora, los chicos llegaron e hicieron grupos de a tres para jugar en la play, no tardaron mucho en comenzar a hacer mucho ruido, lo que causó molesto para los padres y hermana de Dominique.

—¡Dominique! —su madre gritó desde la cocina— ¡Hagan un poco menos de ruido, por favor!

Y a continuación, él y sus amigos rieron por lo bajo. Aida, su hermana menor de solo seis años, se acercó a la sala, donde se encontraban jugando, y se puso en frente del televisor haciendo perder al equipo de Dominique.

— ¡Aida!
—Dijo mami que podía invitar a Caprice a jugar —la niña sonrió a su hermano y esperó su respuesta.

Caprice solía ser amiga de cualquier niño pequeño que tuviese cerca, Aida no era la excepción y por ello, a veces Dominique debía ir a buscarla a la casa de la chica, ya que ahí iba su pequeña hermana cuando se aburría.

— ¡Aida, no, no!—exclamaban los chicos intentando que se aparte del medio.

— También dijo que me lleves a invitarla—comentó con una dulce voz, aguda y muy inocente. Como la de Caprice pero mucho más aguda.

— ¡Aida!

— ¡Dominique, llévala y que se corra!  

— ¡Niñaa!

— ¡Oh, sí! ¡Ganamos!

Y a continuación, tres de los seis adolescentes estaban celebrando y los otros miraban a Aida. Dominique suspiró y tomó a su hermanita de la mano.

— ¡Ya volvemos! —gritó mientras cruzaban la entrada.

Fuera de la casa, solo cruzaron la calle y se dirigieron a la gran casa al estilo colonial, prácticamente igual a todas las del vecindario.  Se adentraron al jardín cercado, la puerta de la cerca estaba abierta y avanzaron por el sendero que había entre las rosas. Aida amaba esas rosas, y la mamá de Dominique también. 

  — Oye, Domi —dijo la pequeña llamando la atención de su hermano.

— ¿Qué? —preguntó él aspirando el aroma de las rosas.

— ¿A ti te gusta Caprice? —preguntó ella, él la miró en el instante con los ojos abiertos y las mejillas sonrojadas.
— ¿Qué dices, Aida? ¡Claro que no!

La niña rió y corrió hasta la puerta, Dominique se quedó parado en su lugar, sorprendido por la pregunta de la niña. Aida tocó a la puerta y al minuto salió la castaña sonriendo, primero lo vio a él y le sonrió, bajó la vista y saludó a la pequeña con un beso en la frente y un abrazo poniéndose a su altura.  

Hablaban en vos baja y Dominique no les escuchaba, Caprice rió por lo bajo y asintió, entró a la casa dejando la puerta abierta. Aida volteó a ver a su hermano y sonrió ladeando la cabeza, costumbre que había tomado de la chica. 

—¡Vamos! —dijo Caprice saliendo de su casa, ahora con unas zapatillas negras en sus pies. 

Tomó la mano de la niña y ambas pasaron caminando al lado de Dominique, ignorando por completo su presencia allí. Rodó los ojos y dio media vuelta para caminar detrás de ellas. Volvieron a cruzar la calle, y el entró a lo último, cerrando la puerta de la casa. Las chicas se habían ido por el pasillo, directo al patio trasero.

Dominique volvió  con sus amigos, quienes habían retomado el videojuego durante su ausencia.

 —Oye, Nick —así solían decirles puesto así finalizaba la pronunciación de "Dominique": Dominick.

— ¿Uhm?

—Esa chica, Caprice—comenzó Joss— es un poco rara ¿no crees?

—Sí... aunque...
—También es linda—interrumpió Aidan.

—Sí, pero...—se interrumpió a si mismo ante el comentario y su propia respuesta— ¿Qué?

—Parece un ángel—comentó Chris sonriendo.

—... 

Dominique no sabía que responder ante eso, sí, él pensaba que Caprice era muy bonita, tenía una sonrisa angelical, sí, y también era muy buena persona, simpática, alguien en quien confiar... A cualquiera le gustaría de inmediato, pero nunca pensó que sus amigos serían "a cualquiera". 

— ¿Tú dices que si la invito a salir aceptará?—preguntó Joss a nadie en particular.     
— No lo sé, ¿Por qué no le preguntas?—contestó Dominique.

Realmente no le gustaba Joss para Caprice, y viceversa. Eran... demasiados diferentes, muy opuestos y no precisamente del "los opuestos se atraen", puesto que realmente Caprice no era la chica en la que Joss vería una relación que dure. Era extraño, pero simplemente... No podían.


— Buena idea... Yo...

— Ve ahora —dijo Aidan.

— Pero...

— O lo hago yo—terminó Chris.

Eso bastó para que Joss se levantara y fuera al patio trasero para buscar a Caprice.  








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