₱Quinto capítulo.

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We fell in love with each other.
Nos enamoramos el uno del otro.

6 semanas antes.

Alec sentía la mirada del dueño de la tienda clavada en su nuca, aunque éste se hallara al otro lado de la estancia, tras el viejo mostrador alto de madera tallada, pretendiendo leer un grueso volumen. Llevaba más de media hora allí, rebuscando en la sección de "relacionados" entre las secciones de "mujeres" y "niños", al principio había estado tonteando hasta que el anciano le quitara los ojos de encima para buscar libre de presión lo que realmente necesitaba, pero no le estaba funcionando. Al final se cansó de esa estupidez, estaba claramente nervioso sin razón alguna, no es como que le tuviera que dar explicaciones a aquél hombre de lo que fuera a comprar; admiró los estantes repletos de libros con portadas coloridas y títulos absurdos, cogió los que estaban en inglés por inercia y se dirigió a la caja registradora.

El dueño de la biblioteca del pueblo tenía su propia tienda de libros en el piso de abajo, en donde vendía cosas más simples y cotidianas como revistas de cotilleo y novelas de moda para adolescentes; tenía una barba espesa y totalmente blanca, como la nieve que comenzaba a derretirse afuera. Pasó los dos libros por un escáner de precio y los metió en una bolsa plástica con el logo de la tienda, se los tendió con una mueca escéptica.

-Para mi hermana -mintió apenado, sacando su cartera.

No, Izzy era cuidadosa y jamás se dejaría caer por una estupidez como no haber usado protección al tener relaciones sexuales con otra persona. El hombre se encogió de hombros con aire indiferente, respondiéndole con un acento alemán bastante marcado:

-Son cuarenta francos.

Una vez pagó, Alec salió de la biblioteca del pueblo con las mejillas rojas y no tanto por el frío, sosteniendo la bolsa de su compra con dedos temblorosos y guardando el cambio en sus pantalones. Caminó con la mirada baja y la cabeza llena de pensamientos confusos hasta la estación de autobuses, en donde tuvo que esperar media hora con el trasero pegado a la congelada banca de metal por el n° 7, que tomaba la ruta que pasaba justo por la carretera ubicada frente a la cabaña. Jonathan había desaparecido el día anterior tras llevar las compras, alegando que tenía unos asuntos por resolver antes del día 28 -aquél en que la Clave decidiría el futuro de los Nefilim, si rendirse ante Sebastian o luchar hasta la muerte-; así que no tenía de otra para salir, ya que al parecer no existían los taxis en Villa del Queso y él no sabía conducir la monstruosa camioneta aparcada junto a la cabaña. Utilizó los cuarenta minutos que duró su trayecto para pensar en el pequeño problema que se le estaba presentando, no podía creerlo, era total y absolutamente imposible. Es decir, él era un jodido hombre, le gustaban los de su mismo sexo y le agradaba ser sometido y penetrado por otro en la cama, ¡pero seguía siendo un jodido hombre! Tenía un pene y testículos para demostrarlo.

Bajó del autobús con un resoplido de indignación, diciéndole al chofer que se guardara el cambio e intentando no resbalarse con el hielo que recubría la carretera. Al cerrar la puerta de madera tras él lo primero que hizo fue encender las chimeneas -la de la sala y la de la habitación-, quitarse los abrigos y desabrocharse los pantalones mientras corría hacia el baño. Frente al retrete, entre la puerta y el lavabo había un espejo de cuerpo entero, el cristal relucía limpio gracias al desinfectante olor a limón que Jonathan utilizaba para fregar cualquier superficie de vidrio. Alec lo ignoró deliberadamente hasta que fuera realmente necesario, se sentó sobre la tapa del retrete, tomó un gran respiro y cogió la primera bolsa; la que provenía de la farmacia. Se había bebido un refresco tamaño familiar de cola negra y sentía la vejiga a punto de explotar, por lo que ni siquiera se detuvo a leer las instrucciones; se limitó a sacar el palito blanco de la caja, abrir la tapa del retrete y vaciar su vejiga.

An unexpected love. {Jonalec}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora