Capítulo 6

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El Teniente Jin Cooper, que era el segundo al mando en la nave, esperaba firme tras la espalda del coronel. La quariana, parecía estar preocupada y metida en unos pensamientos que la abstraían completamente de lo que en esa sala se estaba discutiendo.

El coronel estaba en la sala de comunicaciones informando vehemente sobre la misión. Cuando llegó hasta el fondo del asunto, presentó a Leesa a los desconocidos mandos de la alianza que salían representados como tres sombras holográficas.

—Si lo que ha descubierto el Coronel es verdad, estamos hablando de una posible cura para el sistema inmunológico quariano —Decía Leesa con voz enérgica y directa—. Se trata del mayor descubrimiento que podríamos obtener para mi pueblo. Dejaríamos la flotilla para adaptarnos en un mundo colonia, y conseguiríamos parar el sufrimiento que arrastra mi especie desde hace más de trescientos años.

—¿Dice usted que el futuro de su especie, está sujeta a esa nave de guerra avanzada, que sospecha que se dirige hacia la flota nómada, de la que usted ni siquiera pertenece? — Una de las sombras que representaban los oficiales se movió al hablar. Eso le indicó a Leesa hacía donde tenía que mirar para responder.

—Es cierto que no pertenezco a la flota. Pero también es cierto que mi único anhelo ha sido volver a la flotilla con la cura que mi padre dijo que conseguiría. Limpiaría su nombre y curaría mi especie.

—Coronel, ¿Cómo evalúa la amenaza de esa nave agresora? —preguntó otra de las sombras.

—Me temo, que la nave hostil es mucho más avanzada que esta pequeña fragata, sin contar con su capacidad de fuego. Es posible que ninguna nave humana se haya enfrentado nunca con una nave de esas características.

—¿Es posible capturarla?

—Me temo que no señor, a no ser que enviemos una flota.

—¿Y la flotilla donde se encuentra ahora?

—No sabría especificarle un lugar concreto—. Dijo Leesa mientras repasaba su omni-herramienta. —Pero están en los sistemas Terminus.

—Bien. —Dijo una de las sombras. La que había permanecido en silencio en todo momento. Parecía sin duda el más importante. —Gracias por su trabajo, Coronel. Intentar ayudar a una Nave quariana fue un gesto de la humanidad hacía los quarianos. Sin embargo, no arriesgaré una nave en una misión suicida. Se acabó su misión, regrese a Arturo e informe.

—Pero, ¡señor! —dijo Leesa saltándose el protocolo. —¡La flotilla necesita nuestra ayuda! ¡Tienen que enviar una flota! ¡Tienen que ayudarles!

La sombra del centro se revolvió sobre sí misma. No parecía nada satisfecho con la interrupción de la quariana.

—No arriesgare a provocar una guerra por una sola nave hostil. Si los Batarianos detectaran una flota humana rodeando sus sistemas podríamos provocar una batalla exageradamente cara para la humanidad.

—¡Hay que avisarles! —Insistió Leesa.

—Se le enviará un mensaje al Almirantazgo de la flota nómada avisándoles del avistamiento de una nave hostil que se dirige hacia ellos. Creo que una flota de cincuenta mil naves pueden hacer frente a una sola. Eso es todo.

Cortó la comunicación y el coronel se fue rápidamente hacía el centro de control. Tenía claro que su misión había acabado. Pero Leesa no lo creía.

—Coronel, debemos ayudar a la flotilla. Usted sabe que los quarianos no estamos preparados para la guerra. ¿Cuántas naves caerán antes de que la destruyan? En cada nave viven decenas de miles de quarianos, si cae una sola será una gran pérdida para nuestra especie.

—Ya has oído al mando. No podemos enviar una flota. Sea lo que sea o de quien sea esa nave, la flotilla tendrá que enfrentarse solos a ellos.

— ¡Estamos en extinción! El modelo actual de la flotilla no se mantendrá para siempre, algún día los quarianos dejaran de existir, y será en este momento cuando todos sabrán que fue la Alianza la que miró hacia otro lado.

El coronel se paró en seco. Y se giró hacia la quariana.

—La humanidad desde que ha irrumpido en el espacio del consejo, no ha hecho más que ayudar, proteger y pacificar todo lo que nos han relegado a nuestra responsabilidad, nos dijeron que podíamos colonizar el Través Aticano pero la trampa era que la seguridad de toda esa parte corría de nuestra cuenta, ¿vino algún alienígena a ayudarnos? Mientras los terroristas Batarianos se reían a nuestra costa el consejo ignoraba y acusaba. No vino, ningún Turiano, ni ningún Salariano a ayudarnos, tampoco vi a ninguna Asari, ni mucho menos un quariano.

<<Solo vi, humanos, familias, niños y colonias enteras sumidas en el caos, la muerte y la destrucción, mientras unos pocos soldados de la alianza intentábamos hacer lo que nos habían enseñado. Proteger a los nuestros. Todo estamos solos pequeña Leesa. Ahora marcharemos a Arturo y te dejaré en la estación, allí alguna lanzadera te llevara hasta donde sea que quieres ir.

—Señor, cuestiono de sus órdenes, Señor. —Dijo el Teniente, que hizo parar en seco al coronel y a la quariana por igual.

—¿Cómo dice Teniente?

—Señor, no me aliste para dar la espalda a inocentes. Humanos o alienígenas tienen derecho a que les protejan. No puedo volver a base a sabiendas de que un gesto cobarde le cueste la vida a miles de personas.

—La orden viene del alto mando de la alianza Teniente. No se ha tomado a la ligera, las repercusiones políticas que tiene un ataque con naves de nuestra flota en sistemas Terminus son muy graves. Supondría una guerra atroz que los Batarianos vienen buscando desde el primer día.

—Pero señor, si fuera nuestra nave la única que acudiera, no alertaríamos a las autoridades batarianas.

—¿Y como piensas enfrentarte a una nave como esa?, Teniente.

—Señor, Leesa dijo que la nave se movía más lentamente que la nave batariana. Eso quiere decir que su unidad MRL seguramente sea más lenta que las de hoy en día. Eso nos daría ventaja. Tendríamos que salir ya. Llegar a la flota nómada pedirles que nos entreguen a los quarianos afectados y huir. La nave hostil dejaría de ir a la flotilla y nos perseguiría. Entonces alertamos a la quinta flota y en cuanto estemos en el espacio del consejo fulminamos la nave con nuestra flota.

—Es un buen plan, pero esas acciones me llevaría a mí, y a ti a un consejo de guerra por desobedecer órdenes. Sin contar con el riesgo que puede tener para la flota. Si perdemos una nave, si sus misiles nave a nave son más potentes que los nuestros, podría ser un desastre.

—Por favor. —Dijo Leesa, que instintivamente había agarrado la mano del teniente al oírle.

El coronel meditó durante unos segundos todo lo que suponía aquello. El Almirante Hackett le había sacado de su retiro por algo. Seguro que tenía un puñado de comandantes y capitanes dispuestos para esta misión. Sin embargo, le hizo llamar a él, que se había retirado hacía tiempo. Quizás intuyó que la misión se podría torcer. Quizás lo que quería es que llegado el momento, actuara según la situación, no las ordenes.

—Timonel, nuevo rumbo— decía el Coronel al mismo tiempo que marcaba las coordenadas que le iba dictando Leesa. Ya estaba claro, su destino finalmente sería la flotilla nómada—. Teniente, espero que estés preparado. Lo que vamos a hacer hoy nos repercutirá. Posiblemente sea nuestra última misión.

Dicho esto el coronel abandonó la sala rumbo a su camarote. La decisión había sido difícil. Esperaba no equivocarse.

La nave se dirigió hacia el relé de masa de Omega. Esos viajes suponían siempre unas cuantas horas de viaje MRL.

El teniente abandonó el centro de mando y Leesa le siguió de cerca.

—Gracias—Dijo la mujer al tiempo que intentaba girar al Teniente para mirarle directamente a los ojos—. Te juzgue mal. Lo siento. Estoy acostumbrada a que los alienígenas directamente nos odien.

—No todos somos iguales —Dijo escuetamente el Teniente que se metió en su habitación y cerró tras de sí. Preparó su equipo y lo dejó bien ordenado en las taquillas. Necesitaba pensar y meditar todo lo que allí había sucedido en tan poco tiempo.

Mass Effect: The old arkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora