Cap 2.

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Al lado de otra piba desconocida me despertaba. No era extraño que su nombre, al igual que el de otras, no tuviera hueco en mi memoria. Aún no había claridad diurna, por lo que seguía retenido en manos de una madrugada que se hacía larga y que igualmente, no quería que acabara. Mi cuerpo sentía las caricias de la Luna, cuyos haces de luz blancos y tenues se filtraban por los agujeros de la persiana echada, que aunque de manera difícil, permitían que mis ojos visualizaran la silueta de la chica con la que compartía aquellas horas en la misma cama. Decidí dejarla a solas envuelta por las que en ese momento se habían vuelto frías las sábanas. Necesitaba aire fresco. Me dirigí al salón y una vez allí abría una ventana y sintiendo la brindada calma, tomaba un cigarro, que tras encenderlo y dar mi primera calada, sentía como mi alma se elevaba recorriendo mi pecho, exhalando la bocanada y viendo de manera fantasiosa como cobraba alas. El placer era inmenso, pues no había mejores momentos que aquellos en los que conseguía hacer desaparecer mis oscuros recuerdos.

-Lobo..., ¿por qué no vuelves a la cama? - la voz delicada y tierna de mi compañera que oía lejana y de recién despierta, me sacó inesperadamente de mis pensamientos - te necesito...

Una sonrisa tonta se dibujó en mi rostro. Tiré la chusta que quedaba en mi mano a la calle y sin prisa alguna volví a la habitación sin entonar una respuesta. Cuando llegué, la luz de la mesita de noche estaba encendida. Si bien dejaba ver su cuerpo desnudo, todo el esplendor de su ser, solo era atraído por sus enigmáticos ojos miel.

-¿Estás bien? -alcanzaba a preguntar algo tímida una vez llegué allí-.

-Sí, solo pensaba -respondía sin darle importancia mientras me apoyaba en el marco de la puerta, observándola-.

-¿No prefieres hablar del tema? Sé que algo te atormenta.

-Son cosas del pasado, que no valen la pena recordarlas si ya no puedo solucionarlas.

-Aún así, las tienes presentes en tu mente.

-Es inevitable, por eso intento no darles importancia, algún día desaparecerán sin más.

-Y..., ¿si no desaparecen?

-Seré yo el que desaparezca.

En ese momento, la chica se me insinuó de manera sugerente para que me acercara a ella. Así lo hice, de forma lenta. Cuando nuestros rostros estaban lo suficientemente cerca como para sentir las respiraciones de ambos, que se aceleraban de manera paulatina, nos miramos mutuamente y caímos prisioneros por el color de nuestros iris. Segundos después de habernos observado y de habernos dicho tantas cosas con tan sólo mirarnos, inconscientemente juntamos nuestros labios, fundiéndonos en cálidos besos apasionados, que ella traviesa, los mezclaba con delicadas mordidas en mi labio inferior, que no hacían otra cosa más que atraerme a su juguetona boca. Intercambiábamos así, caricias no calculadas que hacían erizar nuestra piel. Nos estremecíamos con el tacto del uno sobre el otro, haciendo de rogar nuestros cuerpos.

-Entonces... procuremos que esta noche no lo hagas... -susurraba jadeante en mi oído.


*****

De vuelta a la residencia, entraba en mi habitación y tiraba las llaves de mala manera. Había tenido otra noche de las mías. Cansado, desganado y suspirando me sentaba frente al escritorio, que estaba cubierto de hojas sueltas y libretas abiertas, manchadas por ríos de tinta. Para espabilarme, empecé por prepararme un café bien cargado cuando me fijé en la hora, llegaba tarde a mi primera clase, cosa que no me importaba lo más mínimo. Si el profesor de aquella materia no sentía motivación a la hora de darla, yo como alumno daba mi respuesta no asistiendo. Para hacer tiempo hasta segunda hora, puse la televisión, y estaba puesto el canal de noticias de última hora, cosa que debió de poner mi compañero de cuarto antes de irse. Estaban retransmitiendo imágenes en directo de un edificio en llamas, en el que se encontraban atrapadas diez personas y las cuales no podían ser asistidas por problemas de riesgo de explosión inminente. Policías y bomberos estaban colaborando de manera rápida para dar con una posible solución, pero todo era en balde. Algunos del cuerpo de bomberos querían entrar pese a que se encontraban ante las negativas de los mandos superiores ya que no querían poner en riesgo más vidas. Las personas que se localizaban tras las barreras de seguridad, grababan las imágenes como si fuese aquello la escena de una película, que usarían para compartirlas después en sus redes sociales o para sacar dinero si lo enviaban a las cadenas de televisión. Otras en cambio, mostraban su lado más humano, dejando ver el reflejo de horror en sus caras ante los gritos ahogados de aquellos inocentes que estaban siendo víctimas de las brasas y el asfixiante humo denso. La hora de sus muertes parecían estar fijadas y establecidas en el calendario del destino.

El Secreto de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora