| 17 Días | Capítulo 4 | Buscando la inspiración |

455 41 19
                                    

No volví a ver a los chicos hasta la mañana siguiente. El resto de la tarde Ivory y yo lo pasamos juntos, conversando sobre mi sobrino, las cosas que me habían pasado en Nueva York y haciendo cosas de hermanas. Era como si nunca hubiésemos estado lejos una de la otra, siempre habíamos sido demasiado unidas a pesar de estar en países diferentes. Cuando la noche cayó, ambas fuimos a dormir a nuestras respectivas habitaciones. Y por la mañana, Ivory me pidió que la acompañara a la empresa, así que con su ayuda, me alisté con su ayuda y tomamos un taxi para ir a la empresa.

— ¡Chicas! Buenos días—Nos saludó SeungKwan que al parecer también iba entrando al edificio.

—Buenos días—Saludamos ambas.

— ¿Helena se quedará contigo?—Preguntó el chico a mi hermana.

—Sí, ella va a quedarse conmigo—Le respondió Ivory.

— ¿Puede ir con nosotros a la sala de ensayos? Así no se aburre—Dijo insistente.

— ¡Ah! Eso sería genial, así no te molesto. Déjame ir con ellos—Le pedí y al parecer asintió, pues antes de que pudiera despedirme, SeungKwan ya me llevaba del brazo, rumbo a la sala de ensayos.

—Hoy ensayaremos y comenzaremos a grabar una nueva canción—Me comentó entusiasmado y entramos a la sala de ensayos, donde escuché a los chicos practicando una de sus coreografías.

— ¡Helena noona! —Dino corrió a abrazarme y yo también lo abracé.

—Hola pequeño y chicos—Saludé a todos, que habían dejado de practicar para devolverme el saludo.

—Llegas justo a tiempo para escucharnos grabar nuestra nueva canción—Dijo Woozi, acercándose a saludar también.

— ¡Excelente! —Pero sigan ensayando, que no he venido a interrumpirlos—Les dije y Dino amablemente me ayudó a sentarme.

Los chicos siguieron ensayando, yo sólo podía escuchar la música, el sonido de sus zapatos golpear el suelo, sus respiraciones agitadas. Por suerte, traía un libro en mi bolso, así que lo abrí y comencé a leer a mi manera. Era un libro especial para invidentes, en braile. Pero eso no le quitaba lo interesante y hermoso, pues podía imaginarme muchas cosas, era como recuperar la vista por unos instantes. No había traído a Loki conmigo, así que pude leer tranquila.

Luego de un rato, el silencio volvió a reinar en la sala de ensayos de los chicos y algunos se desplomaron al piso, exhaustos, agitados, cansados.

— ¡Ya no quiero ensayar, me duelen los pies! —Se quejó Vernon y después de eso, más quejidos del resto de los chicos.

—Es mejor que te pares, debemos ir al estudio—Le dijo DK.

Escuché un par de toques en la puerta, seguido del coro de voces que decían un "adelante".

— ¡Hola chicos! —Saludó mi hermana Ivory.

—Creí que vendrías más tarde...—Le murmuré desde mi lugar, cerrando mi libro.

—Ya acabé mi trabajo y...tengo juguetes nuevos que necesito probar con alguien—Y con "juguetes nuevos" se refería a brochas y maquillaje.

— ¿Debo huir antes de que comiences a usarme como conejillo de indias? —Dije fingiendo preocupación, a lo que mi hermana soltó una carcajada.

—Vamos chicos, dejémoslas con lo suyo. Nosotros tenemos que ir a grabar—Dijo Woozi, llevándose a los chicos.

Ivory y yo nos quedamos solas, no llevaba maquillaje, así que dejé que mi hermana hiciera lo que quisiera con mi cara. No dudaba de su buen gusto, comenzó a maquillarse muy pequeña y con el paso del tiempo, iba perfeccionando más su técnica. No era como esas chicas que se hacían un rostro nuevo con el maquillaje, Ivory tenía una belleza particular americana, pero con el maquillaje, no hacía más que complementar esa belleza. A veces sentía que Ivory había heredado los mejores rasgos de mamá y papá. Una piel pálida, ojos azules, similares a los de un gato, una nariz delgada y afilada, labios bonitos. Sí, mi hermana era toda una belleza, con sus rasgos y su cabello castaño, como papá. Y yo, también era pálida, pero mis ojos eran avellana, mi nariz era pequeña y mis labios delgados, tenía algunas pecas y el cabello rubio y ondulado, como mamá. Todos decían que era una copia de ella, incluso en la voz. En Nueva York, cada que contestaba el teléfono la gente creía que yo era ella, era doloroso tener que decirles: "No, ella murió hace años, habla su hija". Pues sí, las amistades y familiares más lejanos, nunca se enteraron que mis padres habían muerto en un accidente.

17 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora