3

1 0 0
                                    


Él apareció un día normal casi por casualidad, yo estaba perdido, serio,

amargado, desilusionado. Le dije unas cuantas estupideces y él

solo me sonrió.

Otro día común me lo volví a cruzar, llevaba esa típica sonrisa en su

rostro otra vez, le dije que no creía en esas ilusiones necias sobre

el amor, él no me contradijo, solo volvió a sonreír y bajó la mirada.

Sonreí también, era demasiado contagioso.

Después de ese día ya no tengo muy claro como fue exactamente lo

que pasó. De pronto me arrancó el orgullo, los malos modales, la

falta de tacto, la frialdad, la desconfianza y hasta el dolor a medida que transcurrían nuestros encuentros.

Un día mucho más ordinario que los anteriores, apareció otra vez,

lucía como un ángel, justo igual que la primera vez. Me volvió a

sonreír, pero en esta ocasión no discutí, ni le advertí absolutamente

nada. Todo era perfecto así como estaba.

De repente, sus ojos se nublaron y en ellos vi algo que dudo haber

visto alguna vez en mi vida en otra persona. De pronto me arrancó el orgullo, los malos modales, la falta de tacto, la frialdad, la desconfianza... Hasta

el dolor... Y se fue con mi corazón.


Lápiz y papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora