Alas rotas.

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Sentí como el aire acariciaba mis mejillas y retosaba con mi bata blanca de hospital,  era como coquetear con la muerte. Un inmenso temor frío penetro mi cuerpo, era el temor al futuro que venia con la pregunta de siempre ¿que sigue?  ¿Que habrá al otro lado? Y me fui mas lejos ¿existirá el cielo? Y si es así ¿me iré al infierno? A pesar de estar asustada por el destino de mi alma no me arrepentí de mi decisión y llevada por esa misma firmeza mire hacia arriba y haye a mi madre luchando con unos hombres que le impedían saltar hasta mi. Pobre de mi madre,  mire que perder a sus dos hijos en pocos meses es algo serio,  pero aun le quedaba su nuera y pronto tendría un nieto.  Mi madre no esta sola, ella aun no sabe que todo mejorara ahora,  todo sera mejor.

El suelo se acercaba así que sin saber porque reze al Dios en que no creo para que cuidara a mama.  De pronto mis cabellos negros se posaron sobre mi rostro color caramelo claro y entre mis labios carnosos y sentí que me asfixiaban y se metían por mis ojos cafés.  Pero no llore, hice algo que en mis 16 años nunca había hecho,  deje de temerle a la muerte y no me sobresalte cuando mi delgado cuerpo de mediana estatura comenzó a dar vueltas en el aire... Sabia lo que venia y estaba lista.

Cerré los ojos, cruce los brazos y me abrace con mi último aliento de vida a la muerte que me estaba esperando desde hacía ya mucho tiempo.

Mi SuicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora