14 de Septiembre de 1936

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El domingo llegó a Hogwarts con un cielo completamente limpio de nubes y su sol brillando con potencia. Cada vez quedaba menos para el verano, pero eso no afectaba a la temperatura. Seguía haciendo cerca de veinticinco grados centígrados, lo que provocaba que los alumnos se murieran de calor con las túnicas. De todas maneras, adentro del castillo no había tanto problema porque los profesores lograron conjurar una brisa fría que recorra los pasillos para enfriar el ambiente.

Tres un buen desayuno, los alumnos tuvieron tiempo de salir al jardín. Entre ellos estaba Minerva que junto a Elizabeth se encontraba caminando alrededor del Lago Negro, contándole a su amiga algunas cosas que había leído sobre las sirenas.

El agua estaba calma, pero por alguna razón Minerva sabía que debajo de esas oscuras aguas habitaban criaturas que no tenía el gusto de conocer.

—¿Puedes ver eso?—preguntó Elizabeth de repente interrumpiendo a Minerva.

Ambas miraron hacia donde Elizabeth estaba señalando. En el centro del lago, el agua acababa de ser alterada. Dos criaturas parecían estar luchando cerca de la superficie. Eso extrañó a las niñas, porque se suponía que las criaturas que vivían en el Lago Negro tenían la costumbre de habitar en el fondo, y rara vez asomarse a la superficie.

—Creo que lo mejor va a ser avisarle al director Dippet—sugirió Elizabeth.

—Sí, creo que será lo mejor—afirmó Minerva.

—¿Vienes conmigo o te quedas?

—Creo que me voy a quedar, quiero observar a ver si ocurre algo más.

Y luego de escuchar estas palabras la pelinegra volteó y salió corriendo adentro del castillo.

Minerva la observó hasta que se alejó unos metros y luego volvió su vista al lago. Apenas volteó, vio que ambas criaturas volvían a meterse lentamente bajo el agua nuevamente, lo cual la decepcionó un poco porque esperaba poder verlos más, para luego escribir en su cuaderno de notas lo que había visto e investigar en su lugar favorito: la biblioteca.

De todas maneras continuó prestando atención por las dudas de que volvieran a aparecer pero no lo hicieron. Decidió desistir, así que se sentó con las piernas estiradas en dirección al lago, cerca de la orilla, para aprovechar del sol y esperar a su amiga con Dippet con el único objetivo de disculparse por haberle quitado tiempo.

Finalmente se acostó (parecía que su amiga no llegaba más) y con los ojos cerrados concilió el sueño.

Podían haber pasado horas, minutos o segundos, pero el sueño de Minerva se vio interrumpido por algo que le tomó el tobillo y la arrastró por el pasto hasta hundirla por completo en las oscuras aguas del lago.

Sin dejarme reaccionar, algo tomó mi tobillo, algo escamoso y mojado, y me arrastró hasta sumergirme en el Lago Negro. Antes de que mi cabeza termine de hundirse logré pronunciar una sola palabra; no sé si grité o fue sólo un susurro, pero de mis labios se escapó su nombre: Albus.

Sólo esperaba que me hubiese escuchado, pues sabía que si no, este sería mi fin. Quien había tomado mi tobillo estaba apretando con fuerza y sus escamas estaban produciéndome cortes leves. Pero ese no era el gran problema. Me estaba quedando sin aire, no podía respirar, y este monstruo me estaba sumergiendo cada vez más. Mis oídos empezaron a pitar, traté de moverme y patalear para soltarme pero no había resultado, la criatura era muy fuerte. Quise gritar, pero nadie me escucharía debajo del agua. Traté de soltarme ayudándome con las manos pero en cuanto toqué su piel me mordió y sentí un fuerte ardor en los dedos mayor y anular. Se me perforaba el pecho, necesitaba aire, no podía respirar y cada vez me encontraba más y más lejos de la superficie. Miré hacia arriba: ya casi no podía ver la luz del sol, estaba muy profundo. Pude vislumbrar una criatura que me seguía desde arriba. Mientras una me arrastraba hasta el fondo del Lago, otra venía acompañándola desde arriba para comerme entre las dos.

Minerva McGonnagall; Sus comienzos en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora