Capitulo 20

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  "Neverland"

—¡Jorge sale de aquí, tú no puedes ver a la novia! —gritaba Laura a todo lo que daban sus pulmones. Estaba estrangulando a Jorge con la puerta para que saliera de mi habitación.
Era algo exagerada, aún llevaba puesto el pijama y ni siquiera me había lavado el rostro todavía, así que no tenía nada de especial como para que Maartu se volviera loca.
—Sólo quiero darle un beso de buenos días, Laura —protestó él y asomó la cabeza por el umbral.
Mis amigas se reían de la pelea entre la hermana de Ruggero y Jorge, pero yo me apiadé de él y fui hasta la puerta para que dejara tranquila a la podre Laura que hoy estaba con los nervios de punta.
—¿Con un beso nos dejas tranquilas? —le pregunté.
Él sonrió de medio lado y asintió, así que hice a un lado a Laura y besé a Jorge en la mejilla.
—Espera, eso no vale —comenzó a reclamar.
—Nunca especificaste donde tenía que ser el beso, ahora vete o Laura enloquecera.
Le cerré la puerta en la cara y suspiré agotada, controlar la risa en un día como este sería difícil.
Laura se puso a trabajar de inmediato, ordenó las cosas que utilizaría y mandó a mis amigas a llamar a la "estilista" que me prepararía. Era algo incómodo ser analizada desde todos los ángulos por Laura como para que viniera otra persona a hacer lo mismo.
En diez minutos, Mechi volvió con una mujer alta y delgada vestida en un traje con estampado de leopardo, me asustó que ella fuera mi estilista. Me asustó muchísimo.
Pero resultó que para vestir a otras personas no era tan mala. No cambió nada del vestido que elegimos y dijo que lo mejor sería maquillarme con una capa suave para no parecer payaso. Estuve de acuerdo con ella y le caí bien.
Me dijo que lo primero que teníamos que hacer era relajarme, que sabía que era un día muy especial para mí, pero que también sería estresante. Le dije que no estaba nerviosa, aunque solo lo dije para mentirme y mantener la cabeza sujeta al cuello durante el día. Mas la estilista era astuta y me obligó a tomar un baño de esencias florales.
Mientras me bañaba, me puse a pensar en la luna de miel. Sería un tema para cuando Jorge y yo dijéramos el "sí". Nos iríamos de viaje para las vacaciones de verano, quedaban tres semanas para salir de la escuela así que la espera tampoco sería muy extensa. De todas formas, sabía que tanto Jorge como yo estábamos muy nerviosos con respecto a ese viaje y lo que sucedería allí, sería la máxima prueba de si es que este matrimonio funcionaría o no.
La boda sería a la puesta de sol, a pedido de Jorge que decía que era elemental que fuera a esa hora. Como a mí no me había importando, le dejé hacer lo que quisiera, pero ahora me arrepentía. Estar toda la mañana siendo arreglada para unas cuantas horas era devastador, y el que Lodo, Alba y Mechi se burlaran de mí y los tubos que tenía en la cabeza para el peinado no era gratificante.
A las una bajamos a comer y nos encontramos con Jorge y Cecilia que iban de un lado para otro hablando por celular. Cecilia se encargaría de que todo saliera de acuerdo el plan de Jorge y Laura de que nada se arruinara, mi madre debía estar arreglándose en su habitación y mi padre buscando el pastel. Todos tenían una tarea para la boda, excepto yo.
Cuando le comenté eso a Lodo en el almuerzo, Jorge alcanzó a escuchar y rechistó.
—Por supuesto que no puedes hacer nada, tu tarea es verte hermosa para mí y ser feliz por el resto de tu vida, no quiero abrumarte con los preparativos —me dijo robándome un beso y volviendo a la carrera interminable a través del celular.
Decidí hacerle caso y dejar de preocuparme, ya sería bastante difícil caminar con un vestido y un velo de metros de largo sin caerme y hacer el ridículo.
Entonces, ocurrió el primer desastre del día. Ruggero y Nico despertaron.
Nadie los había visto en toda la mañana, y cuando salieron quejándose y con resaca del cuarto de huéspedes, asustaron al personal y los sacaron a escobazos de la casa. Después volvieron gritando que eran como miembros de la familia y si no hubiese sido por Holly que jugaba en el patio, no habrían conseguido entrar otra vez.
El segundo desastre fue cuando se les quitó la resaca y Nico recordó que no tenía pareja. Comenzó a lloriquear que nadie lo quería y que moriría solo y con todos los gatos que Jorge adoptara mientras nosotros criábamos a nuestros hijos y nos olvidamos de él. Supuse que aún tenía un poco de alcohol en la sangre y unos cuantos litros acumulados en la cabeza. Laura lo golpeó en la cabeza y le dijo que se comportara o no lo dejaría entrar a la boda.
—Yo te conseguiré pareja, pero deja de arruinar la boda de tus amigos —con eso se quedó más tranquilo y Jorge le dejó que cuidara a Pelusa y yo a Nana hasta que se tuviera que ir a arreglar.
A las cuatro de la tarde reinó el caos e inició el tercer y último desastre: Prepararse para la boda.
La estilista se volvió loca y me vistió a la velocidad de la luz. Después me maquilló una y otra vez hasta que quedé como ella quería. Luego me peinó y como mi cabello no estaba de humor, se enredó y tuvieron que cortarlo unos centímetros para no sacármelo todo desde la raíz con el cepillo.
Y cuando veíamos por la ventana que el sol no tardaría en esconderse, nos pusimos en marcha y salimos de la casa al lugar que Laura y Jorge habían reservado.
No quedaba nadie allí a excepción de nosotras, Alba se había ido hace unos minutos para encontrarse con Ruggero, que esperábamos estuviera más sobrio que Nico, Mechi tenía que irse conmigo.
Cuando el auto se puso a andar, recién allí sentí aquella adrenalina que paraliza al cuerpo.
Estaba aterrada. Me iba a casar. Me iba a casar con Jorge. Esta misma tarde. En unos cuantos minutos más.
¡Por Dios, iba a cometer una locura!
—¡Dejen que me baje! ¡No puedo casarme! ¡No puedo! —comencé a gritar en medio del tráfico y Laura y Mechii se asustaron. Me sostuvieron de los brazos para que no saltara del auto hacia la calle y me dijeron que debía tranquilizarme.
—Es normal que estés nerviosa, ya te lo dije en la mañana —me dijo Maartu.
Apoyé mi cabeza en el hombro de Mechi y respiré pausadamente, tenía que mantener el control de mi misma o arruinaría mi propia boda.
No, no podía volverme loca. Lo haría por Jorge, porque lo amaba.
Apenas sentí que el auto se detuvo, mi estómago se revolvió y mis piernas cedieron a la presión. No podía sostenerme de pie por más de diez segundos sin temblar.
Sin embargo, fue ver el lugar donde se realizaría la boda lo que me paralizó más que mis nervios.
Estábamos en un parque, eso era lo único que pude distinguir. Lo demás era como sacado de un lugar mágico y asombroso que sólo existía en mis sueños. Era Nunca Jamás.
Había un sendero bordeado con flores de todos los colores y otras flores artificiales pero muy grandes con brillantina y luces de neón en su interior. Había chicas disfrazadas de hadas, piratas, indios, y también unos niños de no más de diez años disfrazados de los niños perdidos.
Los "niños perdidos" me vieron y me guiaron por el sendero hasta que vi las sillas y las personas que se suponían eran los invitados. Todos miraban hacia adelante, donde en una plataforma que parecía sacado del más hermoso cuento de hadas se encontraba Jorge.
Mi corazón se detuvo por unos segundos antes de asimilar todo lo que sucedía a mi alrededor.
Jorge había transformado un parque en Nunca Jamás para nuestra boda y él se veía mucho más hermoso con ese traje negro y su corbatín que el día de su cumpleaños. Me sentí pequeña con ese estúpido vestido blanco ante los esfuerzos que él había hecho para que este día fuera inolvidable.
Los niños perdidos hicieron ruido y todos se voltearon hacia nosotros. Fue como ver a través de una neblina espesa y brillosa, ya que toda mi atención estaba centrada en la sonrisa de Jorge al final del sendero.
Ni siquiera me había percatado de la orquesta que había a un costado de no ser porque iniciaron con la marcha nupcial en cuanto me vieron.
Quedé inmóvil, sabía que todos esperaban que caminara, pero no me atrevía. Aunque para Jorge y Laura no fue un problema, me empujaron y Mechii me llevó prácticamente a rastras hasta el altar.
A medida que me acercaba, podía ver la sonrisa de Jorge más ancha y el brillo de sus ojos se intensificaba. Noté que movía las manos y jugaba con los botones de la chaqueta, se hallaba tan nervioso como yo.
Así que verlo así me hizo despertar y recobrar el sentido y dejar de lado al miedo. Si me casaba era porque amaba a Jorge y quería hacerlo feliz, por más años que me haya costado darme cuenta.
Di los últimos pasos con seguridad y me coloqué a su lado. Él me miro durante unos segundos antes de botar aire con fuerza por su nariz. Le dediqué una sonrisa y le di mi mano para tranquilizarlo.
La sostuvo durante toda la ceremonia. Creo que si me preguntasen que dijo el cura, no recordaría nada, y Jorge tampoco. Estaba ocupado apretando mi mano a la espera de la gran pregunta.
Los minutos pasaron lentos, pero nada importaba porque me encontraba en la tierra soñada de mi infancia. No me cansaba de mirar todos los detalles que había en el lugar que lo transformaba en la replica de Nunca Jamás.
De pronto, la mano de Jorge me cortó la circulación y volví a la realidad de golpe.
—Jorge Blanco, ¿Aceptas a Martina como tu esposa para amarla y respetarla como lo haz hecho desde los echo años hasta que ella deje de creer en las hadas?
Ahogué un grito de emoción. Era la pregunta perfecta, Jorge había pensado en todo.
—¡Nooo, yo me opongo!
Y la felicidad se esfumó tan pronto como duró. Todos nos giramos a ver de quien se trataba y como pude adivinar, Nico venía a toda prisa a interponerse. No era la primera vez que experimentaba deseos asesinos contra él, pero esta vez habías sobrepasado el límite.
—¡Nico! —chillé al borde del llanto. No era justo que arruinara el momento más importante de mi vida.
—¡Yo me opongo, pero no de la forma en que ustedes creen! —todos quedamos con la duda reflejada en nuestros rostros. Nico se apresuró en explicar antes de que me lanzara sobre él para matarlo allí mismo—. Es que iba a decir que al cura le faltó decir "y cuidarla" después del "respetarla", pero creo que es un detalle... que no debí mencionar... lo siento, continué por favor.
Tenía la boca abierta de indignación. Hundiría a Nico en cuanto la boda acabara. Iría a su casa cuando durmiera y lo cortaría en picadillo de zanahoria.
—Como decía... —prosiguió el cura—. ¿Aceptas?
—Sí, acepto —respondió Jorge con una sonrisa y pude escuchar algunos suspiros entre los invitados.
—Martina Stoessel, ¿aceptas a Jorge para amarlo, respetarlo y "cuidarlo" —dijo, poniendo énfasis en la última palabra para que Louis no arruinara el momento otra vez— hasta el día en que decida de que odia a los gatos y a ... ¿sus rizos?
Todos soltamos unas risas, incluido Jorge. Jorge me había ganado con los votos, pero el sentimiento era el mismo.
—Sí, acepto —le dije.
—Entonces los declaro marido y mujer... puede besar a la novia.
No tuvo que indicarnos más, Jorge me sostuvo de la cintura y yo coloqué mis brazos alrededor de su cuello, y nos fundimos en el mejor beso que nos hayamos dado hasta la fecha. Sentir su cálido aliento y las oleadas de mariposas que chocaban contra mi estómago fue la mejor sensación del mundo. La suavidad de sus labios y la delicadeza con la que me besó hicieron que finalmente mis piernas flaquearan y pusiera todo mi peso sobre sus brazos para que me sostuviera.
Cuando nos separamos, recordé todo lo que tuve que pasar para llegar hasta ese momento de plenitud y me di cuenta de que valió la pena todo aquello, desde el día en que llegó como el hijo de la nueva niñera, como cuando hicimos la audición para Romeo y Julieta y nos besamos por primera vez, o cuando nos emborrachamos en el campamento o para el día de su cumpleaños donde dio inició su plan para enamorarme.
En ese instante, cuando vimos a todos que se ponían de pie para felicitarnos, supe que no hubiese sentido todo esto con ningún otro chico, porque Jorge estaba destinado para mí y yo para él, y no podía estar más feliz y orgullosa de decir que desde ese día mi nombre era Martina Blanco.  


MARRY ME - JORTINI TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora