RELATO

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ESTE ES EL RELATO QUE OS COMENTÉ EL OTRO DÍA. POR FAVOR LEEDLO Y DECIDME CUALQUIER COMENTARIO, CUALQUIER COSA QUE DEBERÍA QUITAR O PONER, OS LO AGRADECERÍA UN MONTÓN. Y PERDÓN POR PONER TANTOS AVISOS Y COSAS ÚLTIMAMENTE. MAÑANA O PASADO INTENTARÉ SUBIR. OS QUIERO

Último día de curso. Tenía dos meses llenos de playa, descanso y tiempo con mis amigos. Llegúe a casa contenta y nerviosa por saber a dónde iríamos. Puede que a Canarias, o quizás fuera del país. Pero al llegar a casa me llevé una decepción.

Mi madre estaba sentada en el sofá haciendo no sé qué cosas y al pasar delante de ella para ir a mi habitación me llamó por mi nombre. Me dijo que me sentara un momento que tenía que decirme una cosa que seguro no me iba a gustar: este año no podríamos irnos como siempre a la playa, problemas de dinero. En cambio, iríamos un mes a casa de mi tía Gloria, que vivía en un pueblo en medio de la nada, y saldríamos dentro de una semana. Me enfadé. Había visto a mi tía muy pocas veces, pero las suficientes para saber que era una señora mayor muy rara y que me esperaban las semanas más aburridas de mi vida. Y cuando me dijo que no podría llevar el portátil porque no habría internet y que el móvil allí no iba a ser de mucha utilidad ya que la covertura era muy mala, pero que eso me vendría bien ya que estaba muy viciada y no me daba cuenta de las necesidades de los demás y que siempre estaba metida en mi mundo, salí corriendo a mi habitación y cerré la puerta de un portazo. Me tapé la cara con un cojín y grité, mientras lágrimas de rabia salían de mis ojos. ¿Qué esperaba mi madre que hiciera? ¿Que hiciese la maleta y fuese allí, incomunicada del mundo? Seguramente allí no viviría nadie, solo un par de ancianos. ¿Cómo podría hablar con mis amigos? ¿Cómo me enteraría de a qué país había ido este verano mi amiga Silvia? ¿O cómo sabría...?

Pasé la semana intentando convencer a mi madre de que me dejase quedarme en casa de alguna amiga y así no tener que ir, pero fue imposible disuadirla, te va a hacer muy bien, decía, en el campo y sin aparatos electrónicos. El día de salida llevé mi maleta al coche y me senté en la parte de atrás, para estar lo más lejos posible de mi madre. Enchufé mis cascos al móvil y me puse a escuchar música, olvidándome de lo que me rodeaba. En todo un mes esto es lo único que podría hacer, escuchar música.

El trayecto fue corto, dos horas más o menos y llegamos a un pueblo de Soria, Ágreda. Diez minutos después llegamos a la plaza, que en ese momento estaba vacía ya que era la hora de comer, y un par de calles más allá, mi madre paró el coche delante de una casa. Era una casa de dos pisos, pero que no era muy grande. En todas las ventanas, que tenían las cortinas corridas, había flores de distintos colores. Delante de la puerta principal había un pequeño jardín, y si rodeabas la casa por fuera, que estaba al final de la pequeña calle, había un pequeño parque seguido de un bosque. Se abrió la puerta y una señora mayor con el pelo castaño donde se podían ver bastantes canas salió corriendo con una gran sonrisa y los brazos abiertos. La tía Gloria. Intenté borrar la mala cara y poner una sonrisa en mis labios. Nos saludó y me dio dos besos sonoros en las mejillas y mi madre y yo la seguimos dentro de la casa. Mi habitación estaba en el segundo piso, y allí es dónde me dirigí con mi maleta. Saqué las cosas las metí rápidamente en el armario y acto seguido me tumbé en la cama. Pasaron un par de horas en las que me quedé dormida, y un suave golpe en la puerta me despertó. La comida ya estaba hecha y tenía que bajar.

Pasó la primera semana en la que no hice nada. Estuvecasi todo el tiempo metida en mi habitación, a veces leyendo, otras vecestumbada escuchando música, solo salía de vez en cuando con mi madre a la tiendapara comprar alguna cosa que se necesitaba. Aburrida de no hacer nada salí aljardín y me di cuenta que había una pequeña caseta de madera en un extremo. Meacerqué y abrí la puerta con cuidado. Dentro había un montón de trastos viejos.Rebuscando un poco me di cuenta que había un pelota de baloncesto desinflada.Me alegré un poco, se me daba bien el baloncesto, y no estaría mal jugar unpoco. Me acordé que el día que llegamos me había fijado que en la entrada delpueblo había unas pistas de tenis, padel y una     piscina pública, así que cogí la pelota y me puse a andar rápidamente en aquella dirección que recordaba. Después de caminar por las estrechas callejuelas del pueblo llegué a un lugar que no me sonaba de nada. Delante de mi había bosque, supongo que el mismo que está detrás de casa de mi tía, y detrás mío se encontraba el pueblo que ahora me parecía enorme. Me empecé a agobiar, porque no sabía como volver a casa, así que hice lo único que podía, echar a andar. Caminé por una calle estrecha y solitaria cuando oí pasos detrás de mío. Sin mirar atrás empecé a caminar más rápido, dándome cuenta que los pasos también habían aumentado de ritmo. Asustada me puse a correr, cosa que también hizo mi perseguidor. De repente dejé de oír los pasos, pero seguí corriendo por si acaso, cuando me aseguré que no había nadie detrás disminuí el paso . Pero al girar una esquina me choqué con un chico.

"Vaya, ¿estás bien?" me preguntó agarrándome para no caer. Era bastante más alto que yo, pero tendría mi misma edad. Asentí ruborizámdome y seguí mi camino, pero el chico caminó a mi lado "¿por qué corrías? Y por cierto, soy Daniel"

"Soy Maite. Y corría porque me había perdido y pensé que me estaban siguiendo, me he asustado" respondí avergonzada.

"¿Vas a las pistas?" preguntó señalado el balón que estaba debajo de mi brazo. Volví a asentir "te acompaño". Me guió hasta llegar a la parte que conocía del pueblo y respiré aliviada, de allí ya sabía orientarme. Después de inflar el balón fuimos a una de las pistas de baloncesto, donde había varios grupos de chicos y chicas jugando. Nos pusimos en una canasta libre y después de un rato varias personas se nos unieron e hicimos un partido.

Varios días más tarde era la hora de la siesta y estaba tumbada en el sofá cuando llamaron a la puerta. Fuí a abrir ya que era la única que estaba en la casa y Daniel apareció en la puerta. Extrañada, le pregunté qué hacía allí y cómo sabía que era allí donde vivía.

"Porque es un pueblo y aquí todo el mundo sabe donde vive todo el mundo, y más aún si ha venido una chica nueva de la ciudad" fue lo que me respondió.

"Esta tarde hay geocaching, ¿quieres venir con algunos amigos?" me ofreció con una sonrisa.

"¿Geocaching? ¿Qué es eso?" pregunté a mi vez extrañada, en mi vida había oído esa palabra.

"¿No sabes qué es? No eres mucho de pueblo, ya se ve. Es una especia de búsqueda del tesoro, y es costumbre hacerlo aquí, en Ágreda, todos los veranos. Algunos adultos esconden dinero, desde un euro hasta cincuenta euros, en cualquier lugar del pueblo o de los alrededores y dejan pistas para encontrar el siguiente escondite. Así, los niños y adolescentes nos reunimos en grupos y competimos por ver quien llega antes, e imagínate que nosotros llegamos los primeros a un escondite, cogemos lo que haya y ponemos algo, lo que sea. Es muy divertido y lo pasas genial". Iba a negarme y decirle que pasaba de hacer eso pero no tenía nada mejor que hacer, y sonaba divertido, así que acepté. En la plaza del pueblo había reunida mucha gente de distintas edades, no pensé que había tanta persona joven aquí. Nos dividimos en grupos, no conocía a lo mayoría de los que estaban en el mío. El que organizaba todo nos repartió la primera pista del primer escondite y rápidamente todos nos dispersamos en la dirección en la que pensábamos que estaba el escondite. Nosotros corrimos hacia la entrada del pueblo, y luego giramos hasta entrar un poco en el bosque y cuando llegamos, se nos habían adelantado ya que el lugar donde tendría que estar nuestro pequeño tesoro había un lápiz y una pequeña libreta sin nada escrito. Al lado había un papel con la siguiente pista.

Estuvimos toda la tarde corriendo de un lado para otro, y en muchas partes se oían risas y gritos. Todos los escondites a los que llegábamos ya había sido abiertos y habían colocado cosas sin importancia, y aunque al principio me molestó un poco, ya que hubiese querido encontrar aunque fuese un euro para poder comprar algo, pronto se me olvidó y de lo único de lo que me preocupé fue en correr y pasarmelo bien.

Al final el verano no había sido tan malo, no era lo que me había esperado pero lo había pasado genial.




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