Capítulo I

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            Las escaleras parecían eternas. Al llegar a la estación no se encontró con nada que pudiera sorprenderle. Las vías estaban oxidadas, y en un extremo, se encontraban dos trenes que parecían haber estado en condiciones de manejo muchos años atrás. La sensación de decepción lo invadió por completo. Había estado imaginando las millones de posibilidades de criaturas o espectros que podía haber encontrado allí. Pasadizos secretos, mundos ocultos. Pero ya no encontraría nada. Con lo que quedaba de sus esperanzadas, decidió explorar un poco el lugar.

Mientras más se alejaba de lo que para él era un portal, más se adentraba en la oscuridad del túnel. Allí no había luces, y no tenía una linterna o fuego para iluminar el camino. Solo podía esperar que sus sentidos lo guiaran, de no ser así, siempre podría regresar.

Cuando ya no tenía esperanzas que pudieran romperse comenzó a oír el delicado vaivén de un objeto oxidado. Chirriaba. Producía un sonido abrumador para sus oídos, pero era una pista a seguir. Apresuró el paso. Mientras más se acercaba más potente era el ruido. Estaba seguro que se aproximaba.

De repente, solo estaba seguro de que caía, que se había tropezado y descendía, en caída libre. Gritó, e intentó aferrarse a algo, una pared, una roca, lo que fuera, pero no había nada, solo un vacío oscuro. Supuso que por la falta de luz había caído en una especie de agujero subterráneo y que probablemente esas serían sus últimas exhalaciones.

Comenzó a sentir una especie de barro recorriendo sus manos y piernas, que se escurría entre sus dedos sobre una superficie plana y dura. Tierra. Solo así supo que el impacto de la caída había llegado a su fin.

Lo siguiente que sabía era que estaba echado sobre pasto recién cortado. Olía a rocío. Se incorporó sentándose en el suelo. ¿Qué hacía allí? Lo había olvidado por completo. El sonido nuevamente surgió de entre la oscuridad. Fue entonces cuando recordó que había estado persiguiendo ese chirrido y que mientras lo buscaba, había caído.

Alzó la vista en busca de una señal. Esta vez encontró algo que no hubiera esperado nunca encontrar allí... Era el cielo. Repleto de estrellas, mientras la luna, ubicada en el centro del firmamento danzaba entre ellas.

Se levantó del suelo aterrado y quiso marcharse. Alejarse de esa pesadilla que no comprendía. Había caído. Había caído a un lugar debajo de la tierra; subterráneo, pero sin embargo veía el cielo. Tal vez sólo estaba confundido. Se apoyó sobre la pared más cercana intentando calmar su respiración entrecortada.

A lo lejos, muy a lo lejos, una luz se encendió. No podía regresar, era imposible volver por donde había venido. Lo único que ahora le quedaba era la suerte y el azar, y esperaba que esta vez no jugaran en su contra.

Con pasos seguros avanzó tambaleándose. No supo cuanto tardó en llegar hasta allí, pero fue el tiempo suficiente para que el sol se pusiera e iluminara el lugar. Se veían calles y grandes casas con aspecto victoriano, parecía una ciudad adaptada al siglo XIX.

Se dijo que no debía prestar atención en los detalles, que él debía encontrar ese abrumador sonido que no cesaba. Y esta vez casi podía palparlo.

Al darse la vuelta, sin rendirse en su búsqueda, se encontró mirando en dirección a una pequeña plazoleta. Algo llamó su atención: el lugar tenía bancos de madera, una fuente central con ángeles esculpidos en ella, toboganes y en un extremo pequeño...

Una hamaca que se balanceaba de un lado al otro con un pasajero un tanto peculiar.

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Aquí termina este capítulo...

Espero que no los haya decepcionado :3


El reino de las almas sueltasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora