Capítulo 3: En mi casa no

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El señor Boucher no tardo en llegar a la casa, había vuelto con un pastel que se le había antojado cuando lo vio en un aparador, todo con el pretexto de que su hija había logrado hacer firmar ese contrato de compra de acciones a Ferdinand Cordier.

―¿Qué te parece cariño?, nuestra hija comienza a hacerse más responsable ―comentó el alegre hombre mientras dejaba el pastel sobre la mesa. ―¿Qué hace esto aquí?

Era inevitable voltear a ver el enorme ramo que a duras penas había logrado entrar en un florero. Era como tener a un dinosaurio dentro de casa, resultaría inevitable voltear a verlo.

―No sé, no tengo idea de qué hace esto aquí ―se apresuró a gritar Serene con evidente nerviosismo.

―Señorita, le habla un joven en la puerta ―entró a comunicar el portero de la casa.

Para colmo Serene volvió a ser el centro de atención de las miradas de su familia. Si no era incómodo ya con las flores, ahora sí resultaba vergonzoso tener que ir a atender a alguien a quien no había invitado.

Ella caminó lentamente hacia la puerta con la esperanza de que Pauline fuera a verla, sin embargo se quedó hecha piedra cuando vio a un joven parado en el umbral de la puerta.

Serene había olvidado por completo que había acordado tener una cita ese mismo día, ¿cómo se le pudo haber olvidado inventar un pretexto para eso? Sus padres no sabían que ella ya lo conocía, ni era su intención hacérselos saber.

―¿No me vas a permitir pasar? ―preguntó el joven con una enorme sonrisa de placer en el rostro.

―¿Qué haces aquí? ―susurró Serene iracunda por el atrevimiento de Ferdinand.

―Acordamos que tendríamos una cita, vine a recogerte solamente. Buenas tardes señores Boucher ―agregó en cuanto se dio cuenta de que aquellos dos intrusos los estaban observando.

―Señor Cordier ―murmuró el padre de Serene mientras alejaba a su hija un poco y hacía pasar a su accionista. ―¿A qué debemos su visita el día de hoy?

―Acabo de mudarme a París y me temo que el departamento que estoy rentando acaba de tener un desperfecto con el baño. Me dijeron que tendrían que arreglarlo y vine a solicitar su permiso para pasar aquí la noche.

Era increíble su habilidad para mentir. Serene estaba segura de que se había sacado el pretexto de la manga para poder vigilarla más de cerca y, en cierto modo, le agradaba que alguien se preocupara por ella.

―¿Es así señor Cordier? ―indagó el señor Boucher sin quitarle la mirada de encima a su repentino invitado.

―Hija, tenemos que hablar ―susurró la madre de Serene y continuó andando en dirección a las escaleras.

Serene esperó un momento más pero, al notar que ambos hombres en la casa se giraron a verla mientras ella esperaba seguir escuchando la conversación, ella decidió seguir el mismo camino de su madre y subió las escaleras.

La astuta mujer estaba esperando en el balcón de su habitación. Quería hablar con su hija respecto al chico que se encontraba ahí abajo y a su padre, quien al parecer había olvidado lo que había sucedido con su hija durante aquella excursión.

―Hija, Serene. Ven aquí ―la llamó mientras ella seguía contemplando las luces de la ciudad durante la noche.

―¿Sí mamá?, ¿hay algo que debas decirme?

La vista sin duda era fenomenal. Ver la Torre Eiffel era demasiado común al haber crecido cerca de ella, sin embargo nunca se dejaría de asombrar con las luces de colores de los diferentes locales que, con el tiempo, iban cerrando y le abrían espacio a nuevos negocios.

Amor por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora