Siete Cadáveres

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Desperté con un gran dolor en la mandíbula y un moretón tan grande que es imposible pensar que en un ratito se desvanecería.
Bajé de mi cama corriendo. No había nadie en aquella habitación más que yo. Salí disparado hacia el vestíbulo del castillo con el pensamiento positivo de que allí estaría mi familia esperándome para desayunar y tener un grandioso día.
Cuando llegué al primer piso, me arrepentí de pensar de una manera tan positiva.

Pues siete cadáveres descansaban fríamente en el suelo del vestíbulo. Mi madre, mi padre, tío José, tía Susan, tío Marco, tío Alec y tía Mary.
Sus cuerpos estaban manchados de sangre. Su ropa estaba rasgada y absolutamente todos estaban vocabajo.
Mi mi cuerpo no soportó lo que veía. Grité lo más fuerte que pude. Cerré mis ojos mientras gritaba, pensado en que esto solamente era una horrorosa pesadilla.
Mi garganta me exigió que parara, pues sentí que cada momento que pasaba ésta se me desgarraba y sangraba.
Decidí abrir lo ojos y enfrentarme a la dura realidad. Cuando eso sucedió, mis lágrimas empapaban mi cara y la ruda realidad se convirtió en el peor sueño de mi vida.
Los siete cadáveres habían desaparecido. En su lugar solamente habían grandes charcos de una sustancia oscura y rojiza.
Y de pronto... Escuché más gritos horrorosos.

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