Había pasado un día desde aquel estúpido encuentro mío con Alexander, mi ex, del que no quería volver a saber para el resto de mi vida. La verdad es que, hubiera preferido encontrarme con cualquiera de mis infinitos enemigos, antes que con él en aquel pasillo del infierno. De verdad que, no lo soportaba, y cada vez menos. Me irritaba, no le aguantaba, siempre se creía el mejor, siempre con sus bromitas y sus fichas diarias, de verdad que no entendía su juego, y no estaba dispuesta a seguir jugando a lo que él supuestamente jugaba o quería jugar.
(...)
Por fin era sábado, por fin podría olvidarme un poco del insufrible colegio y centrarme un poco más en mi, en divertirme y en olvidarme un poco de todo, incluido de Alexander y de Nick, no quería saber nada de ellos en este momento, y mi fin de semana no tendría que verse truncado de ninguna forma por cualquiera de aquellos dos individuos. Decidí que aquel día no sería malo para ir al cine a ver alguna película, así podría despejarme y poner toda mi atención en el largometraje, y menos en mis problemas, problemas que no tenían sentido ninguno, comeduras de cabeza que no me llevarían a ningún lado. Decidí que podría llamar a mi amiga Mía, una amiga que desde que nos cambiamos de colegio, poco podíamos vernos, por lo que cualquier momento en que pudieramos quedar, sería crucial e importante. Cogí el móvil y sin más dilación, le mandé un mensaje. Éramos más de mensajes que de llamadas, para que molestarnos. ¿No?
Mensaje de Ginger Turner: "Eh, Mía. Cuanto tiempo. ¿Te hace que vayamos hoy al cine a ver una peli? Así nos ponemos al día y todo eso. Siempre hay novedades que contar."
Mensaje de Mía Haynes: "Vale, me parece bien. ¿Alguna idea de película? "
Mensaje de Ginger Turner: "Pues la verdad es que no sé. Cualquiera me valdría."
Mensaje de Mía Haynes: "En la taquilla decidimos y ya está. Para que comernos el coco."
Después de aquella breve conversación, quedamos a las cinco y media de la tarde para ir al cine y así ponernos al día. Fuera como fuera, siempre teníamos algo que contarnos, por lo que la tarde prometía y así, no tendría que rayarme en cosas que no merecen la pena, la verdad.
(...)
El día no pasó en vano, y ya me dió la hora de ir al cine, asique una vez estuve allí, enseguida localicé a Mía, la cual me esperaba cerca de las taquillas, impaciente por saber que película podríamos ver. A decir verdad, no tenía ni idea de que película ver, pero bueno, alguna caería fijo, por lo que de ello no debía preocuparme en exceso. (...)
Finalmente cogimos unas entradas para una película de miedo que nisiquiera sabíamos de que iba, pero bueno, un poco de aventura en la vida, que más da, vamos a darle un poco de salseo al asunto. Al entrar en la sala, tras coger las palomitas, eramos un poco mancas y no sabíamos donde daba nuestro sitio, pero bueno, siempre hemos tenido un retraso justificado, asique, tampoco era mucha novedad. Resulta que nos habían dado asiento en última fila, cosa que no nos gustaba una puta mierda, pero bueno, es lo que hay. Justo al llegar al sitio, mi retraso se hizo real cuando me senté y se me calleron todas las palomitas al suelo, de verdad, a veces pienso que soy extremadamente subnormal. Mía comenzó a descojonarse de mi puta cara y yo en cierta forma, me cabreé.
- Tío, Gin. Eres todo retrasada, madre mía.
- ¿Y tú de que te ríes, puta? ¿Y por qué no me ayudas pedazo de zorra?
- Anda, anda. Tienes dos manos para recoger todo eso tú solita, jajaja.
- De qué vas, perra del infierno.
Tras aquella breve discusión, tuve que recoger todo como pude yo solita mientras los anuncios de la película se hacían escuchar. Genial, yo como siempre, montando el cirio delante de toda la peña. Cuando por fin conseguí sentarme, esta vez la risa fue real, esta vez fue el colmo de los colmos. Al otro la de mí, es decir, al contrario del que estaba sentada Mía, estaba sentado Alexander. En ese momento no supe si debía reírme o llorar, porque la verdad, el momento parecía de chiste, como si hubiera una cámara oculta o algo. Al principio me hice la "longui" (despistada), ya sabéis, como el quien no quiere la cosa, que no me he dado cuenta y ya está, pero el chaval poco tardó en darse cuenta de que era yo la que estaba sentada a su lado. Él estaba sentado con un amigo suyo, llamado Roy, el cual no dejaba de mirar a Mía en bajo ningún concepto. Una sonrisa forzada salió de mí.
- Vaya, que casualidad. ¿Te podrías mover dos sitios más para allí? No quiero que se me pegue nada tuyo.
- Siempre tan amable, chica.
- Y tú tan gilipollas.
- Gracias por el cumplido.
Ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer en aquel momento, pero uno de los dos, tarde o temprano, tendría que rendirse. De repente, Roy habló.
- Asique tú eres Ginger...
- Y tú eres otro gilipollas de su club de gilipollas... ¿no?
- Que antipática eres.
- Me lo tomaré como un cumplido.
Giré los ojos. Madre mía, menudos payasos de circo me habían tocado en esa película, creo que esto sería más entretenido que la película en sí, asique debía disfrutar. Después habló Mía.
- ¿Qué haces aquí, Roy?
- Perdón. ¿¡Os conocéis!? - Me metí entonces yo, esto parecía un boicot a mí, y no lo dejaría pasar.
- Sí, pero apenas, solemos hablar y tal.
- Pero os conocéis.
- ¿Y qué mas da? - Dijo Mía finalmente y la fulminé con la mirada.
Aquello era de risa. Sentía que me había tocado la lotería en ese momento, mi magnífico ex, su secuaz más fiel, y Mía que los conocía. Increíble.
Entonces le susurré a Mía.
- Tú de que conoces al personaje ese.- De clase.
- La vida es un pañuelo.
Y así es, la vida es un pañuelo. Finalmente me acomodé en la silla mientras sentía a Alexander cerca de mí, no se como iba a aguantar la película con este circo que se acababa de montar, pero bueno, esto solo acababa de empezar.
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"Huyendo conmigo de ti"
Teen FictionSegundo año de bachillerato. Nos encontramos en un momento muy difícil en la vida de Ginger Turner. Ella no tenía claro que quería hacer con su vida, y mucho menos, que quería hacer en ese momento. Se sentía agobiada, exhausta y sin saber si merecía...