Rosa con espinas.

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El liquido carmesí que escurría de su piel. Sólo era eso. Un líquido más. Que las personas habían demominado Sangre.

No le importó en ese momento. No le importó nada en ese segundo de tiempo que constituía otro granito de arena.

Ella tenía un reloj de arena, y para ella cada granito que caía significaba un segundo menos de vida.

Apoyándose en la mesa, consiguió al fin levantarse.

Sus piernas estaban llenas de cortes y rasguños, pero tampoco era algo que le importarse en ese preciso momento.

Ella ya tenía algo que hacer más importante.
Andó unos cuantos pasos, tropezando con sus propios pies. Le costaba andar y eso tampoco le importó.
Cuando sus pies rozarón la superficie de cartón. Se agachó y empezó a limpiar los rastros de escombros en su libros.
Sólo era eso, un libro.
Pero ese libro no era un libro cualquiera.

Su mente empezó a divagar de nuevo. Ya no quedaba nada ni nadie. Estaba sola, perdida... y lo sabía. No es como si a alguien le fuera importar ya que... Después de todo solo quedaban El libro y ella.

"Las guerras se producen a menudo. No es como si fuera algo extraño."

Todavía recordaba aquella frase que dijo el abuelo. No sabía que había sido de él. Pero tampoco le importaba.

"Oh, vamos, sabes que puedes hacerlo mejor."

Su cabeza empezó a dar vueltas, quería gritar, quería llorar. No quería recordar. Pero los recuerdos llegaban solos. Las palabrás no salían de sus labios. Las lágrimas no caían. Su pecho ardía. Todo se oscurecía.
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Oh,vamos, sabes que puedes hacerlo mejor...

Olvida mi nombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora