2. Conociendo A Los Mentores

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Felipe

Sentado en el sofá junto a Aurora esperé a que viniera nuestro mentor. Mientras tanto, observé a Aurora por el rabillo del ojo. Era un año más mayor que yo, pero parecía mucho más delicada y frágil, a pesar de que su mirada, fija en la puerta, parecía de hierro. De pronto se giró hacia a mí y, al pillarme mirándola, me fulminó con la mirada. Abrió la boca para decir algo, pero la puerta se abrió de golpe.

Una mujer rubia y de aspecto duro entró con pisando con fuerza. Llevaba un vestido azul y tenía la expresión de hielo que tienen todos lo ganadores cuando se mencionan los Juegos. Como un huracán, se sentó en el sofá frente al nuestro.

-Soy Cenicienta, pero eso ya lo sabeis.

Claro que lo sabíamos. Sus Juegos son unos de los primeros que recuerdo. Yo debía de tener como cinco años cuando se celebraron.

Cenicienta me señaló con un dedo, como acusándome.

-Tú, Felipe, ¿qué sabes hacer? -preguntó.

-Soy cazador -respondí.

Fui a continuar, pero nuestra mentora centró su atención en mi compañera.

-Tú, Aurora.

Ella se encogió de hombros.

-Supongo que nada.

-No seas boba, esa no es la actitud, ¿acaso quieres que te maten? ¿A qué te dedicas?

Aurora la miró, desconfiada.

-Soy sastra.

Cenicienta alzó la ceja, súbitamente interesada.

-Con que sastra, ¿eh? Eso está bien, podemos sacarle juego. ¿Qué tal manejas las tijeras?

La joven hinchó el pecho con orgullo.

-De fábula -respondió.

-Genial, vamos a darle la vuelta a la tortilla. Todas las chicas usarán dagas, ligeras y fáciles de esconder, pero me encargaré de que en la arena puedas pillar unas tijeras.

-No sé si es muy buena idea... -intervine yo.

Cenicienta me mandó callar con un gesto.

-Al público le encantará y, creéme, eso es lo que importa. -Se giró hacia a mí-. ¿Y tú que manejas? Porque supongo que no cazas con la mente...

Negué con la cabeza y simulé disparar con un arco.

-¿Flechas? -preguntó y yo asentí-. Bien, ¿qué tal manejas la espada?

-Digamos que no me corto a mí mismo con ella.

Cenicienta asintió con fuerza y se puso de pie.

-Genial. Chicos, creo que por una vez el Distrito 8 puede tener un ganador.

Y se dió la vuelta y se marchó del vagón, dejándonos solos. En ese momento Aurora y yo entrecruzamos una mirada. Al ver su cara de ángel con esos cabellos rubios supe que sería incapaz de matarla o dañarla de alguna manera, parecía demasiado inocente y dulce, pero su expresión dejaba claro que ella no opinaba así.

-Qué quede bien claro, Felipe -comenzó ella, con tono duro-, no soy tu amiga.

Me extrañé.

-¿No quieres una alianza?

Ella negó con la cabeza.

-Yo nunca he dicho eso. Primero quiero verte entrenar. De todas maneras, aún en el caso de ser tu aliada, jamás seré tu amiga.

Fruncí el ceño.

-Esto es la guerra -explicó ella-, matas o te matan. Y, por mucha alianza que haya, siempre va a haber que disolverla, antes o después. Y yo no soy de esas que se encariñan de gente que tiene que morir.

Dicho esto, se levantó y salió por la misma puerta por la que lo había hecho Cenicienta momentos antes.

Me quedé mirando la puerta como un bobo durante unos instantes. Estaba claro que no quería a esa chica como enemiga.

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¿Quienes son vuestros tributos favoritos? Decídmelo en los comentarios.

Esta historia va a ser algo distinta a las demás que he escrito porque me voy a dejar influenciar un poco por los lectores. Si veo que hay algún lector muy fiel o que pone buenos comentarios o algo de mención, dejaré que regale algo a alguno de los tributos como un patrocinador (comida, pomada, una manta etc.). Sé que es algo raro, pero los lectores-no-fantasmas merecen un premio por su adorabilidad y apoyo.

~Melk

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