Comencemos a vivir nuestro sueño...

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Canción: "Por Ti Me Casaré" de Eros Ramazzotti

Esa noche Kathleen y yo dormimos juntos. No sé porque no escuché, ni vi a nadie en el departamento las veces que me levanté a husmear, llegué a pensar varias veces que esta familia se encargó de conspirar ―en pro de nuestra felicidad― para que la gata y yo hayamos arreglado las cosas. No sé muy bien el por qué pero no hubo un atisbo de vergüenza o preocupación por lo que pensara Mía, Matt o hasta la misma Keilyn al enterarse que pasamos el resto de la noche juntos. Quizás todo giró en torno a nuestros sentimientos, a lo que Kathleen y yo decidimos ese día. Más bien era como aquello que muchas veces escuché de vivir el momento y olvidarte que el mundo alrededor existe, que solo éramos ella y yo.

Después de horas hablando, riéndonos y hasta de haber discutido un par de diferencias, la gata cayó rendida en mi pecho. Su respiración laxa, acompasada y profunda me indicó que estaba atrapada en el mundo del tan famoso y mítico Morfeo sin embargo aferrada a mis brazos, la escena era cómica y a la vez curiosa. Los dos estábamos, cual siameses, uno enganchados a los brazos del otro.

Me dediqué por horas a acariciar sus cabellos, tocar las pecas de su espalda, repasar las líneas de su rostro y grabar este momento, por siempre y para siempre en mi memoria.

Tenía sueño, sin embargo no quería rendirme y caer dormido. No podía creer que la gata estaba aquí, que al fin había permitido dejarme entrar de nuevo en su vida y que ya se había borrado ―de su mente― ese empeño todo loco de que lo nuestro debía quedar así, inconcluso, sin un mañana, sin un futuro.

Y ni de que hablar de la inmensa felicidad que sentía. Verla de nuevo recostada en mi pecho, me hizo latir el corazón con mucha fuerza. Admirarla como en un pasado fue mejor que cualquier cosa en el mundo.

Escucharla decir "Te amo" hizo que mi corazón se detuviera por un segundo. No era un sueño, era la realidad, nuestra realidad. Mi gata me acababa de regalar el mejor de los inicios, el mejor momento de mi vida.

Quien sabe a que hora caí profundamente dormido, el sueño logró vencerme en algún momento de la noche, lo cierto fue que desperté por el movimiento sutil que ella estaba haciendo con su cuerpo, creo que se acurrucó mucho más a mí y comprobé que tenía la piel bastante helada, lo más probable es que el aire acondicionado mantuvo una temperatura endemoniadamente baja, de la cual nosotros no nos percatamos el día anterior. Suspiro profundo y la abrazo. La gata está boca abajo, con las manos resguardadas en el interior de su cuerpo, como protegiéndolas del frío y la cabeza ladeada.

La observo con detenimiento y sonrío. Tomo otra frazada que está a los pies de la cama, la sacudo con fuerza y cubro su cuerpo. Me vuelvo a recostar y allí me quedo embobado admirando las facciones de mi bella mujer.

Sus labios están más rosados de lo normal, el cabello lo tiene todo revuelto y a la vez está esparcido entre el colchón, la almohada y su espalda. Las hebras negras están regadas por todos lados. Es que desde la última vez que la vi hasta ahora su cabello creció muchísimo, y espero lo mantenga así porque de verdad siempre me ha encantado ese cabello largo.

Como no puedo resistirme mucho a admirarla y no tocarla comienzo a probar esa piel con mi boca. Retiro un poco el cabello que está en su nuca y ahí la beso, siento como esa piel se pone de gallina de inmediato, sonrío y ahora le soplo mi aire en una de sus orejas. Escucho que ríe entre dientes.

―¿Qué hora es David? ―Pregunta mientras mantiene los ojos cerrados.

―No lo sé gata. Solo sé que es de día ―respondo en un tono bastante tranquilo.

Ella abre los ojos como platos y espabila un par de veces para espantar algún rastro de sueño que le quedaba. Frunzo el ceño, imagino lo que piensa pero no me voy a adelantar en decir nada. La gata se gira para quedar de frente a mí, frota sus ojos con las manos empuñadas y escucho atenta cuando me pregunta:

Extra Tan Solo Tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora