Los rayos de sol atravesaron la ventana de la habitación de Pedro y él se cagó en toda su estirpe por haberse olvidado de bajar la persiana la noche anterior.
Se tapó la cara con la sábana e hizo una mueca por el dolor de cabeza que tenía, producto de las dos botellas de whisky DYC que se había pimplado tras el largo y duro día de ayer.
Dos horas había durado el maldito debate, dos horas en las que el objeto de su amor se había encontrado tan cerca, pero tan lejos. Sabía que no tenía nada que hacer con él, pero no podía evitar quedarse prendado del movimiento de su coleta y del olor de colonia a granel cada vez que se lo cruzaba.
Pedro era guapo, si. Y sexy. Y alto. Y en fin, todas esas cosas que se decía a si mismo cada vez que se miraba en el espejo, o en el reflejo de la cuchara, o en un charco, o en el retrovisor del coche que casi le había atropellado por haber estado demasiado ocupado admirando su propia imagen....
Pero no era lo suficiente rojo para Pablo. Lo había intentado con todas sus fuerzas, había buscado información sobre la URSS y se había leído El Capital, pero no podía engañarse a si mismo. Hacía años que el capitalismo había fagocitado al PSOE y su corazón era tan liberal como el hijo ilegítimo entre Inda y Marhuenda.
Sumido en estas cavilaciones, puso la tele y rezó para que Pablo estuviese concediendo una entrevista en alguno de los canales.
Desgraciadamente para él, en la pantalla apareció su mayor enemigo y rival por el cariño de Pablo... Íñigo Errejón.
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Orgullo y Marxismo
RomancePedro está enamorado de Pablo, pero teme no ser lo suficientemente rojo como para que su amado le corresponda. ¿Podrá conquistarlo citando El Capital y suscribiéndose a La Tuerka?