Mi padre había muerto. Yo estaba desolado. En el funeral estaba lloviendo. Yo quería llorar, pero no podía. No quería que Sara me viese triste. Después de todo lo feliz que se esforzaba en hacerme sentir, no podía defraudarla. Y sabía que ese día acabaría llegando, pero asimilar que mi padre estaba dentro de ese ataúd, era surrealista para mí. Estaba viviendo la peor de mis pesadillas. Al entrar en la iglesia, hice caso omiso de lo que el reverendo decía. Yo estaba pensando cabizbajo en viejos momentos que pasé con mi pariente. Sara me miraba preocupada. Puso su mano sobre mi hombro, y me acarició. Aquello me gustó bastante. En un debido momento, subí al altar a decir unas palabras en honor a mi padre. En general miraba a todo el mundo, pero sobre todo, miraba a Sara.
-De pequeños, nos quejamos de que nuestros padres nos sobreprotegen. De mayores, esta humorística faceta nuestra desaparece. Normalmente, dos padres se hacen cargo, de estas rabietas, pero mi padre lo hizo él sólo. Me crio sin nadie más a su lado. Él hizo el doble de lo que cualquier padre o madre haría. Lo único que quería... Era ver a su querido hijo único ser un orgulloso padre de familia, igual que él lo fue. Veía siempre que ése era su sueño. Sin embargo, la vida ha decidido no darle el placer de ser testigo de su deseo. Yo lo siento, papá. No he sido lo suficientemente buen hijo- dije mientras bajaba llorando.
Tras la ceremonia, nos acercamos al cementerio. Ese sitio era todavía más frío que el hospital. Desde que empecé como cirujano, siempre pensé que para muchas personas, el cementerio, es la prolongación del hospital, pues tras terminar en el hospital, si no recuperan su salud, acaban bajo tierra. Ver enterrado a mi padre era desolador para mí. La tormenta de ese mismo momento, era intensa. Yo no sujetaba ningún paraguas, pues no tenía fuerza para hacerlo. Era Sara la que me cubría. Me sentía vacuo. Unánime. Aquel día me sentí un verdadero cobarde, pues no me atreví a terminar de presenciar la despedida de mi padre. Me dirigí hacia mi coche, queriendo huir de aquella realidad.
-¡Salvador!- Me gritó Sara en medio de la tormenta.
-No puedo... No voy a poder afrontar esto. Él fue mi mentor, mi maestro... Él lo fue todo para mí, me lo enseñó todo, y me lo dio todo. No puedo ver cómo termina. Me está matando, me está consumiendo, me carcome por dentro. Es desgarrador. Y esto irá a más. Quisiera que viera crecer a mis hijos, pero no podrá- Dije mientras me iba al coche.
Me fui a casa yo solo. Horas más tarde, llegó mi novia. Era de noche. La lluvia no cesaba. Yo veía la televisión. No me había cambiado de ropa aún. Sara dejó entrar a Golden a casa, que por aquel entonces, solamente tenía un año. Ella me miraba con tristeza. Me miraba viendo cómo me pudría por la amargura de la pérdida de mi familiar.
-Sabes que odio eso, Salvador. No quiero verte así- me dijo.
-Sara... He perdido a mi padre. Yo... No puedo seguir adelante sin él. No me queda nada-
-Mira a tu alrededor. Mira a tu mascota. Mira a las personas que has salvado. Mírame a mí. ¿Todavía crees que tienes derecho a decir que no te queda nada? Te queda muchísimo. Es cierto que hoy has perdido una gran parte de ti, pero eso no es motivo para que digas que no te queda nada. Y créeme que nunca te quedarás sin nada, porque yo siempre estaré a tu lado-
Me quedé un rato en silencio sin decir nada. Continuaba mirando la tele, sin hacer ningún caso a mi novia. La miré de reojo, y volví mi atención al programa que estaba viendo. Ella tomó la iniciativa, me arrebató el mando, y la apagó. Yo la miré con mala cara y resentimiento.
-Sara, déjame vivir mi dolor-
-No, Salvador, no, siento demasiado por ti como para dejar que te aísles durante todo el tiempo que quieras. No quiero que sufras. Sabes que odio el sufrimiento, así que déjame ayudarte, por favor, quiero salvarte de esto-
Rato después, rompí a llorar como un niño pequeño.
-Sara... Yo... Te quiero... Te quiero, te quiero, te quiero... No quiero sufrir... Por favor... Ayúdame...- Me costaba articular palabras.
Ella me abrazó fuertemente, y yo me quedé paralizado. Lo único que era capaz de hacer, era tomar aire para no ahogarme de la ansiedad.
-Necesito que estés tranquilo. Estoy a tu lado. No voy a darte la espalda. Y también te quiero mucho. Pero, si quieres superar esto, tendrás que dejar que te proteja de tu dolor-
Tomé aire, lo exhalé lentamente, y repetí este proceso diversas veces hasta que conseguí relajarme un poco.
-Sara, te quiero. De verdad, que contigo a mi lado, toda la presión a mi alrededor desaparece. Toda la opresión que ahoga, se va cuando estás a mi lado. No te vayas nunca, por favor, nunca lo hagas-
-No lo haré, te lo juro- me dijo con una tranquilizadora voz.
Momentos después, ella se fue a dormir. Yo compartí unos momentos con mi perro, ya que aquella noche no me sentía del todo bien.
-Sabes, Golden... Tunombre me gusta más bien poco, pero es mejor que llamarte Godzilla. Me sientoraro. Querido amigo canino, si pudiera, no dudaría en revivir a mi padre. Lodaría todo porque él me viera estrechando mis lazos con Sara, casándome conella, e incluso formando una familia. Ése era su sueño. Simplemente, poderconocer a sus nietos. Incluso sus objetivos significan tanto para mí... Lo daríatodo por ver como cumple su ambición, de verdad- le confesé. Tuve la sensaciónde que me entendía, porque no se alejó de mi lado, ni me quitó la mirada deencima.
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Todo debe seguir (Título provisional)
RomanceEn el siglo XXIII, Salvador, quien perdió a su prometida hace tres años, sigue sin poder mirar adelante, sin ella. Un día, conoce a Monique, lo cual hará que se inicie una sucesión de problemas y vueltas en la vida de este exitoso y prometedor, aunq...