El despertador sonó pronto a la mañana. Me levanté, como lo había estado haciendo todos los días hasta entonces. Tocaba otro lúgubre día en el hospital, como aquel llamado "Doctor Milagro". Odiaba con mucha rabia ese mote que me habían dado. Yo no sabía hacer ningún milagro, me dedicaba a hacer mi trabajo. Y aun así, una persona murió mientras yo la operaba.
Aquel día, en cuanto llegué al hospital, mi más leal compañero se me acercó. Él era un enfermero escuálido, alto, atractivo, pero sobre todo, empático. Teo era todo lo que yo no. En cambio, yo era todo lo que él no. Sus ojos azules, captaban la atención de todo el personal sanitario, menos la mía. A mí me daba igual lo que él hiciera, siempre y cuando, hiciese su trabajo bien. No estaba por la labor de perder más gente.
-Esta noche ingresó otro más - Me dijo preocupado.
-Ponme al tanto de su estado, rubiales-
-Ha tenido un accidente de moto. Está en observación. Tiene varias heridas graves, y algunas fracturas, pero lo que más nos preocupa, es su actividad nerviosa. No sabemos de su estado mental, ya que sigue inconsciente-
-Cuida de él. Yo no tengo ninguna responsabilidad-
-A propósito, ayer fue el aniversario de... Su muerte... ¿Verdad?-
Me quedé un rato callado, dándole la espalda. No había pensado en ella en toda la mañana, hasta que él me lo recordó. La tristeza volvió a cantar su melancólica canción otorgándome recuerdos de nuestra relación, haciendo que la amargura floreciese como una rosa imbuida en espinas en mí. No obstante, no iba a permitir que aquello me aguase el día. Aguanté el tipo, me di la vuelta, y le contesté:
-Sí, Teo, sí. Ayer hicieron tres años desde que Sara murió. Y no pasa un día en el que no me acuerde de ella, y créeme, que si vienes tú a recordármelo, entonces, no la olvidaré. Así que por favor, cambiemos de tema-
-Lo siento, Salvador-
En sus palabras abundaba la inexperiencia. Tenía veintinueve años, pero no había aprendido casi nada. Llevaba trabajando en el hospital un lustro. El motivo por el que le guardaba tanto aprecio, además de su cualidad, es que fue él quien estuvo a mi lado mientras operaba a Sara. Sabía que yo lo estaba pasando mal, sin embargo, se mantuvo junto a mí para darme ánimo, a pesar de haber fracasado. Él sabía que yo no merecía ser llamado "Doctor Milagro". Por eso lo apreciaba tanto. En el trabajo, éramos uña y carne.
-Doctor- me llamó uno de los enfermeros. –Ha ingresado otro con síndrome de Würm-
-Ya sabes, dale una cama, y que empiece el tratamiento. Yo me encargaré de él. Le iré a ver más tarde-
Mientras tanto, observé cómo trasladaban al enfermo en una camilla hasta su habitación. Desde muy pequeño había amado la medicina. Era mi vida. Cerrar heridas, curar enfermedades, en definitiva, salvar vidas. Pero en cuanto empecé a ejercer, me di cuenta de que no todo era como yo lo veía. En el hospital, todo era frialdad. Los pacientes, la temperatura del entorno, todas esas cosas me provocaban mucha ansiedad. Por lo que en mi primer día, me hice una promesa a mí mismo. Me juré que yo le daría un calor especial a ese fúnebre lugar, que haría que los que estaban pasando por aquellas difíciles situaciones se encontrasen mejor en su estado. Pero entonces apareció una veterana en su oficio. Una doctora, que llevaba treinta años en el oficio, y me dijo la verdad: "En este lugar reside una enfermedad de la que nadie puede escapar. Cuanto más tiempo estás aquí, más te contagias. Da igual que no respires. Ella te consume, te toma, y se apodera de tu cuerpo. Todas las personas que ves aquí, están enfermas, pero todos tienen una afección en común. Te invito a que lo adivines. O a que lo vivas. Quién sabe cuánto tardarás"
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Todo debe seguir (Título provisional)
RomanceEn el siglo XXIII, Salvador, quien perdió a su prometida hace tres años, sigue sin poder mirar adelante, sin ella. Un día, conoce a Monique, lo cual hará que se inicie una sucesión de problemas y vueltas en la vida de este exitoso y prometedor, aunq...