Pequeños Anhelos

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Todavía era temprano, y por eso el despertador que había encima de la mesita de noche al lado de la cama, se encontraba en silencio. Esperando a que se hiciera la hora en la que le tocara sonar con ese ruido tan estridente.

Aprovechando eso, Stiles todavía se encontraba en la cama, durmiendo, o al menos parecía estarlo, pues no paraba de dar vueltas, soltando sonidos indescifrables. Conforme se iba moviendo por la cama, las sabanas se iban enredando cada vez más en su cuerpo, dificultándole sus movimientos. Los parpados de Stiles se agitaban rápidamente y su boca entreabierta dejaba escapar su respiración agitada y pesada.

En un momento dado, Stiles estiró la cabeza hacia atrás clavandola más en la almohada, dejando al descubierto su pálido y pecoso cuello y su apetecible garganta, al alcance de cualquiera que quisiera darle un mordisco ante la visión tan tentadora que estaba ofreciendo.

De golpe Stiles abrió los ojos, y mantuvo su mirada fija en un punto en el techo. Era muy consciente del sudor que recorría su cuerpo y su rostro, haciendo que su pelo se pegara a la frente, y de como el pijama se le pegaba de manera molesta. La respiración completamente alterada, notando la garganta seca cada vez que tragaba. El calor de la habitación era sofocante al igual que el producido por las sábanas.

Cuando pateó las sabanas para hacerlas a un lado, la fricción del pantalón sobre una parte muy sensible de su cuerpo le hizo jadear. Echando una ojeada vio que ésta parte se mostraba orgullosamente erecta reclamando que hiciera algo al respecto. ¿Y cómo no iba a estar así después del magnifico sueño erótico que había tenido?

No es que fuera el primero, claro que no, había tenido muchos. Después de todo es un adolescente con acceso ilimitado a Internet y que explora mucho por la red. Al principio había soñado con actrices de las películas que veía. Luego éstas cambiaron por la impresionante pelirroja de la que había estado colgado por mucho tiempo. Y otras veces eran los actores.

Sin embargo esos sueños le habían parecido bastante light hasta que apareció cierto moreno misterioso que era en realidad un hombre lobo.

Pero no empezó soñando con eso desde el principio. Al principio esos sueños eran recuerdos de lo que habían vivido, sus gruñidos, sus amenazas... A veces le sorprendía y le asustaba el increíble poder de la mente. Su cerebro recordaba cada palabra dicha por el hombre, cada gesto, incluso el milésimo movimiento de cejas o de músculo. Pero también estaba más que agradecido por ello, porque podía fijarse en cosas que se le pasaba por alto al principio.

Luego la cosa se fue volviendo más avanzada, sus gruñidos y amenazas perdieron el sentido original. Supo que la cosa había cambiado cuando Derek se había vuelto el protagonista de sus sueños y quedaban atrás tanto Lydia como los actores de las películas. Así que uniendo cabos, se dio cuenta de lo que le pasaba realmente, y aunque al principio se asustó un poco y buscaba otra salida, al final se dio por vencido y la aceptó.

Después las empotraciones contra las superficies acababan con fieros besos y duros abrazos. Para acabar con un muy posesivo lobo hambriento de él, que le dejaba marcas para que todo el mundo fuera testigo de que ese delicado pero inteligente humano ya tenía dueño. Un dueño que no quería compartirlo con nadie. A veces soñaba que Derek era más huraño de lo normal, pero bajo calculados movimientos y palabras, era capaz de advertir que le correspondía de la misma manera.

Y esa noche no había sido la excepción, y más sabiendo que él era la pareja destinada de ese lobo gruñón del que se había enamorado sin poder evitarlo desde que lo vio.

Incorporándose de la cama, Stiles suspiró para bajarse los pantalones del pijama hasta las rodillas, llevó su mano derecha hacia su erección que suplicaba la liberación y acarició su punta ya húmeda, sacandole un gemido que le hizo entrecerrar los ojos. Era una suerte que su padre le dijera anoche que hoy debía irse a trabajar antes, así que tenía la casa completamente para él sin preocuparse de callar su gemidos.

En este lado...o  en ese del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora