Capítulo dos

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By Malú

La puerta del Floy se abrió ante nosotras.
El club Floy es enorme. Una mezcla entre discoteca, pub y puticlub situado en la periferia de Madrid. Era un hervidero de alcohol, sexo, música dance y drogas y, prácticamente, era mío.
En la barra, las chicas que conocía a la perfección bailaban y restregaban sus perfectos y sensuales cuerpos casi desnudos frente a la pandilla de babosos ansiosos por probar un coño caliente y húmedo. Las luces de los focos daban vueltas por todo el local, sin detenerse en un mismo lugar durante apenas un segundo. La música hacía retumbar las paredes.
Caminé por entre la marabunta de gente, apartando cerdos de mi camino a empujones. Algunas personas se me quedaban mirando desde una distancia prudente, con la boca abierta, sumidos en un silencio respetuoso o, tal vez, lleno de temor.

-¡Malú! - una de las chicas del club se me acercó con un albornoz abierto, dejando ver claramente su desnudez bajo la lencería transparente. -¿Dónde estabas? Esos cerdos se han adueñado del Floy. ¡Es un puto desastre! ¡Lo destrozan todo, no pagan las consumiciones y echan a los clientes! ¡Nos acosan a nosotras! ¿¡Por qué!? ¡No puedes dejar que sigan haciendo...!

-Por eso estoy aquí. - le dije, tranquilizando su histeria por momentos. - Anda, guapa. Llama a tus amigas y sácalas de aquí. También a los clientes. ¡Rápido! - la empujé hacía atrás bruscamente. Ella se me quedó mirando con el ceño fruncido y las mejillas ruborizadas. - De acuerdo. Si lo haces bien, luego os daré un bonito regalo a ti y a tus amigas. - ella sonrió complacida y desapareció rumbo a los vestíbulos.

-¿Qué piensas regalarles, Malú? No creo que pudieras tirarte a las veinte en una sola noche. - se burló Raquel a mis espaldas, mi único apoyo en aquel lugar repleto de cabezas rapadas. Estábamos en territorio enemigo, en la boca del lobo. Y solas.
Por ahora.

-Será un regalo mucho mejor, ya lo verás. Sabrán apreciarlo. - sonreí. - No hay nadie más vengativo que las prostitutas del Floy. - Estábamos cerca. Lo olía. Esa peste a cerdo que inundaba el lugar me guiaba fácilmente hasta el "Cerdo real" o lo que es lo mismo. El líder de esa manada que se creía algo parecido a los nuevos nazis que traerían la destrucción eliminando a todas aquellas personas que no fueran consideradas de la raza Aria, es decir, matar a los humanos en el matadero y dejar vivos a la jauría de cerdos. Personalmente, me importaban muy poco sus planes. Sólo me importaba que para hacerse dueños del mundo, yo estaba delante. Y de muy mala hostia, por cierto.
Y allí estaba el cabeza rapada real, rodeado de sus lechoncitos que nos observaron a Raquel y a mí con ojos temerarios. Suicidas. El cabeza rapada se hacía llamar... ¿Cómo era?

-¡Hombre, Sánchez! ¡Que agradable sorpresa! ¿Qué te trae por aquí, Capitana?

Ah, sí. Se hacía llamar el Fürher, aunque yo lo llamaba el Cerdito con aires de grandeza que soñaba con aprender a volar. Sería un bonito título para una película de Disney.
El tío era feo, calvo, enorme y lucía una perilla que me recordaba al negro del Equipo A.

-Ya sabes, asuntos de trabajo, Heil Hitler. - hice una vaga imitación del saludo nazi que le hizo reír. Uno de sus dientes se tambaleó en su boca. Caminé hacía él y me senté cómodamente a su lado, en el sofá. Raquel se quedó de pie, en silencio, ignorando las miradas de desprecio que le dirigían los cabeza rapada.
Ya estaba acostumbrada a ello. Ser judía en ciertos momentos seguía siendo algo difícil de sobrellevar.

-¿Dónde se había metido todo este tiempo, Capitana? Se le empezaba a echar en falta. - me habló, centrándose momentáneamente en mí. Yo ni siquiera le miré a los ojos. Su aliento me molestaba.

-Pero bueno ¿No piensas invitarme aunque sea a una birra? Tu hospitalidad deja mucho que desear. - en realidad, no quería birra. Solo intentaba ganar un poco de tiempo a la espera de que todo el mundo menos los "Arios" salieran del club.

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⏰ Última actualización: Dec 14, 2015 ⏰

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