23/03/1789

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Me situaba en el mismo árbol dela otra vez, esperando, al acecho. Al cabo de un rato, por fin lotenia en mi punto de mira, con la misma capa, seguía faltándole elmismo trozo de tela en la capucha.

Sin pensarlo dos veces meabalancé sobre él, me llevé una horrible sorpresa, se trataba deAndré; no entendía nada... ¿qué demonios hacía André con lasarmas que mataron a su padre?

André puso resistencia, aúnsabiendo que era yo quien lo agarraba. Lo llevé a rastras hasta mipalacio y lo encerré en el sótano, sin ventanas; mañana hablarécon él.


La Historia de la Revolución FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora