B

10 0 0
                                    

Cuando llueve, a menudo me acuerdo de Lingzi, quien, en una ocasión, me hablo de un poema que decía: <La lluvia cae en primavera. Es el cielo y la tierra haciendo el amor>. Estos versos eran para nosotras un enigma, pero Lingzi y yo invertíamos mucho tiempo intentando desentrañar distintos problemas. Odiamos estar tratando de comprender a los microbios, o el miedo las alturas, o incluso una frase como: <El amor es la fantasía que se experimenta al fumar el tercer cigarro>. Lingzi era mi compañera de pupitre en el instituto, y su rostro era como una hoja blanca de papel. Su palidez era una actitud, una especie de trance.

Aun recuerdo aquella época con nitidez. Yo era una chica melancólica a la que le encantaba comer chocolate y a la que no le iba muy bien en los estudios. Coleccionaba envoltorios de caramelos y los usaba, junto con viejas cajas de embalaje de frascos de medicina, para fabricarme gafas de sol.

Poco después del inicio de nuestro segundo año en el instituto, el cabello de Lingzi comenzó a adquirir un aspecto irregular, con un mechón corto por aquí y uno mas largo y enmarañado por allá. A menudo, aparecían en su rostro marcas de arañazos. Lingzi había sido siempre extremadamente tranquila, pero en ese momento su serenidad se había convertido en algo extraño. Me contó que estaba segura que uno de los chicos de nuestra clase la miraba, y que el chico le había dirigido miradas eróticas (<eróticas> es el termino que utilizo, ademas me acuerdo perfectamente de como lo dijo). Decía que el chaval no le quitaba ojo en ningún momento, lo que le hacia pensar en toda clase de ideas insanas y egoístas. Ella insistía en que era absolutamente impensable permitir que algo la distrajera de sus estudios. Lingzi creía que el chico la miraba porque era guapa, algo que le hacia sentir vergüenza. Dado que el hecho de ser guapa suponía un problema, había decidido ponerse fea, convencida de que esto la llevaría de nuevo por el buen camino. Estaba segura de que si era fea, nadie la volvería a mirar nunca y, si nadie la miraba, podría entonces concentrarse en sus estudios. Lingzi decía que tenia que estudiar mucho, ya que, como todos sabíamos, la única garantía de un futuro brillante era ser admitido en una de la mejores universidades.

A lo largo del trimestre, Lingzi continuo alterando su aspecto de las formas mas extrañas posibles. La gente dejo de hablar con ella y, al final, la mayoría de nuestros compañeros de clase acabaron tratando de evitarla por completo.

En cuanto a mi, para empezar no creía que Lingzi fuera tan guapa, aunque pensaba que la entendía, sencillamente era una persona demasiado impresionable. La nuestra era una escuela para niños superdotados, y era bastante común que un estudiante que perteneciera a una escuela con esas características sufriera un repentino ataque de nervios. En cualquier caso, no tenia del todo claro como poder ayudar a Lingzi, parecía tan tranquila e imperturbable.

Entonces un día Lingzi falto a la escuela y, a partir de ese momento, su asiento permaneció vació. Se rumoreaba que había tenido ataques de violencia y que sus padres se vieron obligados a atarla con una cuerda y a llevarla a un hospital psiquiátrico.

Todo el mundo comenzó a decir que Lingzi se había vuelto loca. Empece a comer chocolate de forma compulsiva, y ese fue el comienzo de mi horrible vicio de atiborrarme de chocolate siempre que sentía ansiedad o tristeza. Incluso hoy, once años mas tarde, continuo sin ser capaz de dejar este vicio, lo que ha tenido como resultado un problema de azúcar en sangre muy grave.

Entre a hurtadillas en el hospital para visitarla. Un sábado por la tarde. vestida con un chándal rojo impermeable, me cole a través de la valla metálica del hospital psiquiátrico, aunque, en realidad, estoy segura de que podía haberlo hecho por la entrada principal. A pesar de que era invierno, le llevé a Lingzi su helado preferido de la marca Baby Doll, junto con algunas aceitunas en conserva y ciruelas secas saladas, y me senté a comer chocolate compulsivamente, mientras ella se comía el helado y las aceitunas dulces. El resto de los pacientes de la sala eran adultos. Yo era la que mas conversaba, y siempre que acababa de decir algo, independientemente de cual fuera el tema, Lingzi comenzaba a reírse. Lignzi tenía una risa clara y musical, similar al tintineo de las campanas; sin embargo, ese día su risa sencillamente me pareció extraña.

¿Sobre qué hablaba Lingzi? Seguía repitiendo lo mismo una y otra vez: los fármacos que te administran en este hospital engordan, engordan de verdad.

Transcurrido algún tiempo, me entere de que Lingzi había abandonado el hospital. Sus padres hicieron una serie de peticiones a la escuela, en las que rogaban a los profesores que forman a todo el mundo de que Lingzi no le permitían recibir visitas.

Una tarde lluviosa, nos enteramons en la escuela e la muerte de Lingzi. Se rumoreaba que sus padres habian salido un dia y que un chico, aprovechando su ausencia, le habia llevado un ramo de flores frescas. Esto ocurrio en 1986, y entonces solo habian dos puestos de flores en todo Shanghai, ambos recien abiertos: Aquella noche, Lingzi se corto las venas en el cuarto de baño del apartamento familiar, y dicen que murio de pie.


Este terrible suceso agravo mi deterioro para acabar convirtiendome en una <chica problematica>.

Deje confiar en todo lo que me decian. Aparte de la comida que me llevaba a la boca, no habia nada en lo que creyera. Habia perdido la fe en todo. Solo tenia dieciseis años, pero mi vida habia terminado. Joder, pero del todo.

Aquellos extraños dias me supeeraron, y me converti en una holgazana. Me abandonde, sintiendo que disponia de tanto tiempo que no sabia que hacer con el. La idnolencia hizo que mi voz fuera cada vez mas aspera. Comence a explorar mi cuerpo, ya fuera frente al espejo o en mi pupitre. No tenia deseo alguno de comprenderlo, sino solo de experimentarlo.

Mientras me miraba en el espejo, descubrí mi propio desde como algo completamente desconocido. Cuando en secreto presionaba mi sexo contra la fría esquina de mi pupitre, en ocasiones sentía un placentero espasmo. Al igual que ocurriera la primera vez, mis experiencias tempranas de este <disfrute> se encontraban a menudo fuera de control.

Este fue el comienzo de mi desaprovechada juventud. Después de ese invierno, la cantarina risa de Lingzi iría tras de mi, persiguiéndome a medida que huía precipitadamente hacia una infinita oscuridad.
















Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 22, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

CARAMELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora