Capítulo 1

7 0 0
                                        

Clarysse se levantó gritando, empapada en un sudor frío que le calaba los huesos. Apartó las sábanas y descolgó la parte inferior de su cuerpo, sentándose en la cama. Deseó llorar y gritar, llamando a su madre, pero recordó que hacía mucho tiempo que no la veía. Suspiró y abrazó su viejo y remendado osito de peluche. Esa extraña pesadilla la había asustado de verdad.

Alguien entró a su habitación. Su hermanastro Roger.

-¿Por qué no duermes, abejita?- La llamaba abejita porque desde el primer día que su madre se casó con su padre, se pasaba el día rodeada de flores, en el jardín.

Clarysse no respondió, miró al suelo, perdida. Roger comenzó a molestar, pero Clarysse no habló, ni sintió nada. Siguió con su mirada perdida. En un momento se levantó y caminó hacia el baño, bajo la atenta y pasmada mirada de Roger. Allí encerrada esperó a que se fuese. Salió de su cuarto y anduvo por los pasillos durante varios minutos.

   Entonces, tras una esquina, vio una luz anaranjada. Varias voces de hombres conversaban en voz baja. Identificó una de ellas como la del duque con el que su madre se había casado, las otras dos no las conocía. Después escuchó pasos alejándose y, silencio.

Poco a poco se asomó a la esquina, vio una puerta entreabierta más allá. Se acercó, con sigilo, y se colocó en el umbral. Lo que vio la horrorizó. Su madre, su dulce y tierna madre, estaba tumbada y pálida, sobre una cama enorme con dosel, rodeada de sangre. Por el suelo un montón de pañuelos de seda totalmente calados de sangre. Su madre alzó la cabeza, la miró, y abrió mucho los ojos. Dejó caer pesadamente la cabeza sobre la almohada y masculló un par de palabras, echándola con un gesto de su mano. Clarysse, estaba mortificada, tuberculosis.

-Pequeña.- El duque puso una de sus pesadas manos sobre su pequeño y delgado hombro. Clarysse le miró sin mostrar emoción alguna. Después agachó la cabeza, volviendo a perder la mirada en el suelo.

*                                              *                                          *                                       

Esa pesadilla la había afectado más de lo que ella creía. Porque no era una pesadilla.

Dentro del bosque. De noche. Aparecía un hosco hoyo en el suelo, del que salía una pequeña niña, de 5 años. Con rizos cobrizos, y un par de fríos y cínicos ojos grises, agarrando un viejo y remendado osito de peluche.



Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 13, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El patio de juegos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora