Todo empezó con un enorme estruendo.
Cuando me pude incorporar, casi no podía ver, todo estaba turbio y apenas se veían sombras pasar en todas direcciones. No podía oír nada, un intenso pitido zumbaba en mis oídos. El cielo, rojo, como la sangre que se veía esparcida y en charcos por mis alrededores. Yo, desorientado, dolorido y asustado a duras penas podía levantarme. Todo mi cuerpo temblaba.
Cuando pude ver con más claridad, esas sombras eran personas, asustadas y con heridas, corriendo con sus hijos en brazos, abandonando sus coches, corriendo sin saber hacia dónde, como una manada de cualquier especie animal en medio de una estampida. Porque, al fin y al cabo las personas no somos más que eso, animales.
Al incorporarme del todo observe el mayor de nuestros temores, El Eje estaba atacando la cuidad y, por descontado, el país completo seguramente. Sus vehículos blindados invadían las calles, su infantería arrasaba y demolía cualquier edificación sin piedad, los vehículos aéreos bombardeaban sin parar varios edificios públicos y yo estaba en medio de todo ese infierno.
Corrí sin pensar en nada, siguiendo a la muchedumbre sin habérmelo propuesto siquiera, mis instintos más básicos, más primigenios me ordenaban hacerlo.
Corrí y corrí entre edificios destruidos. Escombros y cadáveres se amontonaban por todos lados. Solo se oían gritos, llantos, explosiones y ráfagas de los fusiles de asalto de la infantería del Eje.
"Están matando a su propia población joder"
Cuando me encontré de frente a uno de esos malditos vehículos mi cuerpo casi dejo de responderme. Sus cadenas agonizaban bajo el peso de esa enorme máquina de destrucción y su cañón, humeante aún, comenzó a girar en mi dirección. Apenas pude empezar a correr cuando una grandísima onda de choque me oprimió el pecho, el proyectil había pasado prácticamente por mi lado y había detonado unos metros detrás de mí. Caí al suelo y arrastrándome, llegue a la entrada semi derruida de un bloque de viviendas. En su interior, me levante y comencé a correr de nuevo, temiendo que ese cacharro volviese a disparar. Entré en una de las muchísimas viviendas de la planta baja y todo era caos. Ventanas rotas, libros por los suelos, estanterías caídas... Parecía que un tornado acababa de pasar por allí.
Decidí salir de ese lugar, antes de que la artillería del Eje comenzase a abrir fuego sobre la zona. Nada más asomarme por la ventana pude ver a un hombre corriendo desesperado cuando, de repente, varios proyectiles atravesaron su cuerpo como si de cuchillos ardiendo se trataran de abrir paso entre la mantequilla. Permanecí inmóvil viendo como la vida de ese hombre se escapaba entre sus muchísimas heridas de bala y yo no podía hacer nada para evitarlo. La impotencia me invadió y no pude hacer más que agazaparme pegando mi espalda en la pared y llorar.
"No todo está perdido aún" me repetía una y otra vez para hacerme reaccionar.
Cuando creí que el peligro había pasado, el ala oeste del edificio cedió, obligándome a reaccionar rápido y a salir por aquella ventana.
Cuando salí y atravesé la calle, un enorme grupo de personas corría en una misma dirección, así que decidí unirme a aquel macabro desfile de gente herida y desolada.
Al girar una de las muchas esquinas, la gran ola de civiles a los que seguía se detuvo en seco, retrocedían y me temí lo peor. Sonaron muchísimos disparos y pude ver la sangre, el horror y los cuerpos inertes de las decenas de personas que encabezaban esa fúnebre marcha hacia la muerte. De repente, un agudísimo dolor en el pecho me invadió, me derrumbé, y pude ver la sangre que emanaba de mi herida en el costado derecho. De repente, todo se volvió oscuro.