VI

29 1 3
                                    

Era realmente tarde, dentro de nuestras indiscretas expresiones de amor nos dieron las once de la noche, era un domingo frío, y al día siguiente tocaría despertar temprano, debíamos dejar de lado por una vez nuestro amor, y preocuparnos por el día siguiente.-La noche es joven Ariela. Demos un paseo por el parque antes de ir a casa.- accedí de inmediato, cada segundo más a su lado era un segundo valioso en mi vida. –Claro, démonos prisa. Mañana hay que despertar temprano.-

Un parque grande, iluminado y lleno de gente para la hora que era. Era un sueño irreal esa velada, era un tipo de misterio inexplicable para los sentidos. Cada minuto que pasaba una sensación nueva se encontraba. Podía sentir sus latidos cuando tomaba su mano, y podía escucharlos al acostarme en su pecho. Se aceleraba poco a poco cuando me apoyaba en él y a mí también cuando le escuchaba cerca. Las personas nos miraban con felicidad, quizás era la sonrisa en nuestros rostros, las pequeñas risitas que soltábamos o los silenciosos sollozos de amor. Cada mente es un mundo entero, pero juntos hacíamos al universo.


Pocas PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora