La pérdida

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En el célebre cuaderno Diario de duelo (Paidós) de Roland Barthes, el pensador francés se pregunta sobre todas estas cosas cuando trata de volcar sus pensamientos y sentimientos a propósito de la muerte de su madre.

Cada una de sus reflexiones y aforismos parecen exaltados.

Soledad = no tener nadie en casa a quien poder decir: regreso a tal hora o a quien poder hablar por teléfono para decir: ya regresé.


Son como preguntas temblorosas que él mismo se hace, sin filtro alguno, para tratar de entender ese vacío inexplicable, esa separación tajante entre la vida y la muerte, esa certeza absurda de que lo que duele no es sólo la desaparición del otro, sino saber que uno mismo se ha quedado solo, y que ya no hay vuelta atrás.

Se ha escrito mucho sobre el duelo, sobre si este es una herida incurable, sobre si el paso del tiempo lo hace más llevadero, o incluso sobre si su proceso es necesario para formar nuestra actitud, nuestra fortaleza, nuestra manera de ser.

Ya lo escribieron las estrellas extintas hace millones de años: la muerte necesita a la vida para ser muerte; la vida necesita sus duelos, para seguir siendo vida.

Llevar un poco de vida a la muerte.


¿Cuánto dura el duelo?

¿Cuáles son esas pequeñas cosas que nos hacen detener nuestro día a día y recordar entre lágrimas o palpitaciones?

¿Por qué la muerte no se marcha de nuestro lado?

¿Nos duele o nos anima saber que recordamos?

¿Todas estas preguntas, se desvanecerán algún día?

Pero lo cierto es que no se desvanecen, sino que cambian, mutan, se multiplican o se dividen, aunque están ahí.

Es por eso por lo que para hablar de duelos y despedidas pensé que lo mejor no era seguir narrando los míos propios, sino disparar mis dudas hacia los demás, para que ellos me contaran. Estas fueron, leyendo sus emotivas cartas, algunas de las voces que me encontré:

"Mi abuelo murió hace cinco años y sigo esperando cada noche a que me llame como hacía y me diga 'cómo está mi mariquilla' y 'hasta mañana si dios quiere'"  (María)

"Yo me imagino mi cielo particular encontrándonos en la orilla de la playa de San Lorenzo, con la marea baja, cuando la playa es muy ancha y hay mucha arena mojada. Es un sitio donde iba mucho de niño. Y les veo de muchas formas" (Pedro Pablo)

"Mi prima murió hace ya unos años, cuando ella tenía 15. Fue por muerte súbita, en su cama. Ningún coche o camión o autobús o moto o persona se la llevó por delante. Ninguna enfermedad la tumbó. Se atragantó durmiendo y murió. Ese mismo año meses más tarde murió mi abuelito, muchas pensamos que de pena. Nunca he visto un dolor como ese, ni lo he sentido igual, de hecho lloro mientras te escribo porque es un dolor que nunca olvido" (Silvia)

"Comencé a verle en sueños, me señalaba, me buscaba, se dirigía a mí con luces de neón y decía ' estoy aquí , estoy aquí...' Yo lloraba a escondidas en la ducha. Cuando se repartieron los bienes me quede con la camisa rosa y blanca a rayas que llevaba al campo. Es un dolor que nunca se va. Creo que mi duelo no ha podido completarse" (Inés)

"Actualmente estoy pasando el duelo por mi perro. Hay gente que no puede entenderlo pero, después de 14 años juntos su pérdida es tan dolorosa para mí como la de cualquier miembro de mi familia. Con él he vivido muchas cosas. Entre ellas, el nacimiento de mi hija. Cuando llegué a casa con ella viví uno de los momento más felices de mi vida gracias a él. Su ternura, su delicadeza al tocarla" (María Dolores)

"El silencio en la casa donde vivía con ella era devastador empecé a notar su ausencia cuando el polvo en las gradas empezaba a acumularse, empezó a ser la muerte un vacío en mi casa. Buscaba la forma de aceptar su muerte, me sentaba en una silla o en un sofá cuando volvía por las noches a mi habitación y hablaba a solas imaginado que todo lo que yo decía, ella, podía escucharlo"(Misael)

"Hay olores, colores y situaciones que relaciono con él y siempre será así. Se me hace rarísimo, por ejemplo, comer granadas o melón sin él: él siempre me cortaba el melón para que no me cortase la mano y me desgranaba las granadas para que no me manchase. Me protegió hasta en lo más insignificante... habría sido imposible que no me sintiese en deuda con él. La muerte de un ser querido no se supera, solo nos acostumbramos a su ausencia" (Virginia)

"Me gustaría creer que en vida tendemos a la placidez (paz), algo parecido a la tranquilidad o al bienestar... Deberíamos enfocar la ausencia en esa dirección. Lo muerto, nutre lo vivo y viceversa. Para mí, es fundamental, también, el agradecimiento" (Òscar)

"Solo vengo a decirte que lo que me horroriza y me consuela de la vida es exactamente lo mismo: que sigue. Y que no hay una puta canción con la que haya palmado súbitamente por amor que no se haya quedado en nada ahora que las escucho pensando en mis padres" (Juana)


Gracias.


La soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora