III. Danae Y SU PADRE...

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- ¿Papá?... estas vivo, ¡Mi padre está vivo!. (Con el remordimiento de culpa en pensar que estaba muerto, lo abrase y no podía contener mi felicidad). No lo puedo creer, con mi madre pensábamos que estabas muerto. Hasta nos entregaron tus cenizas..., pero por lo visto estas aquí, lamento la perdida de la familia a quien le pertenecían esas, aquel soldado fallecido.

- Danae, hija me alegra mucho verte pero no puedo hablar contigo ahora, te parece si nos vemos al atardecer, donde solía llevarte cuando eras una niña, espero que aún lo recuerdes, ahora me tengo que ir y por favor confía en mí y no mires atrás.

¿Qué? Me nacieron tantas preguntas pero tenía que confiar en él y me di media vuelta y camine hacia Philips, cuando llegué a su lado vi en el reflejo de sus ojos que mi padre abrazaba a dos niños, voltee rápidamente y una joven de mi misma edad lo beso, mi padre ni siquiera volteo para ver si aún estaba ahí, baje la mirada y monte a Philips. Mientras volvía a casa no podía imaginarme que estaba pasando.

- Como te ha ido en el centro

- Bien, he entregado todo, aquí está el dinero.

- Muy bien Danae, te mereces un delicioso almuerzo, te prepare tu comida favorita... ¿Danae?, ¿Danae?, porque no me extraña que me dejaras hablando sola.

No puedo quitarme de la cabeza la imagen de esos dos niños y la joven besando a mi padre, no me di cuenta cuando ya estaba en el mirador, solo faltaban un par de minutos para el atardecer y la ansiedad que mi padre me explicara tantas cosas que sentía que me volvería loca donde hacia mi cigarrillos de tabaco, por lo visto viene atrasado, me senté a la orilla de un árbol, mi favorito de niña, me amolde a la estructura del árbol y cerré mis ojos, una cosquilla en mi nariz me despertó, el mar se veía espectacular el sol brillaba como nunca, mire a mi derecha Philips mi caballo fiel, Por lo visto mi padre debió tener algún problema el cual no pudo venir, pero de seguro si vendrá hoy, así pasaron días, unas semanas, dos meses, porque mi padre venia me cubría del frío al quedarme dormida , con una manta distinta cada día, yo solo la doblaba y la dejaba a pies de aquel árbol que ya se había convertido en mi habitación, porque no se presenta, acaso me equivoque de escenario, volví casa con una idea distinta esta vez.

- ¿En serio otra vez?, ya han pasado más de dos meses por favor, date cuenta que el ya no vendrá a verte, lo más probable que él no esté vivo y allá sido una ilusión de tu mente.

- ¿Qué?, Ignacia, es mi padre estaba ahí, lo vi lo abrase sé que es el, lo sé, no quiero que mi padre desaparezca otra vez de mi vida.

- Esto no te hace bien, estoy preocupada por ti, yo solo quiero...

- ¡CALLATE! ¡YA BASTA! Déjame sola no necesito de tu compañía ni de tus consejos ni mucho menos que te preocupes por mí. Subí las escaleras hacia el ático, no me di cuenta de cuantas horas pase ahí cuando vi por la ventana que el sol estaba bostezando para ir a dormir, tenía el sentimiento que hoy estaré frente a frente.

El sol ya se había ocultado, deje a mi fiel amigo amarrado a un árbol, fue cuando le vi, llevaba una capa negra y en sus manos tenía la manta, la oscuridad y los arboles no me dejaban reconocer quien era, le mencione su nombre pero el solo se dedicó a alejarse de mí, corrí varios metros antes de alcanzarlo, me abalance sobre él, tome su brazo con fuerza cayendo en la fría tierra.

- ¿Usted era quien vino desde el primer día a cuidar de mí?, pero pensé que no querías saber nada sobre mí, después de lo que le pedí, fui yo quien pidió que se fuera de mi vida y ahora estas aquí, ¿Porque?.

La Locura de DanaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora